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LAURENT BLANC

Laurent Blanc, un seleccionador de la Francia 'roja'

El exjugador del Barcelona ha conseguido reflotar a un equipo que acabó hundido y desorientado tras el paso por el banquillo del excéntrico Raymond Domenech

Central de pose elegante y liderazgo indiscutible, creció en las cercanías de Nîmes, hijo de un delegado del sindicato CGT; ahora en los banquillos, alcanzó la cumbre de su carrera como uno de los representantes de la selección campeona del mundo en 1998

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Los pequeños detalles marcan la diferencia. La frase es igual de tópica en el fútbol como en la vida y, en el caso de Laurent Blanc, también se cumple. Cristales de formas clásicas, casi rectangulares, patillas de colores oscuros, el estilo del futbolista francés veterano que tantas veces exhibió Liliam Thuram en su etapa por Barcelona. Con un matiz determinante: tras las lentes de Blanc, se esconde la mirada del seleccionador galo.

El pequeño Laurent tenía las cosas claras. El fútbol, por encima de todo. Sabía que era bueno, diferente, se intuían los mimbres de un buen jugador joven; le gustaba asistir al compañero antes que protagonizar un gol y desde pequeño tomó como ejemplo la figura paterna de Gilbert, que había despuntado como jugador amateur en el Alès. Su padre, calderero de profesión y delegado de la CGT, es una de las personas más conocidas en la modesta Rousson, a los pies de las montañas 'rojas' de los Cévennes, una zona de marcado sesgo comunista.

Quienes conocen al seleccionador francés destacan su calma, que frisa en ocasiones la frialdad. Blanc cocina sus decisiones a fuego lento. Su cabeza pergeña jugarle a España con tres centrocampistas defensivos y se confía al tino de Benzema, a quien repescó para la selección tras quedarse fuera del mundial de Sudáfrica. Si durante su etapa como jugador sus compañeros destacaban su afán por integrar a los jóvenes, al mando de Francia ha reclutado a cuatro pesos pesados de la cosecha del ochenta y siete: Benzema, Nasri, Ménez y Ben Arfa. Poco importa la compatibilidad astral como en el pasado hiciera Domenech, aunque Blanc fue el centro de una importante polémica hace dos años, cuando abogó por una cuota étnica que finalmente quedó en nada.

Sin embargo, sus inicios en el banquillo galo no fueron fáciles. Con la única experiencia de tres años al frente del Girondins de Burdeos, Francia se clasificó para la Eurocopa sufriendo y solo las victorias ante Brasil y Alemania en sendos partidos amistosos a principios de año cambiaron la percepción del equipo. De hecho, la derrota ante Suecia en el último partido de la fase de grupos puso fin a una racha de veintidós partidos invictos de la selección.

España presume de ser la vigente campeona del mundo, Francia persigue el camino de la élite que hace tan poco alcanzó y se disipó en un lustro. Dos equipos con estrella. Sobre sus hombros, Blanc atesora noventa y siete internacionalidades y el peso de haber sido una pieza capital de la victoria en el noventa y ocho. De sus arengas y de las de Zidane y Deschamps salió el caldo ganador en el verano francés. En la final, sin embargo, el número cinco estuvo ausente por una expulsión en las semifinales frente a Croacia; Blanc no pudo jugar y su madre respiró tranquila. Una semana antes, se había tenido que encerrar en un baño, incapaz de contener los nervios en la prórroga del Francia - Paraguay; Laurent acabó con el sufrimiento galo con un gol de oro al polifacético José Luis Chilavert. Ahí se acabaron la prórroga y los octavos de final.

Para aquel entonces, su condición de defensa era ya indiscutible. Atrás quedaban sus inicios en el centro del campo en Montpellier, donde maduró su carrera para luego dar el salto a los clubes con más solera de Europa. Las lesiones torcieron su paso por Barcelona en la llamada 'Liga de las estrellas' (1996-1997); después pasaría por Olympique de Marsella, Inter de Milán y Manchester United antes de colgar las botas en dos mil tres. Veinte años de carrera resumidos en una liturgia, un beso ganador sobre la calva blanca de Fabien Barthez antes de cada partido. Cuando Thuram, Desailly, Blanc y Lizarazu escoltaban a Barthez, Francia nunca perdía.

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