"Tratamiento para todos"

Madrid

Hospital Doce de Octubre de Madrid, a las nueve de la mañana los corredores comienzan ya a enfundarse en las camisetas rojas. Quedan unos minutos para el pistoletazo de salida de la carrera solidaria, es el primer tramo de la marcha convocada por la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C, 2 kilómetros y medio que han recorrido seguidos por los primeros esbozos de la multitudinaria marcha que terminó siendo. El objetivo es entregar un escrito al presidente del Gobierno, o en su defecto –puesto que Mariano Rajoy se encontraba esta mañana en Toledo-, a los responsables del Ejecutivo que se encontraran en el Palacio de la Moncloa.

Uno de los corredores, conocido por el nombre de Toñín, es un afectado leve que como bien nos dice, “esta enfermedad evoluciona muy rápido, puedes estar bien hoy pero mañana igual no”. Implicado en distintos movimientos sociales, lleva tres días en la capital esperando para este evento. Nos comenta que hace años esta afección se llevaba en silencio pues “los afectados quedaban como estigmatizados”, identificándose como primer motivo de contagio “los asuntos de drogas”, nos relata el valenciano.

Los afectados que se congregan dentro del recinto hospitalario coinciden al definir a la enfermedad: “Es una espada de Damocles”. Conocida como la ‘enfermedad silenciosa’, las personas infectadas comienzan a notar síntomas cuando el hígado está gravemente dañado, si lo sumamos a las cifras que se estiman de portadores del virus en nuestro país –entre 70. 000 y 800. 000-, el problema con la accesibilidad a los tratamientos de la hepatitis C atañe a mucha gente.

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Comienza la carrera y en un momento perdemos de vista a los corredores, mientras, varios afectados, amigos, familiares y ciudadanos se dirigen a buen ritmo hacia la plaza de Legazpi. Entonces se dan las primeras consignas, coreadas con energía, "Sanidad pública" y "no son muertes, son asesinatos" son las más repetidas.

A través de la calle Antonio López la marcha avanza y empiezan a vislumbrarse los primeros dispositivos policiales desplegados. Dejando atrás Legazpi, a la marcha comienzan a sumarse varios grupos políticos como Podemos, PSOE o Izquierda Unida, este último encabezado por el portavoz de Izquierda Unida, Cayo Lara, y el diputado Gaspar Llamazares. En la pancarta que portan puede leerse: “No son muertes, son asesinatos”.

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Plaza por plaza y punto de encuentro por punto de encuentro, los asistentes a la marcha se van sumando a la marea general. Primero Legazpi, después Atocha, desde Cibeles hasta Callao para recoger finalmente al último grupo en el intercambiador de Moncloa y marchar hacia el palacio presidencial.

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Entre los asistentes se encuentran familias enteras de afectados, como Paco Priedrabuena que posa orgulloso junto a todos los miembros de su familia que le acompañan activamente en la marcha. Muchos coinciden que esta normalización de la afección “es como salir del armario”, afirman que la visibilidad mediática ha sido gracias a los afectados encerrados en el Hospital Doce de Octubre desde el pasado 17 de diciembre.

Armados con carracas y pitos, a voz en grito, defienden el derecho de un tratamiento eficaz para todos, no solo para los casos más graves como se hace actualmente.

Tras atravesar Ciudad Universitaria, la marcha se encuentra con un contundente cordón policial que solo permite el paso hacia el Palacio de La Moncloa a un reducido grupo de la Plataforma de los Afectados por la Hepatitis C, los portavoces como Mario Cortés y algunos más acuden como representación de todos los que reclaman al unísono el lema “Tratamiento para todos”.

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En el texto dirigido a Rajoy, instan a emitir licencias obligatorias que permitan el uso de los fármacos de última generación sin el consentimiento de los dueños de las patentes, puesto que califican la situación de “emergencia” para la salud pública española, donde mueren once personas al día por hepatitis C.

Mientras la cabeza de la marcha logra entregar el escrito en la Moncloa, el resto se agolpan fuera del cordón, comparten los últimos cánticos y comienzan a disolverse, dejando un buen y esperanzador sabor de boca. Ahora la pelota está en otro tejado.