Pan: de primera necesidad al lujo inasumible
Una de las cosas maravillosas de ser gallego (y hay muchas) es que desde que tengo dientes he podido comer pan, pero PAN con mayúsculas, del de verdad. De ese que se amasa a mano, que crece gracias a una masa madre y que se hace en horno de leña; del que sabe a cereal y se aguanta una semana perfecto. ¿He conseguido ya haceros babear?
Es curioso que lo que un día fue el alimento base de todos los hogares se haya convertido en algo sumamente difícil de encontrar y hasta secundario en la alimentación de hoy. Lo confieso: dejé de comer pan a diario. Pero tengo mis excusas.