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VIAJE A SIRIA -DÍA 2-

Cansancio y pocas salidas a la crisis interna

Una viaje a la realidad cotidiana de la gran ciudad de Damasco

Protesta pacífica en las inmediaciones del Parlamento en Damasco(Reuters)

La carretera que une Amman con Damasco ha cambiado, pero no a grandes rasgos. El trasiego de la frontera ha desaparecido completamente. Un conductor de taxis colectivos, que no ha dejado de hacer el trayecto durante el último año y pico de revueltas, nos explica que ya no entran extranjeros, incluso es raro coincidir con delegaciones internacionales porque éstas han reducido el número de expatriados por razones de seguridad.

Los policías jordanos preguntan con cierto humor para qué vamos a Siria, mientras que sus vecinos nos miran sorprendidos de que tengamos visado y se muestran amables en un registro superficial del equipaje.

En los primeros metros de tierra siria una casa de dos pisos ha sido completamente ocupada por el Ejército que ha apostado las armas en dirección al paso fronterizo. Unos kilómetros más adelante un enorme boquete obliga a cambiar de carril. Le pregunto al taxista, y éste, parco en palabras, asegura que hace un mes apareció el agujero. "Se ha hundido la carretera", señala con una sonrisa.

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Durante el trayecto aparecen las localidades del sur del país de las que hemos hablado durante los últimos meses, los lugares donde las manifestaciones han sido recogidas en vídeos que los activistas han colgado en las redes sociales. Poco tráfico hasta llegar al primer puesto de control o checkpoint, a 17 kilómetros de Damasco, en el que se forma una gran cola.

Oficiales vestidos de verde comprueban con desgana la documentación y, como me señalaría un funcionario poco después en la capital, se aseguran de que no son "coches bomba". Pero los militares no abren los vehículos ni realizan ningún registro.

La aparente normalidad

Damasco está sólo aparentemente igual, con su tráfico, los puestos ambulantes, las calles llenas de gente atareada, pero en las tiendas del zoco apenas se vende, los empleados pasan horas jugando al backgammon y en los cafés se lamentan por la grave crisis económica en la que está sumido el país gracias a las sanciones de la Unión Europea y la Liga Árabe, porque las de Estados Unidos hace años que se aplican.

La falta de seguridad es uno de los grandes cambios. Varios interlocutores se aseguran de que he comprendido que ahora no se puede salir por la calle a partir de cierta hora, que hay robos, desapariciones. "Las cosas no son como antes", llega a reconocer el funcionario.

Es difícil no confiarse porque visualmente, y en el trato con los ciudadanos, no es posible percibir la gran división que está viviendo la sociedad desde que un grupo de ciudadanos se levanto en contra del régimen para pedir dignidad. Nos lo explica en un café-restaurante una de las principales activistas de los tres grupos que organizan las manifestaciones "espontáneas" en Damasco.

Con la música muy alta y atenta a que no deje de sonar, ésta orgullosa ciudadana siria, asegura que desde el exterior no somos capaces de comprender lo que ocurre en Siria porque en cada ciudad la Revolución se está desarrollando de forma diferente. Existe una coordinación y se apoyan en lo básico pero mientras en la capital están manteniendo un perfil pacífico, hay lugares, como Homs, desde la violencia, el sentimiento de venganza, se ha apoderado del movimiento reivindicativo de cambio.

Los activistas en el interior del país critican a la oposición externa "porque han sido ineficaces" y piden que se limiten a enviar dinero para ayudar a los cientos de miles de desplazados internos; y también acusan al "llamado Ejército Libre" porque "su presencia en lugares como Bab Amor hizo que la población lo pagara muy caro, y ellos no eran capaces de proteger a los civiles". Además, los activistas consideran que incluso los desertores que se negaron a seguir matando a la población, han sido utilizados por el régimen.

Los testimonios y valoraciones directas de ambos bandos recogidos en estas primeras horas en territorio sirio muestran que, aunque de forma desigual por los medios de los que disponen, la violencia y la crueldad se han instalado en ambos bandos. La determinación por alcanzar sus objetivos: recuperar la estabilidad el régimen, y lograr el cambio del sistema los activistas; tiene la misma intensidad. La gran diferencia, además del desequilibrio real de fuerzas (algunas fuentes señalan que las tropas de élite (Guardia Republicana y la 4ª División) apenas han salido de sus cuarteles para terminar con las revueltas), se concentra en que el régimen se obstina en utilizar las viejas tácticas del miedo sin darse cuenta de que ya no tienen efecto, que los que les cuestionan parecen vacunados.

 
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