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Novelas clásicas que no pasan de moda

García Márquez, Vargas Llosa, Saramago, Sender... son algunos de los nombres de la lista de autores cuyas obras han sobrevivido al transcurso del tiempo

<i>Cien años de soledad, La ciudad y los perros, Ensayo sobre la ceguera, La sonrisa etrusca y Réquiem por un campesino español</i>

Hay personajes que se transforman en compañeros de nuestro viaje, paisajes que resisten a las inundaciones, sequías y actos del ser humano, frases que se incorporan a nuestras conversaciones y, es que, al fin y al cabo hay historias que no mueren. Hay libros que releemos sin llegar nunca a la saciedad y que se encuentran en nuestra lista de lecturas recomendadas. Son libros que con el tiempo se han convertido en clásicos.

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Macondo. Ese es el nombre del pueblo inventado por excelencia de la literatura hispanoamericana. José Arcadio Buendía fundó el pueblo de Cien años soledad (1967), de Gabriel García Márquez. Es la historia de cien años de la familia Buendía. Macondo se convierte en un personaje más, representado como un espacio idílico donde se cultivan las creencias, la fe y los mitos. Pero también es concebido como un lugar realista, reflejo de la historia hispanoamericana: Macondo se plantea como una sociedad comunitaria que evoluciona hacia su inserción en el capitalismo. Cien años de soledad supone así la máxima exposición del realismo mágico.

La soledad del hombre, la búsqueda de la felicidad y el amor son las principales ansiedades de los Buendía. Tres temas universales que han perseguido siempre al ser humano. La obra se construye de forma lineal. Comienza con la creación de Macondo y culmina con su desaparición. Dentro de esta linealidad hay desplazamientos hacia el futuro para luego volver al pasado. Se plantea así una construcción circular de la evolución y las relaciones de esta familia.

De una familia pasamos a otra. También hispanoamericana. Los estudiantes del colegio militar Leoncio Prado terminan por formar una familia obligada en la que el autoritarismo y la opresión constituyen la base de sus relaciones. Mario Vargas Llosa publica en 1962 La ciudad y los perros . En la ciudad de Lima, el Esclavo, Jaguar, el Poeta, Cava ... conviven en el Leoncio Prado , donde son considerados 'perros'.

Las paredes del colegio encierran un mundo machista y exaltador de la violencia que contrasta con la libertad que los chicos experimentan al atravesar la puerta del Leoncio Prado . En estos dos espacios, dentro y fuera del colegio, es donde se mueve la narración en la que también se juega con el pasado y el presente. Se confronta el pasado de la infancia en la ciudad con el presente de la adolescencia en el colegio . A través de los monólogos, empleados como una exposición de la conciencia, conocemos los múltiples puntos de vista de los distintos personajes, marcados por la soledad y frustración que congelan su carácter.

De una ciudad oscura y cerrada pasamos a una ciudad cegada. José Saramago con Ensayo sobre la ceguera (1995) lanza una crítica a la sociedad; una sociedad miope, inútil y egoísta. Una ceguera blanca y contagiosa termina por afectar a toda una población. Un atasco a la espera de que las luces de un semáforo se tornen en verde es el primer escenario del primer individuo en quedarse ciego. El primero de muchos. A partir de ahí, como fichas de dominó van cayendo los demás: el médico, el niño, la chica de las gafas oscuras, el abuelo ... Encarcelados, solo unos ojos sanos pueden establecer orden dentro del manicomio donde los infectados por la ceguera blanca han sido encerrados.

Esta ceguera blanca es una oportunidad para que el ser humano cree un nuevo sistema equitativo y solidario. Pero la ley del más fuerte prevalece. La humillación y el miedo reinan en la ciudad entera . Se convierte en una ciudad sin dueño, de supermercados saqueados y viviendas ocupadas. No conocemos el nombre de los personajes. Como si al perder la vista perdieran su identidad. Los únicos ojos intactos que pueden salvar la situación se ven oprimidos por la tensión de ser descubiertos.

Los ojos del señor Roncone no están ciegos. José Luis Sampedro construye una vida, una mirada curtida con el tiempo pero inocente y pura ante la rutina de Milán, situada a años luz de la vida rural de donde procede el señor Roncone . Él es el abuelo de La sonrisa etrusca (1985). Su enfermedad le obliga a trasladarse a Milán para vivir en casa de su hijo y su nuera. El desagrado que esto le produce se convierte en ilusión por enseñar a su nieto, de unos pocos meses de edad, a crecer.

El pícaro abuelo se las ingenia para educar al niño en la dulzura y en la ternura a escondidas de su nuera. Consigue aliados como la señora Hortensia o la joven Simonetta . Aunque ambientada en Italia, se trata en realidad de una historia universal, de sentimientos globales. Es la historia del ciclo vital del hombre. Es la relación de un anciano que sonríe ante una vida finita y un niño que sonríe ante una vida que acaba de comenzar. Es la sonrisa por aprender a sentir.

Ramón J. Sender tuvo que aprender a sentir en la lejanía del exilio. Comenzó su carrera literaria antes del inicio de la Guerra Civil española, pero a consecuencia de esta tuvo que exiliarse. En su novela Réquiem por un campesino español (1954) refleja los temas que la literatura en el exilio trataba en su mayoría: lo social y la recuperación de la realidad de España.

Con un ritmo fluido el sacerdote Mosén Millán recuerda unos acontecimientos que sucedieron durante la guerra. Nos cuenta la vida de Paco , un joven al que educó. Paco era un campesino del pueblo que fue fusilado por los nacionales. Es una historia de traición y culpabilidad narrada con la crueldad tales sucesos.

 
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