Adiós a Margallo, el ministro de Gibraltar
Margallo, veterano político con una relación muy estrecha con Rajoy, abandona Exteriores
Madrid
Quienes han escuchado en estos 4+1 años como ministro a José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) saben que si hay un documento histórico al que le gusta referirse, además de la Constitución, es al Tratado de Utrecht. Es un conjunto de acuerdos entre España y Reino Unido, firmados entre 1713 y 1715, que pone las condiciones a la paz tras la Guerra de Sucesión. Pero en lo fundamental es el tratado que regula la ocupación británica del Peñón de Gibraltar. Y si hay un tema que marca su etapa en el Palacio de Santa Cruz, la sede del Ministerio de Exteriores, es el de Gibraltar.
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Desde luego no porque García-Margallo no haya tenido que llevar asuntos complejos en su paso por el ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, sino por su querencia personal por el tema. Hasta el punto de que al poco de votar los británicos en referéndum a favor del brexit, Margallo vió en ello la “mayor oportunidad para España” en el Peñón desde el siglo XVIII.
En realidad, el brexit, como otra capa más de la multicrisis de la Unión Europea, representa mucho mejor el tipo de problemas a los que este abogado e inspector de Finanzas del Estado ha tenido que enfrentarse en Exteriores. García-Margallo ha hecho gran parte de su carrera política como europarlamentario, así que conoce bien los entresijos de las instituciones con las que ha tenido que lidiar desde el Gobierno español. La crisis de Grecia, la del euro, la de la atención a los refugiados o la propia crisis española han sido la constante en las relaciones con el resto de países europeos.
Ante la revolución popular en Siria y la posterior guerra civil, García-Margallo pasó del entusiasmo en la defensa de la oposición política y sus milicias a terminar diciendo en 2015 que “ha llegado el momento de entablar negociaciones con al Assad”.
Las tiranteces entre los gobiernos de España y Venezuela han sido uno de los puntos calientes de la política Exterior en Hispanoamérica en este periodo. Las tensiones en otros momentos de la historia reciente han tenido como consecuencia que en otro gran eje de la proyección española al Exterior, el de Cuba, el papel de este gobierno haya sido considerado irrelevante por muchas voces del mundo de la diplomacia.
En la otra rama de su ministerio, la de Cooperación, Margallo recibió un legado de recortes históricos en lo que España destinaba a desarrollo y ayuda internacional. El presupuesto del Ministerio no ha hecho en estos cinco años más que prolongar esa situación, condenando también aquí al país a la irrelevancia.
La corrupción que salpica a los populares ha provocado también la mayor crisis interna en su ministerio. En diciembre de 2015, García-Margallo recibió la carta de dimisión del embajador en la India, Gustavo de Arístegui. Aunque diplomático de carrera, Arístegui era sobretodo un político que, junto a su compañero en el PP Pedro Gómez de la Serna, recibió millones de euros en comisiones por asesorar a empresas españolas en el extranjero, según documentos publicados entonces por la Cadena SER.
Pero un perfil sobre la etapa de Margallo en Exteriores estaría incompleto sin recoger que, con un ojo puesto en su ministerio, el otro ha estado siempre en la política nacional, con un tema predilecto: Cataluña. García-Margallo es de los pocos ministros que ha hablado sin reparos y que más ha insistido en la necesidad de buscar vías de superación de la crisis política en la relación con Cataluña.