Ocio y cultura

La cultura del ron en República Dominicana

Sábado por la tarde. En un pueblo perdido del interior de la República Dominicana, un hombre cualquiera abre una botella y empieza a servir a los amigos que han venido a pasar la tarde jugando a las cartas y bebiendo un poco. La casa es de madera, tiene el suelo de tierra apisonada y los únicos lujos parecen ser un televisor y varios ventiladores.

A la misma hora tiene lugar una escena equivalente en el dúplex de un profesional de éxito en la avenida Anacaona, en el lujoso barrio de Bella Vista de la capital, donde el anfitrión también abrirá una botella de ron para sus invitados. Y, por supuesto, el ron estará presente también en los bares de los hoteles todo incluido de las playas de Punta Cana y Puerto Plata, en las tertulias de los cafés de la ciudad colonial de Santo Domingo o en las de los colmados de cualquier pueblo del interior de la República Dominicana.

Todo ello no significa que la República Dominicana esté llena de borrachos, pero sí que el ron está presente en muchas de las costumbres de sus habitantes. Así ha surgido una industria muy importante, que ha conseguido que su producto se exporte a decenas de países y sea muy apreciado en todo el mundo. Su presencia atraviesa de punta a cabo la historia de este país, así como la de cualquiera de sus vecinos desde la llegada de los españoles al Caribe a finales del siglo XV.

La historia del ron dominicano

Para seguir la historia cultural del ron dominicano hay que empezar por el principio: Cristóbal Colón, en su segundo viaje a América, hizo acopio de caña al pasar por las islas Canarias. Las primeras plantaciones en América se realizaron en la isla La Española, en territorio de la República Dominicana.

Se sabe de la existencia del primer cañaveral hacia 1501 y que cuatro o cinco años después ya se producía azúcar. El ron y el aguardiente de caña, en cuanto productos derivados de este proceso, no podían tardar en aparecer.

Antiguo central azucarera

Se inicia así un proceso histórico de consecuencias importantísimas. El azúcar alcanzaba buenos precios en el mercado europeo por lo que se aumentó la producción para poder exportarla. El rápido descenso de la población indígena llevó a la introducción masiva de esclavos africanos. El negocio era extremadamente lucrativo, lo que hizo que se expandiera a otras islas cercanas y atrajera a varias potencias europeas.

Para viajar a los orígenes de esta historia hay que salir de Santo Domingo y viajar unos pocos kilómetros hacia el oeste, hacia San Cristóbal, donde se puede seguir la ruta de los primeros ingenios coloniales. Lugares como Boca de Nigua, Diego Caballero, Palave, Duquesa y Sanate son los testigos de uno de los complejos socioeconómicos fundamentales de la colonización del Caribe, ya que la industria azucarera era la más avanzada de su época y la que requería de una mayor diversidad de actividades.

Antigua locomotora en central azucarera

Así se hace el ron...

El elemento central de los ingenios es el molino. La caña —que en gran medida se recoge ahora con máquinas cortadoras— se muele para obtener el jugo del que luego se obtendrá el azúcar. En este proceso queda un resto, la melaza, un líquido espeso, oscuro y dulzón que la industria ya no puede condensar para obtener azúcar cristalizado. Este subproducto es la materia prima para fabricar el ron.

Corte de caña

La transformación de un líquido azucarado en alcohol mediante la fermentación es un proceso natural que ha sido conocido y apreciado por casi todas las culturas de la humanidad. La obtención de aguardiente a partir de la melaza sobrante fue la consecuencia inmediata y evidente de la fabricación del azúcar. Además, en esos tiempos la técnica era muy primitiva e imperfecta, por lo que la cantidad de melaza era proporcionalmente superior a la que queda ahora.

En cualquier viaje a República Dominicana siempre aparece el ron

Al recorrer el país, el viajero se encuentra con la presencia constante del ron: acompaña a los jugadores de dominó que juegan por la tarde en una esquina sombreada de un parque, aparece discretamente en una esquina de una capilla en la que un brujo realiza una limpieza en un ritual que mezcla cristianismo y vudú, y destaca en los estantes de los colmados. La visita a una fábrica en Puerto Plata es una de las excursiones que se ofrecen a diario a los turistas.

Las tiendas funcionan como bares en el medio rural

En las noches de los fines de semana, algunos de los comercios más frecuentados de Santo Domingo son las licorerías, enormes establecimientos que han aparecido en los últimos años y que ofrecen los mejores precios de venta. Muchos clientes empiezan a consumir en la misma puerta del local. El precio es asequible, y un trago de ron con los amigos es casi una ceremonia que iguala a los dominicanos de todas las condiciones.

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 Texto y fotos: Angel Martínez Bermejo

 
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