Kiromantzidxa (mejor con las manos)
"¿Te importa si chupo la cabeza?", me soltó con su voz gravidulce. "Claro que no, adelante". Alargó su brazo hasta el cuenco lleno de sal que sostenía la cabeza del carabinero de Al Trapo y la cogió con las manos. Me acomodé en la silla para ver cómo se la comía. Sonreía (yo). No sé ni si lo disimulé. Entonces, mientras lamía el carabinero –lo mejor está en la cabeza, ya se sabe–, me confesó algo que me gusta pensar que solo lo sabemos unos pocos. Luego, supongo, le revelé algún secreto que acto seguido olvidé. Para compensar.
Hace unos días compartía mesa con otro amigo en un hotel decadente cercano a la playa de Ondarreta. "Aquí vamos a comer mal, pero estaremos a gusto". A veces hay que ir a sitios así. Cuando salimos a la terraza a tomar café, llegó un grupo de jóvenes japoneses y se sentaron en la mesa de al lado. Ambos nos giramos levemente para observar la escena, sabíamos que aguardaba un espectáculo. Seguimos a lo nuestro, pero de vez en cuando mirábamos sin tapujos. En una de las ocasiones, una de las chicas trinchaba las alitas de pollo con cuchillo y tenedor. Qué complicado. Con lo sabroso que es chuparse los dedos.
Con las manos me comí las torrijas que hizo nuestra abuela en Semana Santa. Con papaya, así es ella. También con las manos me como las croquetas de Casa Julio y devoré la pastela del Arabia; me quedé con ganas de hacer lo mismo con el cuscús. Podría comer siempre cuscús. Con las manos quisiera comer los peces que nadie quiere y la res del cocinero que renunció a la cevichería La Mar, ojo, por amor a la carne. Deseo probar, por qué no con las manos, el caldo de oreja de cerdo tan bueno como para bañarse en él. Mis 30 me los hubiese zampado en Diverxo, a solas, pero opté por celebrar a base de bagels pausados y amigos en un brunch que, lejos de ser perfecto, lo fue. El siguiente desayuno de domingo será un #pícnicRAE, (de) manual, gracias a Magasand en El Retiro. Su sándwich de jamón y queso con trufa augura siesta al aire libre por lo menos. Lo dijo Montalbán: "El gourmet jamás olvida el nombre del muerto, es más, mientras se lo come hace expresa mención de él, sea jabalí o alcachofa, y recuerda otros asesinatos y devoraciones anteriores, porque el placer de comer suele ir acompañado del de la memoria de pasados festines". Coman. Coman con las manos.
* Foto de cabecera: Getty.