Ocio y cultura

12 buenas razones para viajar a Tailandia

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Hubo un tiempo en que Tailandia era uno de los secretos mejor guardados del planeta. Sus virginales islas, sus enormes pináculos graníticos y el color turquesa de sus aguas lo convertían en uno de los paraísos más singulares del mundo. Pero todo eso terminó. La antigua Siam era una joya demasiado valiosa como para ser obviada por el resto de los mortales.

A mediados de los 80, las primeras oleadas de turistas empezaron a “invadir” el país robándole parte de su encanto y misticismo. Sin embargo, ninguno de ellos consiguió arrebatarle su alma, ni borrar la sonrisa de los tailandeses. Aquí va una lista con 12 motivos por los que visitar uno de los lugares más hedonistas de la Tierra.

De la misma manera que le pasa a la mayor parte del Sudeste Asiático, Tailandia es un país muy seguro para el visitante. Si se actúa con un mínimo de conocimiento rara vez surgirán problemas a lo largo del viaje, aun así no está de más llevar anotado el número de la policía turística (telf.: 1155). Asimismo, no se ha de bajar la guardia en la capital con algunos de los timos clásicos al turista, como: inflar los precios del taxi, los paseos interesados en tuk-tuk, los cierres de templos ficticios con el fin de llevar al turista a otro lugar con algún interés oculto, etc.

Aunque hace una década era un país mucho más barato, Tailandia sigue siendo sumamente asequible para cualquier europeo. Se puede comer en un puesto de la calle por unos 30-40 baths (0,75 €), en un restaurante local por unos 120 baths (3 €) y en uno turístico a partir de 300 baths (7,50 €). En cuanto al alojamiento, los precios varían según la ciudad/isla, pero desde 5 euros se pueden encontrar habitaciones básicas en una guesthouse. Los transportes son también muy baratos: un tren cama de 16 horas de Bangkok a Chiang Mai ronda los 600 baths (15 €), los barcos a las islas están entre 100-400 baths (2,5-10 €), mientras que los transportes urbanos en grandes ciudades como Bangkok se cogen por tan solo unos céntimos de euro.

No es de extrañar que a Tailandia se la conozca como el “país de la eterna sonrisa”. Nada más aterrizar en su capital uno ya percibe la amabilidad, cortesía, hospitalidad y el carácter relajado de sus gentes. A pesar de la barrera idiomática el tailandés siempre tendrá un gesto sonriente hacia el turista y una inclinación de cabeza hacia su interlocutor en señal de respeto y educación. Los tailandeses son tranquilos, viven la vida con una gran paz sorbida del budismo, idolatran a Buda y sienten un gran respeto por la familia real, siendo su rey el monarca vivo que más tiempo lleva en el trono (67 años). Todos los días el país se paraliza un minuto mientras suenan los compases del himno nacional.

Si por algo ha traspasado fronteras la antigua Siam es por sus paradisíacas islas. Auténticas joyas apostadas a ambos lados del continente. En la parte occidental, bañadas por el mar de Andamán se localizan, entre otras, Ko Lipe, Ko Tarutau, Ko Lanta o Ko Phi Phi, esta última es una de las más espectaculares del país y cuenta con playas y paisajes que quitan el hipo. No obstante, la mano del hombre se ha empeñado en urbanizar sin cabeza y la ha robado gran parte de su encanto.  Del lado este (Golfo de Tailandia) quedan: Ko Samui, Ko Pha-Ngan y Ko Tao, que también han sufrido la “fiebre del cemento” en sus propias carnes pero que siguen siendo lugares idílicos para descansar mientras se disfruta de sus aguas cristalinas.

Tailandia es un país fácil en todos los sentidos, incluido en movilidad y transporte. Hasta el viajero más novato sería capaz de trazar un itinerario sin tener que romperse mucho la cabeza. En todo el país es muy típico que te vendan en los propios alojamientos o en cualquier oficina de turismo el “pack completo” bus+ferry, el precio en muchos casos es el mismo que si se tratase de hacer por cuenta propia el mismo itinerario por lo que ir desde cualquier punto del país a una isla o viceversa es sumamente sencillo. Mención aparte merecen los vuelos internos: son baratos, ahorran tiempo en los desplazamientos y son uno de los mayores cebos con los que Tailandia atrae viajeros de todo el mundo a su territorio.

