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MENA Frontera Sur

Melilla no quiere a los menores marroquíes

Centenares de menores marroquíes no acompañados sortean la frontera entre Marruecos y España y malviven en Melilla. Además de arriesgar sus vidas, se enfrentan a la violencia social, policial y administrativa.

CADENA SER

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A los alrededores del centro de acogida del Fuerte de la Purísima de Melilla, antiguamente un cuartel militar, resuenan las mismas palabras de Mohamed Chukri en el documental Maldita calle (2003): "No vivimos. Soportamos la vida". Es Alí, un chico de 13 años marroquí que se coló por la frontera de Barrio Chino aprovechando el tránsito de los porteadores. Confiesa: "No quiero regresar a Marruecos". De momento asegura que sigue en el centro de acogida con talleres de formación, y sueña con lograr "trabajar en España". Sin embargo con esa edad tendría que estar en la escuela, obligatoria hasta los 16 años.

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"El centro está saturado", se queja a la Cadena SER uno de sus trabajadores sociales. Con una capacidad de 180 plazas, acoge hasta 360 menores extranjeros no acompañados (MENA). No todos los tutelados se adaptan al centro, sobre el que recaen denuncias de maltrato por parte del personal y hacinamiento. "La violencia directa tanto física como psicológica ejercida por las y los educadores de los centros (la mayoría de La Purísima), a la que nos referimos como violencia educativa, es la que más mencionan los chavales en sus respuestas", recoge el informe De niños en peligro a niños peligrosos de la asociación melillense Harraga.

Trámites imposibles

Además están los adolescentes acogidos que se acercan a los 18 años; recibirán un permiso de residencia temporal y de nuevo se enfrentarán solos a la realidad en la calle. "Los niños son engañados entre trámites burocráticos y vacíos legales. Viéndose obligados a abandonar el centro el mismo día que cumplen la mayoría de edad sin ser informados absolutamente de nada", denunció Harraga.

Estos menores, la mayoría marroquíes y argelinos, malviven en las calles de Melilla, duermen a la intemperie, piden en los supermercados y se concentran principalmente en el puerto a la espera de la oportunidad de colarse en un barco rumbo a la península. En la ciudad autónoma hay medio millar de menores acogidos, pero en la calle dependiendo de la época se mueven entre 60 y 90.

A ese lado de la frontera, en España, a pesar de las leyes de protección de menores, también sufren un abandono total porque "el sistema de aceptación social no existe", denuncia constantemente la asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein). La situación es comparable a 1998 cuando no había centros de acogida en la ciudad porque "ya no son una referencia", denuncia esta organización.

Actualmente también se encuentran muchas dificultades administrativas para conseguir "los papeles" e incluso la escolarización. Lo que la asociación Harraga denomina "violencia documental". "Una abogada pasó 12 horas haciendo gestiones para que las instituciones implicadas en el control, asistencia y protección de menores en Melilla (consejería de Bienestar Social, centro La Purísima y Fiscalía de guardia) se responsabilizarán de un menor provisto de libro de familia. Solo la Policía Local hizo su trabajo pero no pudo ingresar al chaval en un centro de menores porque los demás no realizaron el suyo. La fiscal de guardia ni siquiera recibió a la letrada", denunció recientemente en las redes sociales José Palazón de Prodein.

Rechazados por las instituciones

El año pasado entraron casi 1.200 MENA a Melilla, que dispone de un centro de internamiento para menores derivados por la fiscalía, la Gota de leche y el centro de acogida La Purísima. "Son menores que andan por la ciudad y cometen algún delito, aunque no se les puede criminalizar a todos. Hay un grupo que crea una cierta sensación de inseguridad. Su objetivo es llegar al puerto por la escollera, a nado desde el dique o desde las torres, y colarse en un barco. Para llegar a España se meten en camiones con chatarra o con cemento, donde sea", explicó en una entrevista a Cadena SER el comandante de la Guardia Civil, Arturo Ortega Navas.

Las fuerzas de seguridad organizan batidas con perros detectores de personas para localizarlos y que no se arriesguen a tirarse al agua, porque la mayoría no sabe nadar, o para que no se metan entre la chatarra "porque se cortan y se matan", explicó Navas. Después los devuelven al centro La Purísima. En 2005 solo la Guardia Civil realizó casi 4.000 traslados. Algunos de los menores aseguran que los cogen y los suben a los coches con la intención de llevarlos al centro de menores pero que en ocasiones los dejan en zonas alejadas y los agreden. "Me iban a subir al centro pero me llevaron a los Pinos, me tiraron del coche y empezaron a pegarme por la cara. Me pegaron bien, me subieron al coche y me soltaron en el centro", confesó Aziz, un joven marroquí de 16 años, a las trabajadoras sociales de Harraga.

Los menores se enfrentan diariamente al peligro del "risky". Término que acuñó el escritor marroquí Mohamed Chukri, y que ahora también utilizan los chicos de la calle al intentar colarse en el ferry. "El risky es conseguir meterte en el barco sin que la policía te pille, los perros te huelan o el detector de latidos te localice", asegura Bilel en su testimonio al informe de Harraga.

Un viaje peligroso

"Los niños de la calle de Melilla presentan numerosas heridas, cortes, infecciones y hongos. Debido a su situación de desamparo y al abandono que sufren por parte del sistema de (des)protección de menores que vulnera constantemente sus derechos, nos vemos con la obligación moral de cubrir sus necesidades más básicas debido a la dificultad que presentan a la hora de recibir la atención sanitaria primaria", denunció la asociación Harraga en su página de Facebook. Sufren la discriminación social de los vecinos, que se quejan de inseguridad, cuando el índice de delitos cometidos por menores no llega al 10%, según la misma asociación; e incluso a los abusos sexuales por parte de pederastas en parques de la ciudad durante la madrugada, explicó una fuente policial a la SER.

Los ciudadanos de Melilla se enfrentan a los menores en la calle con miedo e inseguridad en la mayoría de los casos. Sobre todo si es de noche o son adolescentes. El 70% de los entrevistados por Harraga piensa que "no deberían estar en la calle porque roban, molestan, dan miedo y mala imagen a la ciudad".

Las autoridades locales tampoco quieren a los menores en las calles de Melilla. El presidente de la ciudad autónoma, José Imbroda, defiende la repatriación de los menores a sus países de origen (la mayoría proceden de Marruecos) para que estén con sus familias, o su traslado a la península.

 
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