La reportera de '21 días': "Me enamoré de un refugiado y terminó en la cárcel"
Meritxell Martorell pasó 21 días junto a un grupo de refugiados sirios en Lesbos antes de partir a Alemania. Allí surgió el amor pero el camino para volver a estar juntos no fue fácil
Madrid
Las reporteras del programa 21 días, de Cuatro, siempre viven en primera persona, como una más, el tema a tratar en cada capítulo. Cuando la periodista Meritxell Martorell partió a Lesbos para conocer el día a día de los refugiados, no podía ni imaginar lo real que iba a ser esa experiencia. Allí conoció a Harud: "Él se interesa por mi historia, le sorprende que una periodista esté durmiendo en el mismo autobús que los refugiados, no había visto antes ningún programa de periodismo vivencial. No deja de interrogarme. Estoy acelerada y lo cuento todo con entusiasmo. Le hablo de mi trabajo, de mis viajes, de mi familia. Él también es periodista, aunque se define como activista y defensor de los derechos humanos", cuenta Martorell en Vice, donde ha relatado toda la historia de principio a fin. Harud no estaba allí para hacer ningún reportaje. Llevaba más de dos años separado de su familia en ese momento.
Durante los días siguientes, Meritxell Martorell sigue con su trabajo pero saca tiempo para compartir un café diario con Harud. Un día, él comienza a llamarle a gritos: "Meritxell, ven al bus. Me preocupo y voy pitando. "¿Qué pasa? ¿Estáis todos bien? Con los ojos llorosos me dice que salimos ya, que nuestro bus ha sido elegido para cruzar la frontera. ¡Nos vamos!" Fueron juntos hacia el campo de refugiados de Idomeni, donde pasaron la noche. Al día siguiente se separarían, Harud ya partiría hacia Alemania, donde se le había asignado. Tras una despedida televisada, se intercambian el WhatsApp y Facebook. Prometen mantener el contacto.
"Me duermo pensando en Harud y a la mañana siguiente recibo la noticia de que ha llegado a Hannover, Alemania. Casualmente Sabber y todo el grupo de yazidíes han sido destinados a la misma ciudad y llegan por la tarde. No lo dudo ni un segundo, me compro un vuelo a Alemania", relata. A los pocos días vuelven a verse: "Quedo con Harud en la estación de trenes y cuando lo veo me tiro a sus brazos de un salto, está sano y salvo. Recorremos la fría ciudad alemana y vivimos nuestra historia intensamente. Somos inocentes y abrazamos ese momento mágico para no dejarlo ir jamás".
Ese momento mágico se acababa. Harud y Meritxell estaban en el aeropuerto a punto de despedirse cuando decidieron dar un giro a su historia: "Abro mi aplicación BlaBlaCar y veo que hay un coche que sale mañana de Hannover hacia Barcelona. Sin duda alguna es el destino. Adiós al avión. Llegamos a mi ciudad, drogados de ilusión y de desconocimiento, imprudentes e insensatos como nunca". Pero al llegar a Barcelona e informarse sobre las opciones de asilo parece que no es tarea fácil: "Aparentemente España ahora no da asilo político a iraníes y menos aún cuando descubran que Harud ya había sido destinado a Alemania. Ha incumplido la normativa y, al tenerlo en casa, yo también lo estoy haciendo", reconoce Meritxell.
Deciden que lo mejor es que Harud vuelva a Alemania, hacer las cosas legalmente y dejar que el tiempo pase. Mientras él está de camino, Meritxell recibe un mensaje del conductor de BlablaCar: "Dice que Harud ha sido detenido en la frontera de España con Francia. Le han sacado el móvil y está en la cárcel". La periodista no sabe nada de él durante casi en un mes pero un día suena el teléfono: "¡Es Harud! ¡Está libre! Voy a verlo a Ceret, ciudad francesa a los pies de los Pirineos. Tiene buenas noticias, las autoridades francesas han decidido estudiar su caso y darle asilo. Al final, me dice, no hay mal que por bien no venga".
Meritxell termina su historia con final feliz: “Harud está viviendo en Lyon, ha conseguido trabajo en Amnistía Internacional y está cumpliendo su sueño de trabajar en Europa como representante de Derechos Humanos”. En las últimas líneas, la periodista recuerda que el resto de amigos que hizo durante ese reportaje “siguen esperando en el campo de refugiados de Hannover, todavía sin asilo, todavía haciendo colas”.