Resaca patriótica y festiva tras la boda de Guillermo y Catalina
El palacio albergó una fiesta ofrecida por el príncipe Carlos a la que estaban invitados 300 familiares y amigos cercanos de la pareja, y que estaba previsto que durara hasta altas horas de la madrugada
El Reino Unido se ha despertado con la resaca patriótica y festiva que dejó la boda el viernes del príncipe Guillermo y Catalina, los nuevos duques de Cambridge, que pasaron su noche de bodas en el palacio de Buckingham, residencia de la reina.
A primera hora del sábado no se había filtrado nada a través de los medios locales sobre esa fiesta, en la que debían pronunciar sus tradicionales discursos de boda el padrino y hermano del novio, el príncipe Enrique, y Michael Middleton, padre e la novia.
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No estuvo la reina Isabel, ni su marido, el duque de Edimburgo, que optaron por dejar el palacio a los más jóvenes para que celebraran su fiesta y salieron de Londres para disfrutar de un largo fin de semana, ya que el lunes es festivo en el Reino Unido.
El buen clima y los cuatro días de fiesta incidieron en el lento despertar del sábado y en las calles del centro de Londres solo se veía a los empleados de la limpieza que trabajaban para recoger los restos dejados por la multitud que asistió en directo a la boda.
La policía metropolitana de Londres informó el viernes de que un millón de personas siguieron en la calle el enlace real.
Salvo algunos altercados aislados, la jornada del viernes transcurrió en medio de un ambiente de fiesta generalizado, en el que los británicos aprovecharon el tiempo primaveral, las fiestas callejeras y la apertura de los pubs hasta la una de la mañana (habitualmente cierran sus puertas a las 11 de la noche).
Medio centenar de personas fueron detenidas en Londres por la policía, que las consideró un peligro potencial, y una veintena en Glasgow (Escocia), donde una fiesta no autorizada generó enfrentamientos entre los asistentes y la policía.
El beso
La prensa británica coincidió con la foto del día, ilustrando en gran tamaño, incluso sin titular -como en el caso de "The Daily Telegraph"-, el beso de la pareja en el balcón del palacio de Buckingham, que selló una jornada con una organización perfecta.
La boda en la abadía de Westminster y el posterior cortejo nupcial por el centro de Londres fue seguido por una audiencia televisiva estimada de 2.000 millones de personas.
El objetivo de los recién casados es disfrutar a partir de ahora de un poco más de privacidad, razón por la cual el destino de su luna de miel sigue siendo un secreto celosamente guardado.
El príncipe tiene una licencia de dos semanas en su trabajo como miembro de los equipos de salvamento y rescate de la RAF en la isla de Anglesey (Gales) y, según aseguran los medios locales, ni siquiera le ha dicho a Catalina a dónde van a viajar.
Es conocida su pasión por África -en Kenia pidió a la entonces Kate en matrimonio-, por lo que ese continente podría ser el elegido, aunque también se ha hablado de lugares tan dispares como Jordania -país en el que Catalina vivió durante dos años cuando era una niña- o de alguna isla de difícil acceso en el Caribe.
Otra de las apuestas más repetidas apuntan a Lizard Island, frente a las costas del estado australiano de Queensland, aunque esta opción parece más difícil dada la lejanía y que Guillermo solo dispone de quince días antes de regresar a su puesto.
También está la opción de que los recién casados sigan haciendo patria, como en el caso de la boda -para la que solo quisieron productos "made in Britain-, y que pasen la luna de miel en Escocia, donde el príncipe Carlos y la reina tienen propiedades.
El último destino del que se ha hablado es Chile, donde ambos pasaron una temporada entre la secundaria y la Universidad.