Sin Navidad en Rockaway
En una de las zonas de Nueva York más afectadas por el huracán Sandy siguen las tareas de limpieza y reconstrucción. Este año, no celebran la Navidad
Al llegar a Rockaway, una estrecha franja de tierra frente a la costa de Long Island, en Nueva York, antes de que la vista lo detecte, el oído y el olfato nos alertan de que las cosas siguen lejos de ser normales.
Por todas partes se oyen generadores y huele a humedad, polvo y pintura fresca. Fredy, de origen dominicano y unos 50 años, está sentado en los escalones de la puerta de su casa, tomándose un descanso en las tareas de limpieza y fumando un cigarro. "Todo va lento muy lento, hay gente que no tiene calefacción, agua caliente, nada", dice a modo de introducción.
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Vive a unas tres manzanas de la playa, en una casa muy parecida a la de la mayoría de sus vecinos: prefabricada, de madera, de tres alturas. Es un barrio residencial humilde, donde viven muchos hispanos. "Una ola pasó por aquí del diablo. Ellos dicen que era un surge (crecida del mar) no era un surge, era un tsunami lo que pasó por aquí", asegura. "El agua llegó a cubrir el primer piso", añade usando las manos para señalar la altura. Ha tenido que tirar camas, sofás y casi toda la ropa. Calcula que ha perdido unos 10.000 dólares.
El paseo marítimo, arrancado por el agua
A medida que se avanza hacia la playa, una de las más visitadas en verano por los neoyorquinos que huyen del calor del asfalto, los efectos son mucho más visibles. Hay casas sin paredes, con las habitaciones interiores, las tuberías y los cables a la vista. Otras, aunque aparentemente están bien, tendrán que ser demolidas. Están marcadas con una equis roja en la fachada y un cartel que dice "área no segura". Las calles por las que se puede andar sin problemas tienen un cartel donde se lee "área inspeccionada".
El paseo marítimo ha desaparecido; sólo quedan las vigas de cemento que lo sostenían y unos montículos de arena, traídos para evitar que las olas lleguen a la carretera.
Un poco más adelante, un grupo de gente hace cola frente a una gran tienda de lona blanca. "Están regalando cosas de comer, de limpiar, jabón para lavar la ropa", explica Brenda, que ha perdido su coche y estuvo tres semanas sin luz ni calefacción. Dentro de la tienda reparten ropa usada, mascarillas, agua embotellada, mantas.
En la siguiente calle, otra tienda, donde la Cruz Roja reparte comida ayudados por voluntarias como Margarita. "Todos los días vengo desde la mañana hasta que cierran", cuenta. Reparte comida a unas 1.500 personas al día y asegura que sigue viniendo la misma gente que el primer día.
"Nunca he visto nada así, nunca", explica Carmen, que lleva 35 años en Rockaway y también es voluntaria.
Usa la misma palabra que Fredy para describir lo que pasó: tsunami. "Esa noche lo que nosotros vimos parecía un tsunami. Sandy entró con una fuerza que, mi edificio, que es de doce pisos y estuvo afectado desde el basement (sótano) hasta el tercer piso". Ya ha recuperado el agua y la calefacción y está recibiendo alguna ayuda, pero como la mayoría de vecinos, le cuesta recobrar el ánimo. "Todavía estamos tristes. Ayer nos pusieron un árbol de Navidad a ver si levantaban el espíritu, porque la vida sigue. Pero, cuando uno mira para el agua y uno recuerda como entró ese huracán tan devastador, uno se siente muy mal todavía".
El árbol que menciona Carmen está decorado por objetos traídos por los vecinos. Es lo único que, entre tanto escombro, máquinas y generadores, recuerda que es Navidad.
Fredy dice que, este año, no habrá celebración; sólo dará algunos regalos a sus hijos. "La Navidad no existe ahora mismo, el ambiente no está. Para los muchachitos es algo diferente, porque se les tiene que hacer algo. Uno está medio dormido, como en un sueño. Pero, ¿Christmas? No, Christmas, es un día que viene y se va".