Marion Cotillard vuelve a deslumbrar en Cannes
Pocas estrellas relucen con el brillo de Marion Cotillard. La actriz francesa ya tiene nombre propio en los cinco continentes, no solo como estrella de cine, sino como embajadora de gusto exquisito, discreta presencia y brillante sonrisa.
Así, de un modo muy resumido, podríamos pensar que Marion Cotillard es a Francia lo que Penélope Cruz a España. Es decir, la mayor estrella de cine del país, la mejor pagada y, encima, la única que puede presumir de haber ganado un Oscar. También una de las protagonistas del fiasco 'Nine', pero eso no cuenta.
Su salto a la fama mundial ocurrió en 2007 gracias a su desgarrada interpretación de Édith Piaf en La vida en rosa, que le permitió ser la primera francesa que se llevaba la estatuilla a la mejor actriz por una película hablada en ese idioma.
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Pero a diferencia de nuestra Pe, Cotillard sí es profeta en su tierra. Así lo ha demostrado durante este Festival de Cannes, donde nadie ha dejado de hablar de ella desde que presentó su última película, De rouille et d'os, un drama sobre una entrenadora de orcas a la que le amputan las piernas. Una interpretación que suena de nuevo a premio.
De origen humilde, ha conseguido convertirse en una de las estrellas más elegantes del planeta, una de esas a la que es imposible pillar en un renuncio. Ya sea en portadas de revistas, editoriales de moda, alfombras rojas y anuncios de Dior, firma de la que es imagen, su presencia luminosa y desenfadada jamás pasa desapercibida. Lo que viene siendo una estrella, de las de verdad, como las de antes.
No mienten los que aseguran que su agenda profesional da miedo. Pero ella no pierde la sonrisa, algo que debe ser fácil cuando un director como Christopher Nolan es capaz de retrasar el rodaje de The Dark Knigth Rises, el nuevo y esperado Batman, para que ella pudiera participar en la película. Así de contento acabó tras dirigirla en 'Origen (Inception)'.