El centenario de la última expedición heroica a la Antártida
Un año atrapados en el hielo y lograron sobrevivir al periplo sin sufrir ninguna baja
La última expedición importante de exploración de la Antártida cumple hoy 100 años. La conocida como expedición 'Endurance', o 'Expedición Imperial Transártica', fue la última importante de la edad heroica de la exploración del Ártico. Con el objetivo de ser la primera en atravesar por tierra el continente antártico y recorrer 2.900 kilómetros, siendo la mitad del trayecto –entre el mar de Weddell y el Polo Sur- inexplorado, no consiguió su objetivo pero se convirtió en la última aventura heroica de exploración.
Diseñada por Ernerst Shackelton, que había estado en el Antártico entre 1901 y 1904 formando parte de la expedición Discovery capitaneada por Scott, esta nueva expedición requería una triulación principal que navegaría por el mar de Weddell y un grupo de apoyo paralelo que viajaría por el lado opuesto del continente, el equipo del mar de Ross.
La expedición constaba de dos barcos, uno el ‘Endurance’, con el equipo formado por Shackleton y el ‘Aurora’, bajo el mando de Aeneas Mackintosh. El ‘Endurance’ estuvo a la deriva durante el invierno antártico de 1915 hasta que las altas presiones del hielo sobre la embarcación provocaron su hundimiento, milagrosamente sobrevivieron todos los tripulantes. Sin embargo, el ‘Aurora’, objetivo también del cruel invierno ártico, fue arrancado de sus amarras durante un vendaval y al final costó tres vidas.
Shackleton ya era conocido públicamente por alcanzar el punto más austral en las coordenadas 88º23’5. Siguiendo su afirmación de: "El descubrimiento del Polo Sur no será el final de las exploraciones antárticas”, planificó un periplo digno del más valiente explorador. Bajo el título de ‘Expedición Imperial Transantártica’, ingeniado para atraer la atención del público y así conseguir financiación, editó un programa detallado. El equipo del 'Aurora', siendo el equipo secundarío, era vital puesto que el ‘Endurance’ no llevaba suministros suficientes para completar la expedición.
El último gran periplo
Entre la fama de Shackleton y la publicidad de la expedición, consiguieron suficiente financiación por parte de patrocinadores ricos. No faltaron los voluntarios para embarcarse en el ‘Endurance’, que recibió más de 5.000 peticiones entre las que se encontraban las de tres mujeres. Finalmente embarcaron 56 hombres, 20 para cada barco. El ‘Aurora’ desde un principio vaticinó problemas, varias personas renunciaron antes de zarpar y otro grupo de la tripulación estuvo dudando hasta el último momento.
Tras partir directamente hacia el Ártico un 5 de diciembre en 1914, comenzaron tuviendo roces y pequeños golpes con bloques de hielo hasta el día 14, durante el que la embarcación sufrió su primer atoramiento (durante 24 horas), tres días después volvían a detenerse. Tras duros trabajos para liberar el barco y facilitar la navegación, el ‘Endurance’ continuó avanzando hacia el sur. Pasando por lugares increíbles como una gloriosa pared de hielo de 30 metros de alto, ignoraron desembarcar en una bahía que parecía perfecta, decisión que poco después casi les costaría la vida.
Refugiados y varados en sotavento el barco quedó atrapado en el hielo. Shackleton ordenó a su tripulación que resquebrajaran el hielo con punzones, sierras, picos y cualquier herramienta a mano para sacarlo del atoramiento en seguida. El esfuerzo fue en vano, y Shackleton comenzó a plantearse todo un duro invierno en esas mismas circunstancias.
Entonces comenzó la deriva de la embarcación, atrapada en la plataforma de hielo, se desplazaba lentamente hacia el norte. Se ordenó abandonar la rutina del barco, siendo los perros desembarcados y dejando el interior del ‘Endurance’ como estancias humanas excluisvamente. Shackleton, consciente de que una embarcación alemana –el Deutchland- había quedado bloqueado en la zona tres años antes, consiguiendo al final salir, se llenó de esperanza que con increíble facilidad logró contagiar al resto de la tripulación que continuó sus labores de desatoramiento.
