¿Qué es el gas sarín?
La resolución 687 de Naciones Unidas considera este componente químico como un arma de destrucción masiva
Lo que nació como un inofensivo pesticida en la Alemania de 1939, al menos para el ser humano, ha acabado convirtiéndose en un arma letal que amenaza la estabilidad internacional y la vida de cientos de civiles en conflictos armados. El último, el de Siria.
Según el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, su país tiene las pruebas necesarias para afirmar que el pasado 21 de agosto, el responsable de muchas de las muertes del ya no tan supuesto ataque químico, fue el gas sarín. Pero, ¿qué es este gas?
También conocido como GB, es un líquido químico que en su estado gaseoso puede usarse como arma química y como uno de los más potentes agentes nerviosos.
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A diferencia de otros gases químicos también usados en conflictos armados, destacar el conocido gas mostaza, el sarín es incoloro e inodoro. Una característica que dificulta aún más que pueda ser detectado en el ambiente.
La resolución 687 de la ONU inscribe a este componente dentro de la lista de armas de destrucción masiva hasta tal punto que, desde 1993, se considera ilegal la producción y almacenamiento de gas sarín.
¿Qué efectos produce en el ser humano?
El gas sarín actúa como un insecticida potenciando sus efectos y afectando directamente el sistema nervioso. Así, los impulsos nerviosos son continuamente transmitidos y alterados, provocando que los músculos y órganos se relajen en exceso.
Las personas afectadas por gas sarín, ya sea al contacto con la piel, con los ojos o respirado, suelen morir por asfixia al no responder los músculos implicados en la acción de la respiración. Al ser un líquido, también se puede afectar al ser humano al tocarlo o ingerirlo.
Además, durante 30 minutos después de la exposición, en la ropa de la persona afectada pueden quedar residuos de gas sarín que, al moverse por el entorno, se expandiría y contagiaría a otras personas.
Este componente químico vuelve a la palestra con el conflicto en Siria. Pero la historia nos habla de otros enfrentamientos en los que este gas ha tenido su papel. Aunque es difícil de confirmar, en su momento se denunció su uso en la guerra de Irán e Iraq en la década de los 80; así como en dos ataques terroristas sufridos por Japón en los 90 a manos de una secta religiosa.