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Putin acusado de la muerte de Alexander Litvinenko

Alexander Litvinenko fue envenenado en Londres en 2006 y este jueves un informe desvela detalles sobre la investigación del caso

Vladimir Putin, acusado de la muerte de Alexander Litvinenko.

Londres

La mano que está detrás del envenenamiento con polonio-210 de Alexander Litvinenko es, “muy probablemente”, la del presidente Vladimir Putin. A esa conclusión ha llegado la investigación encargada por el gobierno británico sobre la muerte del antiguo espía ruso, que vivía exiliado en Londres. Fue en el hotel Millenium, a dos pasos de la embajada de Estados Unidos, donde en Noviembre del 2006, los exagentes rusos Andrei Lugovoy y Dmitry Kovtun, llegados directamente de Moscú, se reunieron con Litvinenko y pusieron la sustancia radioactiva en la taza de té que estaba tomando. Ambos están acusados por la Fiscalía británica de ser los autores materiales del crimen y ha reclamado repetidamente su extradición a Moscú.

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Pero el presidente de la investigación, el juez Robert Owen, afirma que se trató, “de una operación del Servicio Federal de Seguridad, FSB (los servicios secretos rusos), probablemente aprobada por Patrouchev (Nikolai Patrouchev ex jefe de la FSB) y también por el presidente Putin”.

El presidente ruso firmó la orden de asesinar, a quien se había convertido en un enemigo molesto y con quien mantenía “una larga disputa”. Litvinenko de 43 años, exiliado en Londres y con nacionalidad británica, tardó tres semanas en morir y durante la larga agonía acusó a Putin de su muerte, en los interrogatorios que llevó a cabo Scotland Yard. "Este ha sido un asesinato calculado y a sangre fría, que causó enorme sufrimiento a Alexander y a su familia y que no consideró la seguridad del público en Londres", ha señalado la policía en un comunicado.

Las conclusiones de la investigación enfrentan al gobierno británico a un difícil dilema. Lo ocurrido no puede ser más grave. Un Estado extranjero mata un ciudadano británico, en suelo británico. Lo hace además con una sustancia, sólo accesible a funcionarios del gobierno ruso, que dejó un rastro de radioactividad en 40 lugares diferentes de Londres, poniendo en peligro a la población. David Cameron ha calificado lo ocurrido de “particularmente alarmante”. Pero las sanciones anunciadas hasta ahora por su gobierno, como la convocatoria del embajador ruso en Londres, la congelación de los fondos de los dos autores del crimen, el mantenimiento de la orden de arresto internacional contra ellos y una nueva reclamación de su extradición, serán posiblemente todo lo que vaya a hacer.

Lanzar una guerra diplomática contra Rusia a gran escala, pondría en peligro la colaboración de Putin, en la búsqueda de una solución al conflicto en Siria y la lucha contra el Estado Islámico. Marina Litvinenko, la viuda del exespía ha pedido sin embargo, “sanciones económicas” contra Rusia, “la prohibición de viajar” de varias personalidades rusas, incluido el propio Putin y la expulsión de los espías que se encuentran en la embajada rusa del Reino Unido.

Desde Rusia, el ministerio de Exteriores ha respondido con un comunicado, lamentando “que este caso puramente penal se haya politizado y ensombrezca la atmósfera general de las relaciones bilaterales”. El texto indica que “el proceso no ha sido transparente” y tenía “claras connotaciones políticas” que ponen en duda su objetividad e imparcialidad.

Litvinenko, que según su viuda trabajaba para los servicios secretos británicos y españoles, se disponía a testificar en España sobre los vínculos de las autoridades rusas al más alto nivel, con las actividades de la mafia en suelo español.

 
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