El president de la Generalitat y el lehendakari mostraban su frialdad ante el discurso del rey. Parlamentarios del PP y PSOE critican que hayan asistido a la proclamación para evidenciar con sus gestos su distanciamiento de España y robar protagonismo al rey. Los selfies de los presidentes autonómicos, la imagen de Pau Gasol con Froilán o las infantas saludando a sus abuelos, son algunas de las anécdotas de la proclamación de Felipe VI. La espera de los reyes en el Congreso ha dejado muchas instantáneas que se observaban con nitidez desde la tribuna de invitados. Los parlamentarios se entretenían realizando fotos del hemiciclo, del escenario dispuesto para la proclamación con la corona y el cetro. Algunos diputados del PP catalán aprovechaban para inmortalizarse junto a una bandera española y la mayoría de senadores posaban en grupo para reflejar un momento histórico. En tribuna tomaban asiento los responsables autonómicos. La presidenta de Andalucía, Susana Díaz, saludaba a su homólogo en el cargo en Madrid, Ignacio González. Todos se sumaban luego al resto de sus compañeros para los selfies. ? Comunidad de Madrid (@ComunidadMadrid) junio 19, 2014 El último en llegar era Artur Mas. A las 10:00 en punto. El president de la Generalitat se unía a la conversación del titular de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo y del lehendakari, Iñigo Urkullu. Al lado del corrillo que formaban, se sentaba José Luis Rodríguez Zapatero. Solo. Una imagen que captaban las cámaras y levantaba murmullos entre los asistentes. Así ha permanecido un rato hasta que han llegado los dos exjefes del Ejecutivo, Felipe González y José María Aznar. Aún no había comenzado la ceremonia y todo eran detalles. En un lado se veía a monseñor Blázquez. En otro, al exministro Federico Trillo. De pie, al presidente de la patronal, Joan Rossell, riéndose con el secretario general de UGT, Cándido Méndez. Aunque todo el mundo se fijaba más en el jugador de baloncesto, Pau Gasol, muy amigo de los monarcas, que se sentaba junto a Froilán. También habían reservado un espacio para la familia de Letizia. Entre los secretarios de Estado se podía ver a sus abuelos y a sus padres. Su madre, Paloma Rocasolano, comentaba a los medios de comunicación que había hablado por la mañana con su hija y la había visto «muy contenta». En el Hemiciclo, todos se apretaban para caber. Eran muchos los invitados y poco el espacio. Algunos tenían que compartir bancada. De modo que la líder de UPyD, Rosa Díez, se pegaba al expresident socialista, José Montilla. Cuando apenas quedaban unos minutos para la llegada de Felipe VI, el ambiente dejaba de ser tan festivo y pasaba a ser más institucional. Se hacía el silencio. La entrada de la reina Doña Sofía y de su hija, Elena, era recibida por los asistentes con aplausos. La llegada de la familia real, con una sonora ovación que duraba cerca de minuto y medio. Aunque no todos la secundaban. Ya en ese momento se podía ver a Urkullu y Mas con semblante serio, exhibiendo frialdad. En algunos momentos si aplaudían, poco, con cierta desgana. Nunca en los instantes más señalados. Menos aún cuando en los discursos se apelaba a la unidad y se hacía referencia a las distintas sensibilidades. Tampoco cuando todo el mundo en pie vitoreaba: «¡Viva el rey!». Lo más curioso era ver como los diputados y senadores de CiU y PNV miraban hacia arriba para para ver cómo se debían comportar. Esperaban que les llegaran las órdenes desde la tribuna y la tensión iba en aumento. Ninguno de ellos, con excepción del portavoz Josep Antoni Duran i Lleida, ha aplaudido la llegada del rey al Salón de Plenos. Tampoco cuando Felipe VI ha cerrado su intervención poniendo en valor las lenguas cooficiales y ha concluido dando las gracias en catalán, euskera y gallego. A la salida, muchos parlamentarios criticaban su actitud. Algunos dirigentes del PP y el PSOE coincidían en señalar que habían venido solo para llevarse ellos todo el protagonismo. Destacaban que con lo único que pretendían con sus gestos era evidenciar su distanciamiento de España. La líder del PPC, Alicia Sánchez Camacho, aprovechaba para lamentar su comportamiento y denunciar la falta de educación de Mas. En el acto también se vivieron algunos momentos emotivos: las lágrimas de infanta Elena, el homenaje de Felipe VI a su madre, además de la primera vez que, con complicidad, decía «la reina y yo» para referirse a su esposa. Pero sobre todo, los protagonizados por las niñas, a las que se les pedía continuamente que se estuvieran quietas y atendieran. Pero ellas de vez en cuando se saltaban el protocolo para saludar a sus abuelos desde la distancia.