Jamie Cullum enloquece al público de La Riviera con adrenalina y buena música
Ataviado con unos pitillos negros y una camisa azul, Jamie Cullum fue un tornado musical sobre el escenario, encima de su piano y entre el público
Una cola inmensa a las puertas de La Riviera, que llegaba hasta las aceras del Paseo Virgen del Puerto, dibujaba la antesala de lo que nos esperaba este miércoles en el concierto del músico aventajado Jamie Cullum. El frío, los nervios y los carteles de 'no hay entradas' fueron los protagonistas de los primeros compases de la noche.
Más información
La cita con el jazz comenzó pasadas las 20:00 horas de la mano de Kat Edmonson, que vino desde Texas hasta Madrid para ser la simpática telonera de Cullum. "Buenas noches, cómo estáis, yo soy Catatalina", dijo la norteamericana en castellano y empezó a cantar. Su voz dulce hizo un repaso de las canciones con las que se está dando a conocer y se atrevió a cantar en castellano una canción antigua del artista mexicano Agustín Lara.
Casi con puntualidad inglesa, Jamie Cullum apareció en el escenario cuando pasaban tres minutos de las nueve de la noche. Como un tornado, comenzó su actuación con 'The same things', el primer tema de su disco 'Momentum', de forma frenética. Se ofreció al público, rompió una baqueta tocando la caja, aporreó el órgano, se montó sobre el piano de cola y bailó un solo de saxofón como nadie sabría hacerlo frente a una Riviera completamente llena. En la pista no cabía un alma y tampoco en la primera fila de los espacios elevados. "Hola Madrid", dijo subido a su piano y una nube de móviles encendidos haciendo fotos iluminó la sala madrileña.
Jamie Cullum es una anomalía (en el buen sentido de la palabra) de la escena musical porque siempre quiere más e interpreta al límite cada una de sus canciones. Acompañado de cuatro músicos y muchos instrumentos (piano de cola, órgano, bajo, contrabajo, guitarra, timbales, caja, batería, trompeta, saxofón y percusiones variadas) dio una clase de excelencia musical. Cullum igual 'clava' ocho escalas cromáticas seguidas al piano que se sube a la barra donde se dispensan bebidas para guiar, cual director de orquesta, a sus compañeros del saxo y la trompeta.
El británico enseguida se acalora y se tiene que quitar la camiseta, y todo el mundo grita. Las damas le dicen "guapo" y los caballeros "monstruo". Media hora después, y con el público completamente entregado, llega una de las canciones más sonadas del chico del piano, 'Every thing you didn't do'. Cullum vuelve a subirse sobre su piano para saltar poco después al escenario y hacer escala en la banqueta frente al instrumento que casi maltrata. Para entonces Jamie ya tiene en su bolsillo a un público completamente enloquecido.
Tras esto, Cullum hipnotizó a los asistentes realizando juegos de percusión con sus manos y diferentes partes del piano. En este rato, y en solitario, improvisó un popurrí de algunas de sus canciones más famosas y la gente reía y cantaba junto a él. La luz jugó en esta parte del concierto un papel crucial creando un espacio individual y acogedor justo en el momento en el que Cullum se puso más dulce y melódico. Para terminar con esta transición lenta que anunciaba que el concierto estaba llegando a su fin, Cullum tomó prestada la canción de los Beatles, 'Blackbird', y esta vez los móviles a modo de mechero iluminaron la fría sala madrileña.
Con 'Pure imagination' bajó del escenario para repartir besos entre el público. "Buenas noches Madrid, qué tal. Este es un lugar asombroso para tocar, sois gente maravillosa. Estoy muy contento por volver. Me gusta Madrid porque aquí la fiesta nunca para", dijo Cullum antes de cantar 'When I get famous'.Tras esto, la banda se agrupó en el frente del escenario y empezó otro concierto, el de un grupo de jazz de los años 30 en un antro oscuro de Estados Unidos.
"Soy Jamie Cullum y espero que seamos amigos mucho tiempo", dijo cuando pasaban unos minutos de las 23:00 horas. Sin que nadie se diese casi cuenta habían pasado dos horas en las que el cantante británico no había parado de cantar y de moverse por todos los rincones del escenario.
No hizo falta que la gente le pidiese más, él mismo dijo: "¿Queréis otra? Vale", y se sentó al piano para versionar 'Don't stop the music' dada a conocer por Rihanna, pero cuya letra es de Michel Jackson. Tras esto se escondió unos instantes entre bambalinas para reaparecer visiblemente emocionado porque La Riviera llena gritaba su nombre y mostraba su cariño. Regaló una canción más con la voz quebrada, 'Gran Torino', y cuando ésta acabo se llevó las manos a la cara, se limpió con su toalla y despidió una noche tremenda en lo musical y salvaje, en cuanto al espectáculo.