Una cara trasplantada, la nueva imagen de la portada de GQ

Lleva diez años ocultando su cara por culpa de un accidente de escopeta, que le voló la mitad del rostro, dejándole horriblemente desfigurado. Ahora, Richard Norris, de 39 años de edad y con un trasplante de cara de 36 horas a las espaldas, ha visto como su vida ha cambiado. La primera prueba de ello: convertirse en la imagen de la portada de la revista GQ.

"Una gota de esperanza puede crear un océano, pero un cubo de fe puede crear un mundo entero". Estas son las palabras que Norris ha hecho públicas en el próximo número de la revista para hombres GQ, según ha publicado el digital dailymail.com

Pare este hombre su vida ha dado un giro de 180 grados gracias a un operación con la que los médicos lograron trasplantarle la cara. Tuvieron que reemplazarle la mandíbula, los dientes, la lengua, los músculos y los nervios de la cara, en una operación que duró 36 horas, que fue realizada en la Universidad de Maryland y en la que participaron 150 médicos y enfermeras en 2012.

Norris se ha mostrado orgulloso de ser una "rata de laboratorio" y ha declarado que está dispuesto a ser estudiado, después de que su vida corriera peligro tras darle los especialistas un 50% de supervivencia en la operación. Sin embargo, el resultado fue una nueva vida para él y un nuevo estudio innovador para los médicos que han utilizado este caso para aprender a tratar a los soldados y otras víctimas de graves lesiones faciales.

Según el médico que realizó la operación en la Universidad de Maryland Medical Center, el doctor Eduardo Rodríguez, cuando Norris optó por someterse a este intenso procedimiento, estaba de acuerdo en asumir la enorme responsabilidad. "En realidad, nunca pensó en sí mismo en todo esto", ha dicho Rodríguez a la revista; "él siempre ha pensado en ayudar a los soldados heridos y las otras personas, y dar esperanza. Es un hombre extraordinario".

Todo ocurrió con 22 años cuando el joven llegó a su casa borracho. Una vez allí, empezó a discutir con su madre y en un momento dado cogió una escopeta y le dijo a su mamá que iba a pegarse un tiro y el arma se disparó. Carne, huesos y dientes volaron por la estancia donde se encontraban madre e hijo.

A partir de ahí, Norris tuvo que someterse a docenas de cirugías para reparar su cara, puesto que el accidente le dejó sin dientes, sin nariz y con una parte de la lengua. Aunque era capaz de probar, no podía oler; y cuando salía en público, normalmente por la noche, se escondía detrás de un sombrero y una máscara.

Para los médicos la principal limitación de estas operaciones es que "los pacientes dependen de la medicación de por vida. Los medicamentos inmunosupresores conllevan riesgos para los pacientes, que no saben cuánto tiempo el trasplante va a durar". Por su parte, el doctor Rodríguez ha confirmado que "si todo va bien, un rostro trasplantado puede durar de 20 a 30 años".

Aunque Norris no pueda beber, fumar o tomar el sol, cuando vio su nuevo rostro en el espejo por primera vez, todo cambió: "Lo único que pude hacer fue abrazar Dr. Rodríguez", explicó. Ahora sigue con su vida y está inmerso en un curso online de Historia del Arte, en el que se ha inscrito desde la operación.