Cuando la enfermedad es tabú
De Fidel Castro a Pompidou, de Kim Jong Il a Francisco Franco: cuando el presidente enferma gravemente se cierra sobre su estado el mutismo más absoluto.
Dicen que el sentido de Estado y la prudencia son cualidades de un buen político. Añadiríamos otra: la salud. El que un mandatario enferme es el peor de los males para su gabinete y para el propio régimen, ya sea democrático o dictatorial.
Más información
Dicen que el sentido de Estado y la prudencia son cualidades de un buen político. Añadiríamos otra: la salud. El que un mandatario enferme es el peor de los males para su gabinete y para el propio régimen, ya sea democrático o dictatorial. En el caso de Hugo Chávez los comunicados sobre su evolución se trufan con exhortaciones patrióticas y religiosas al pueblo. En el caso de Francisco Franco, dictador español durante casi 40 años, los famosos "partes médicos" detallaban complicados cuadros clínicos y terminología como aquellas horrendas "heces en forma de melena" de las que el locutor de Radio Nacional nos informaba con voz engolada. Sin embargo la sospecha no se disipaba y los españoles pensaban que Franco había muerto y que se buscaba el momento propicio para informar del óbito.
Cuando en 1972 el francés George Pompidou ya estaba muy afectado por una rara leucemia, el Elíseo silenció cualquier comentario o noticia sobre su salud: era una orden del propio presidente, que acudía a los actos oficiales con un aspecto notablemente desmejorado. Los rumores cundieron pero hasta su muerte e incluso después, jamás se conoció la causa.
Basta con que un candidato a la presidencia de los Estados Unidos esté más pálido que el otro para que las encuestas le recorten puntos. Una dolencia y no digamos una operación, pone a los gabinetes de comunicación oficiales en un terrible estado de nervios. En Estados Unidos los intestinos de Ronald Reagan fueron objeto de titulares durante el verano de 1985. El presidente norteamericano estaba en la mesa de operaciones para someterse a una operación de cáncer de colon y los diarios especulaban sobre si se había actuado a tiempo o se habían retrasado las exploraciones recomendadas por los médicos.
Nadie creyó tampoco la versión oficial de la muerte de Kim Jong-Il, líder vitalicio de Corea del Norte. Unos fijaron el fallecimiento el sábado 17 de diciembre de 2011 cuando viajaba en su tren blindado; otros, el jueves 15 de diciembre en su residencia de descanso, a 40 kilómetros de Pyongyang. "Fatiga mental y física" dijo entre llantos la televisión de este país, quizá el más opaco del mundo.
En Cuba, otro ejemplo de falta de información, los múltiples rumores sobre la muerte de Fidel Castro han hecho que el propio comandante bromee con ellos. "Dicen que estaba moribundo y aquí estoy", declaró a la televisión cubana luciendo un chandal. Cuando la CIA alertó de que Castro sufría el mal de Parkinson, él respondió:"Estoy esperando un fenómeno natural absolutamente lógico que es el fallecimiento de alguien,pero si yo fuera vanidoso podría estar orgulloso de que estos tipejos estén especulando con mi salud".