Ocio y cultura

Polémica Eurovisión

Un repaso por las historias y las polémicas de Eurovisión

Ya van 57 ediciones del Festival de la Canción de Eurovisión, el programa de televisión más antiguo del mundo y con una mayor audiencia potencial: casi mil millones de espectadores. Y es que el Festival no se ve únicamente en los países participantes, sino en otros muchos lugares del planeta.

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Eurovisión nació en 1956 en un continente que todavía se recuperaba de las heridas de la Segunda Guerra Mundial. Surgió al amparo de la Unión Europea de Radiodifusión, con la intención de unir a los pueblos a través de un certamen anual desligado de la política que era, precisamente, lo que más fricciones podía crear entre unos países y otros. Esta norma todavía permanece en las bases de participación del Festival, donde están prohibidas las alusiones políticas, las incorrecciones o los ataques, siquiera velados, de unos participantes contra otros.

Tal vez esa apuesta por la pulcritud y por la asepsia sea lo que haya hecho posible que un concurso televisivo sin premio económico alguno (más allá del trofeo que se llevan los ganadores y el honor de poder organizar el festival al año siguiente) se mantenga después de tantos años. Eso no quiere decir que Eurovisión se haya visto libre de la polémica.

La variedad de culturas y credos de los países miembros, sobre todo desde la explosión de participantes provenientes de la disolución de la URSS y de Yugoslavia, ha generado algunas protestas por parte de países históricos o fundadores de Eurovisión. Han sido quejas relacionadas, habitualmente, con el método de votación, que ha ido cambiando y adaptándose con el paso de los años para evitar que los países de una misma área de influencia se voten entre ellos e impidan no sólo la victoria sino, como ha ocurrido este año, llegar a la final a naciones como Bélgica, Holanda, Suiza o Portugal. Para ello, junto a los votos de los espectadores a través del teléfono, se ha incluido también el dictamen de un jurado profesional que hace un poco de contrapeso con los criterios que siguen quienes ven el festival desde sus casas y que, a veces, no siguen criterios exclusivamente musicales.

Yo te voto, tú me votas

En cierto modo es lógico, y así lo expresan muchos seguidores de Eurovisión. No es que estos países, muy próximos entre sí, se decanten por votar al vecino por cuestiones políticas o de simpatía, sino que lo hacen porque casi todos ellos comparten el idioma y, casi siempre, los cantantes que participan en el festival son conocidos en todos los países de esa zona. Tal vez por eso los países más veteranos estén optando en los últimos años por enviar a Eurovisión a cantantes consagrados, buenas voces y, en muchos casos, reconocidos internacionalmente.

El amplio espacio geográfico que cubre el área de cobertura de la UER hace que puedan participar en el festival países no sólo de Europa, sino también de África y Asia. Marruecos ha concursado una vez, en 1980. En 2005, Líbano se inscribió también para enviar una canción a Eurovisión. Sin embargo, al final desistió al haber sido advertido por la organización de que sería descalificado si, como había advertido previamente, cortaba la transmisión del festival durante la actuación de Israel, un país al que Líbano no reconoce como nación.

Algo parecido sucedió años antes con Jordania, aunque en aquella ocasión ese país no participaba como concursante, aunque sí retransmitía en directo el festival. En el momento final de las votaciones, cuando Israel estaba abocada al triunfo matemático, Jordania suspendió la retransmisión y nunca reconoció la victoria del país judío, sino la de Bélgica, que fue el segundo país clasificado.

Solamente es un concurso

Polémicas como estas, junto a una férrea aplicación de las normas, son las que dan vida a un festival que, al fin y al cabo, no deja de ser un programa de televisión y, como tal, vive de la audiencia. De la audiencia y de las aportaciones económicas de los países miembros, especialmente de los 5 principales contribuyentes: Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España que, por esta razón, tienen garantizada siempre una plaza en la final.

Pero, polémicas al margen, Eurovisión es un concurso que evoluciona con el paso de los años, como evolucionan también los estilos musicales que pasan por los gigantescos escenarios que se montan edición tras edición, y que los países anfitriones utilizan para promocionar el turismo en el país. No todos los programas tienen una audiencia potencial de mil millones de personas y eso se sabe aprovechar. Pero también es un espacio que no permanece ajeno a otros factores coyunturales, como lo está siendo en esta ocasión la crisis económica. Hungría no participó en 2010 por esta razón y Grecia, este año, ha buscado el patrocinio de una discográfica para pagar todos los gastos de la delegación helena en Baku. Algunos países han recortado gastos donde han podido y, por ejemplo, han optado por no enviar comentaristas. En otros, como en Chipre, la presión popular hizo que el Parlamento aprobara el presupuesto para Eurovisión, después de negarse a hacerlo en un principio.

En España, Pastora Soler comentó, medio en broma, que Televisión Española le había pedido que no ganara este año por los gastos que conlleva organizar el festival al año siguiente. La representante española lo desmintió después, y dijo que sus palabras se habían sacado de contexto. En cualquier caso, se trata de una discusión estéril porque ninguna norma de Eurovisión obliga al país ganador a organizar el concurso un año después. De hecho, en 1960, 1963, 1972, 1974 y 1980 Eurovisión se ha celebrado en países distintos a los que habían ganado la edición anterior. Los vencedores habían declinado hacerse cargo del evento por los gastos que suponía, aunque en ningún caso perdían por ello el triunfo obtenido.

Llega Eurovisión, en 'Hoy por Hoy' (21/05/2012)

10:28

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Carlos Cala

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Empieza en la radio en 1992, en la emisora de la Cadena SER en Morón de la Frontera, trabajo que simultanea...

 
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