Edith Anne Hasse: "Teníamos mucho miedo pero no pensábamos que fuese a durar más de dos semanas"

La noche del 12 al 13 de agosto de 1961 parecía una más en un Berlín que dejaba atrás la postguerra y se dividía en cuatro sectores, dominada a partes iguales por los aliados y los soviéticos. Se oían rumores que hablaban de la creación de una nueva frontera, pero en junio el Presidente del Consejo de Estado de la República Democrática Alemana, Walter Ullbricht, intentó calmar los ánimos desmintiéndolo tajantemente: "¡Nadie tiene la motivación de erigir un muro!", aseguró. Sin embargo, por la mañana, los alemanes, estupefactos, veían tras sus ventanas el Muro de Berlín.

Edith Anne Hasse tiene hoy 71 años y es guía turística oficial en Berlín. Llegó a la ciudad siendo estudiante y asegura que no notó nada aquella noche del 12 de agosto de 1961, cuando se construyó el muro al completo. Fue a la mañana siguiente, al encender la radio, cuando escuchó el anuncio: "La señora con la que vivía me dijo: 'Niña, no te preocupes. Esto no va a durar mucho. En un par de semanas habrá pasado, no pueden hacer algo así, a una ciudad tan grande como Berlín. Hemos sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, así que pararemos esto'. La gente estaba segura de que iba a ser así", explica Edith.

¿Era capaz de imaginar entonces que algo así iba a ocurrir, que iba a levantarse una frontera que dividiría Berlín? Ella cuenta que empezó a hablarse de ello a raíz de una conferencia de prensa, en junio, en la que una periodista alemana preguntó por el asunto: "La respuesta fue que nadie se había planteado eso en ningún momento".

A los propios miedos de Edith, recién llegada a la capital desde la pequeña ciudad de Mecklemburgo, se sumó el temor que los berlineses se transmitían los unos a los otros: "La gente empezó a tener miedo a que pudiera comenzar la tercera Guerra Mundial. La DDR nunca dijo nada, pero las emisoras desde el lado oeste, donde había libertad, sí decían que algo se estaba proyectando, que había intenciones de construir una frontera. Llegó una situación en la que nadie podía preguntar nada, nadie sabía nada. Solo nos decían que a lo mejor se trataba de una frontera con controles puntuales. Mi familia seguía en Mecklemburgo y yo tenía miedo de no volver a verlos si se cerraba la ciudad".

¿Qué ocurrió después? ¿Cómo encaró Berlín esa nueva vida? Edith recuerda a sus vecinos sentados frente al muro, abatidos: "Había un estado de shock, un silencio hasta cómico en Berlín. Nadie quería hablar con nadie, nadie sabía qué era lo que se podía decir y lo que no. Y entonces nos convencimos de que la vida tenía que continuar". Y continuaría, pero la construcción del muro ya había frustrado uno de sus planes: "Yo estudiaba diseño de moda. Había cursado francés y tenía ganas de continuar mis estudios en París. Con la construcción del muro, ese sueño se rompió. Ya no podía volver a París. Y entonces me pregunté: ¿Y ahora qué? El valor y la osadía para trepar el muro no los tenía y viajar al oeste me daba miedo. Que me pillaran al otro lado, que me arrestaran, ir a la cárcel o que me dispararan. No era ni valiente ni osada, así que no me arriesgué".

Otros sí lo hicieron. Edith conoció a un desertor que intentó huir en busca de una mejor vida en el oeste: "Cruzó a nado el Canal de Teltow. Le había prometido a su hermana que la recogería y la llevaría con él al oeste. Intentaron escapar metiendo a la hermana en el maletero de una camioneta blindada, pero fueron descubiertos. Fue condenado a 15 años de prisión en la RDA, ocho años en la prisión política de Bauzen y después fue 'comprado' por el Gobierno de la RFA. Hoy trabaja de manera activa en una Asociación para las víctimas del estalinismo".

El muro sigue presente en la mente de muchos alemanes

Medio siglo después del levantamiento del muro, Edith asegura que su influencia pervive en el día a día de las generaciones mayores: "En la cabeza de quienes tienen al menos 50 años, ese muro sigue ocupando un buen sitio. Aquellos que nunca han vivido en la zona oeste no están preparados para irse a vivir allí. No irían nunca a un bar, o a un restaurante en la otra parte de la ciudad. Se quedan siempre en su zona, donde se sienten seguros y han vivido", y añade: "Lo más complicado de todo es que la izquierda, el partido socialista alemán de la DDR, tiene hoy todavía mucha importancia aquí. Incluso en Brandemburgo forman una coalición con el SPD. Es algo sobre lo que hay que reflexionar, es una señal de que en Alemania hemos aprendido muy poco de la Historia".

Hoy, Berlín es un mundo totalmente distinto al de ese año 61. Edith asegura que al principio sintió tristeza por lo deprisa que se abrió la frontera, "sin más consecuencias para los que nos habían maltratado tanto", reivindica. Aunque habla de la caída del muro como un verdadero milagro y asegura que la unificación fue una magnífica noticia, no quiere que los 28 años que perduró caigan sin más en el olvido: "Tenemos que intentar que el muro y esa frontera que fueron tan peligrosos no se banalicen demasiado. Los parlamentarios que estaban en el Senado de Berlín podrían haber dejado restos más grandes del muro para mostrar a las generaciones futuras esa peligrosidad, esa frontera siniestra, ese inmenso dolor que arrojó en la gente".

¿Siente Berlín vergüenza por lo ocurrido? Edith lo ve así: "Las generaciones más jóvenes, los que han nacido después de la construcción del muro, seguro que sí. Pero nosotros, los mayores, no. Tenemos que vivir con ello todo lo que dure nuestra existencia en este mundo". Ahora, siente que trabaja en Berlín como testigo de una época y que tiene en sus manos transmitir a los más jóvenes lo que ocurrió: "Cuanto más tiempo pasa, más hay que explicar a los jóvenes. Yo estoy comprometida para transmitirles una parte de esa Historia, para que no se olvide".