El Bayern Leverkusen se aprovecha de un adormilado Valencia

Pese a materializar la superioridad en el juego con el gol de Jonas en el minuto 24, los de Emery acaban regalando el partido al Bayern Leverkusen (2-1), que supo aprovechar las innumerables imperfecciones valencianistas

El Valencia fue un espejismo en el BayArena. Con Soldado y Éver Banega a los mandos, el ataque armado por Unai Emery consiguió hacerse con las riendas del partido y volcar todo el juego en el campo del Leverkusen. El balón parecía grabado con el escudo che. Con un fútbol incisivo, los atacantes valencianistas demostraron tener las ideas claras para no dejar pasar su último tren en la Champions League. Veinte minutos de juego vertiginoso y directo, que se materializaron en el robo del balón en el borde del área alemana que acabó en el gol de Jonas. Una presión desbordante, una gran asistencia de Roberto Soldado y un genial remate del delantero brasileño auguraban un horizonte glorioso para los valencianistas.

Nada más alejado de la realidad. El gol, inexplicablemente, acabó por romper la burbuja de gran juego en la que se hallaban inmersos los de Emery. Los jugadores del club de la multinacional famacéutica, comenzaron a asediar la puerta de Diego Alves. El Valencia consiguió estoicamente mantener la ventaja en el marcador antes de abandonar el terreno de juego rumbo a vestuarios.

Desconocemos lo que allí sucedió, lo que sí sabemos con certeza es que los jugadores valencianistas volvieron al partido tan adormilados como terminaron la primera mitad. El club de Leverkusen, ni la sombra de aquel que disputó la final de Champions de 2002, sin saber cómo se vio con el partido en sus manos. El Valencia merodeaba perdido por el BayArena sin saber cómo aferrarse a un partido del que dependían gran parte de sus opciones en Europa. Y como si estuviésemos en tiempos de Fallas, el Valencia jugó con fuego y acabó cual Ninot, abrasado en el juego descarado de los alemanes que, con los goles André Schürrle y Sidney Sam, voltearon el partido a su favor. Dos tantos que pusieron en evidencia a un destartalado Valencia que acabo prendido en el fuego del que él mismo había prendido la mecha.

A última hora, los de Emery intentaron arreglar el entuerto, pero ni Soldado ni un Éver Banega paseante por tierras alemanas consiguieron virar el rumbo de la situación y aferrarse al tren europeo de cuyo pasaje parecen haberse despedido.

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