Los meses de invierno de mayo, junio y julio fueron extrañamente tranquilos, la tripulación disfrutaba de momentos discernidos jugando al futbol sobre el bloque de hielo que poco a poco iba escorando el barco. Hacían carreras de perros en el hielo y pequeñas obras de teatro, siendo a su vez conscientes de que las fluctuaciones en el hielo estaban aprisionando el barco de tal manera que en cualquier momento podía acabar estrujado como una cáscara de huevo. El hielo se levantaba a los lados de la embarcación ascendiendo como consecuencia de las presiones de las masas.
El barco se ladeaba a cada minuto, siendo un milagro que no quedara tumbado sobre la superficie helada. El lado de estribor topó contra el gran enemigo de todo barco tanto en la ficción como en la realidad, un gran témpano de hielo. El casco comenzó a agrietarse y astillarse hasta que pocos días después se rompió con lo que calificaron, un terrorífico sonido que se asemejaba a una estruendosa explosión.
La embarcación se mantuvo a flote durante semanas, las cuales aprovechó la tripulación para salvar suministros y distintos víveres. Incluyendo unas espectaculares fotografías realizadas por el fotógrafo australiano Frank Hurley, cuyos negativos habían quedado dentro de la embarcación -más de 400- y de los que solo pudo salvar los 140 mejores por el peso que estos acarreaban; para evitar una futura tentación de volver a recoger los restantes, decidió romperlos.
De repente la expedición se había convertido en supervivencia pura y dura. Su primera estrategia fue intentar llegar a algún punto ballenero de la bahía de Wilhelmina a través de cualquiera de las islas que se encontraban a medio camino, un recorrido de más de 600 kilómetros durante los cuales tendrían que cargar con víveres, combustible y tres botes salvavidas.
El hielo de su alrededor que se doblaba y se adelantaba, dificultó seriamente su viaje, problema que se acrecentó ante una leve subida de temperaturas que convirtió el hielo en un espeso puré de nieve blanda. La escasez de alimentos hizo mella en todos los tripulantes de la 'Endurance' y aún añadiendo carne de foca a su dieta, al final, tras tener que sacrificar a casi todos los perros debido a la cantidad de víveres que consumían, estos se durante un breve periodo de tiempo, fueron añadidos a la dieta.
Una última esperanza
Estar a la deriva -alcanzando los cinco kilómetros por día- comenzó a alterar profundamente a los tripulantes de la expedición, teniendo en cuenta que la tierra estaba a la vista de forma permanente, a pesar de ser totalmente inalcanzable. Finalmente Shackleton organizó el viaje a una de las islas colindantes, la isla Elefante.
Cuando finalmente el gran y pacífico bloque de hielo donde se encontraba la tripulación se terminó de resquebrajar, teniendo ya preparados de antemano los tres botes salvavidas, partieron hacia la isla Elefante
Ya en la isla, se dividió a la tripulación en dos grupos, uno se quedaría en la isla con instrucciones de desplazarse hacia otra -isla Decepción- si el primer grupo no regresaba, el grupo que buscaría ayuda capitaneado por Shackleton. Viajando guiados por la luz de la luna y entre grandes olas, consiguieron llegar hasta la estación Stromness, en donde se organizó como recoger a los hombres que se habían quedado atrás sobreviviendo., incluyendo los 22 hombres que se habían quedado en la isla Elefante. Hasta cuatro intentos se necesitaron por parte de Shackleton para rescatar a los hombres de isla Eefante.
Vuelta a casa
Habiendo tenido el último contacto con la cultura y la sociedad en 1914, ninguno era consciente de el transcurso de la Primera Guerra Mundial. Dado a los tiempos convulsos que estaban teniendo lugar, ninguno fue recibido con los honores que debían. Shackleton, siendo las últimas semanas de la gran guerra comandante del ejército, continuó conservando el valor y esa chispa curiosa que caracteriza a todo explorador, características que le llevaron a organizar la última expedición antártica, apodada como la Expedición Shackleton-Rowett. Muriendo sin ver la expedición terminada, tuvieron que pasar más de cuarenta años para que por fin se culminara la primera travesía de la Antártida, la 'Commonwealth' en 1955.