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ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA

Héroes de Chernóbil, 30 años después

El testimonio de quien, treinta años después de la tragedia, puede vivir para contarlo

Kiev

En la sala de ceremonias resuenan los nombres de los liquidadores. Uno a uno suben a la tribuna: algunos en silla de ruedas, otros apoyándose en unas muletas, la mayoría arrastrando una vejez prematura. Entre aplausos, recogen una medalla que rememora su heroísmo, pero que sobretodo atestigua que todavía están vivos, treinta años después del accidente de Chernóbil.

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Muchos de sus compañeros ya han muerto, como el soldado Boris, marido de Tatiana Protsenko."Tan solo trabajó un minuto sobre el techo del reactor, pero ese minuto le quitó la vida", explica. Los reclutas eran enviados sobre la cubierta para recoger el material radioactivo con una simple protección de plomo que se mostró totalmente insuficiente.

Los liquidadores fueron los hombres y mujeres que participaron directamente en la contención de la radiación. Bomberos, ingenieros o simples trabajadores. Y entre ellos el capitán de policía Valeri Chaika. Hoy lleva uniforme de gala y la pechera llena de medallas. Pero no puede reprimir las lágrimas al recordar. "Recogíamos los animales, los perros y los gatos, porque a nivel del suelo la radiación era más intensa. Fueron los primeros en morir", rememora.

Un trabajador alimenta caballos en la Reserva Radioecológica Estatal dentro de la zona de exclusión a 30 kilómetros del reactor nuclear de Chernóbil

Un trabajador alimenta caballos en la Reserva Radioecológica Estatal dentro de la zona de exclusión a 30 kilómetros del reactor nuclear de Chernóbil / TATYANA ZENKOVICH

Un trabajador alimenta caballos en la Reserva Radioecológica Estatal dentro de la zona de exclusión a 30 kilómetros del reactor nuclear de Chernóbil

Un trabajador alimenta caballos en la Reserva Radioecológica Estatal dentro de la zona de exclusión a 30 kilómetros del reactor nuclear de Chernóbil / TATYANA ZENKOVICH

Las inmensas dosis de radiación que recibieron les han dejado secuelas de por vida. Cánceres de tiroides, problemas cardiovasculares, trastornos digestivos, que se acumulan en sus cuerpos. "Perdimos la juventud. Estábamos llenos de energía y de fuerza y ahora me siento como un caballo viejo", explica el conductor de ambulancias Vasil Lievkovski. Cada año pasa al menos 22 días en el hospital recibiendo atención médica. Y siguiendo los consejos de los doctores, se resignó a no tener hijos por miedo a las malformaciones.

Al difícil cuadro médico de los liquidadores, se suma ahora la crisis económica por la que atraviesa el país y que se ha traducido en una reducción de sus pensiones.

 
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