Que la palabra utilizada por los tailandeses para referirse a comer sea kin kao (literalmente, comer arroz), ya dice mucho sobre cuál es la base de su gastronomía. Tailandia es el mayor exportador de arroz a nivel mundial  y la mayoría de sus platos incluyen el cereal. A parte, son muy frecuentes los fideos (noodles), usados unas veces para hacer sopa y otras para freir en un wok. El wok es la sartén que suelen utilizar los tailandeses para cocinar, generalmente usando aceite de palma.  Los platos más populares y que no se deben pasar por alto son: el phat thai, el khao phat y el kai phat bai ka-phrao kai. Los curries, las gambas, el calamar, la soja, las verduras y el pollo son algunos de los ingredientes básicos en la excelente y saludable alimentación “thai”. 

Tailandia se lo sabe pasar bien. A lo largo de todo el año hay fiestas y celebraciones, la mayoría relacionadas con la religión y las supersticiones. El Songkran (fiesta del agua) conmemora el año nuevo budista, es una de las más populares y se celebra con especial intensidad en la mítica Khao San Road, en Bangkok. Existen fiestas sumamente extrañas como el Festival Vegetariano de Phuket, en las que los más osados se atraviesan la cara con piercings de tamaños desorbitados, o el Festival de los Tatuajes, que tiene lugar en el templo de Wat Bang Pha, en la localidad de Nakhon Chaisi.

Uno de los mayores placeres del país son los masajes. Desde 150 baths (poco más de 3 euros) cualquiera puede darse un masaje de una hora de duración. Los tres más típicos son el "thai massage", que es el más tradicional e intenso; el “foot massage” o masaje de pies; y el “oil massage”, que es un masaje con aceite mucho más relajante. Existen otras especialidades con aloe vera y otras cremas y lociones. Asimismo se puede probar el “fish massage” que consiste en introducir los pies en grandes acuarios llenos de pececillos que se encargan de morder impurezas y pieles muertas. 

La mayor parte de los vuelos procedentes de Europa que se dirigen a la región del Sudeste Asiático aterrizan en Bangkok. El aeropuerto de Suvarnabhumi (BKK) es uno de los que mayor volumen de pasajeros mueve en el mundo, de los cuales un buen número viajan hasta la capital tailandesa con la idea de pasar unos meses explorando los países vecinos, principalmente Laos, Vietnam, Camboya y Birmania (Myanmar). Bangkok es la ciudad de la zona desde la que parten más vuelos de bajo coste a los países vecinos, por lo tanto es una buena base de operaciones para organizar un viaje por toda la región. Air Asia es la crème de la crème de las compañías aéreas “low cost”, el sueño de todo viajero con poco presupuesto.

No todo son islas paradisíacas en Tailandia. El “país de la eterna sonrisa” está tapizado en verde, su naturaleza es salvaje y cuenta con una variada gama de especies animales y vegetales. Su territorio está plagado de bosques y parques naturales: Khao Yai, Khao Sok, Umphang y Doi Inthanon son solo algunos de los más destacados. Para acceder a estos parques se suele pagar alrededor de 10 euros, disponiendo de cabañas y bungalós para pernoctar dentro de sus límites, en la mayoría de los casos. Hacer una caminata por alguno de ellos es la mejor manera de contactar con la naturaleza y disfrutar de los paisajes selváticos, las montañas, los arrozales, los ríos, las cascadas y los saltos de agua. 

Los amantes de la arquitectura centenaria tienen un motivo más para viajar a un país plagado de templos budistas. Tailandia tiene su “Angkor particular” en Sukhotai, cuyo parque histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad contando con los vestigios de 21 edificios de interés. Ayyutahaya, la antigua capital, es otro de los lugares que concentran un mayor número de templos, siendo posible realizar una excursión de un día desde Bangkok. Asimismo, la capital cuenta con algunos de los templos más hermosos del país como el Wat Arun y el Wat Po.

La cerveza es otro de los sellos de identidad del país. Las marcas más populares son: Chang, Shinga y Leo. La primera es la más vendida de las tres y la que tiene mayor gradación, superando los 6 grados de alcohol. La Shinga es la más suave, mientras que la Leo tiene más cuerpo que la Shinga, pero menos alcohol que la Chang. Todo viaje a Tailandia (se beba o no), estará marcado por las cervezas, a todas horas consumidas por las hordas de turistas en los bares y restaurantes de las islas y ciudades. Por todo esto no es de extrañar que uno de los souvenirs favoritos de quienes visitan el país sea una camiseta con la marca impresa de una de estas cervezas.

 

 
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