La democratización de la cultura

Barcelona

El Hotel Colón de Barcelona estaba ubicado en el año 1924 en la esquina entre el Paseo de Gracia y la Plaza de Cataluña. Allí fue donde nació la radio en nuestro país justo hace hoy 90 años.

En sus inicios la radio significó la democratización de la cultura. Desde la perspectiva del consumo, con la invención de la imprenta a mediados del siglo XV Gutenberg se avanzó a la fotocopiadora pero en una sociedad en la que casi nadie sabía leer ni escribir como era la de aquel tiempo, la mayoría de los ciudadanos seguía sin tener acceso al saber. El índice de alfabetización en el año 1924 era aún bajo y por este motivo la aparición de la radio supuso que toda la sociedad, sin distinciones, pudiera acceder solo a través del oído, a contenidos hasta aquel entonces inimaginables.

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Actualmente la radio sigue siendo el medio de comunicación más rápido, instantáneo e inmediato; el único capaz de permitir simultanear su escucha con cualquier otra actividad cotidiana, de los pocos que permite la movilidad a quien lo consume. Y de un tiempo a esta parte ha conseguido también, gracias al podcast, que la fugacidad de su mensaje no sea un obstáculo insalvable al permitir al oyente escuchar su contenido preferido cuando le apetece.

El año 1979 los integrantes del grupo de rock británico The Buggles convirtieron su tema Video killed the radio star en un éxito mundial pero equivocaron sus predicciones porque el vídeo no mató a la estrella de la radio sino que fue el video el que pereció. Tampoco acertaron en sus previsiones aquellos que años atrás pronosticaron que la radio sucumbiría a la aparición de la televisión. Ahora los hay que sustentan que ante Internet y las redes sociales la radio vuelve a estar en peligro y, sin embargo, yo creo que de todos los medios convencionales, la radio es el que tiene un futuro más claro.

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Un smartphone es suficiente para acceder a sus contenidos y la penetración de estos artilugios en el mercado es constante. Es cierto que las redes sociales se mueven muy bien con la mayoría de los atributos de la radio a los que antes me he referido, pero no es menos cierto que consumir gran cantidad de datos, a los que podemos tener acceso a través de los nuevos canales que aportan los cambios tecnológicos, no supone necesariamente tener más información. El profesor del centro Sloan de Administración de Empresas del MIT, Roberto Rigobón, abonaba también esta tesis en una entrevista publicada por El País el pasado mes de octubre y añadía que “los datos son como los criminales: puedes hacerlos confesar, pero no siempre te darán la información que tú quieres”. Y aquí es donde adquiere importancia el papel de mediador del profesional de la radio.

Lo que garantizará el futuro de este medio, a parte de las especificaciones que continúan vigentes, será seguir manteniendo la credibilidad de la que goza según coinciden todos los estudios cualitativos. Un día le oí decir al maestro Iñaki Gabilondo que ya iba siendo hora de que dejáramos de clasificar a la radio en función de si es privada, pública, comercial, municipal, de partido o independiente… “Es conveniente definir a la radio no por su adjetivo sino por el sustantivo. Una radio es una radio”- sentenció. El adjetivo no debería de ser trascendente.

Cuando actuamos así es cuando empezamos a trabajar para garantizar su credibilidad y, por tanto, su futuro. Esta es la cuestión. De la capacidad de adaptarse a los hábitos de una sociedad tan cambiante como la nuestra ya ha dado muestras la radio a lo largo de su historia, y todos aquellos que la han innovado constantemente y que nos han precedido, siguen siendo un espejo donde mirarnos los que ahora tenemos la responsabilidad de seguir apostando por una radio de calidad, moderna, creíble y que siga formando parte de la vida de nuestros oyentes.

Los locos ingenieros que ahora hace noventa años pusieron en marcha aquel medio innovador y revolucionario no entenderían los actuales aparatos receptores pero estarían orgullosos de las nuevas instalaciones de Ràdio Barcelona, punta de lanza tecnológica, y ahora ubicados en la calle Caspe, a cien metros del Hotel Colón. Si aquellos barceloneses de principios del siglo XX viajaran en el tiempo podrían certificar la permanente evolución de las comunicaciones visitando el edificio donde se alojaban los viejos estudios de plaza Cataluña, lugar en el que se encontrarían con una empresa con aparatos extrañísimos y xerografiados con una manzana mordida desde los que, curiosamente, también se puede escuchar la radio.