Gastro | Ocio y cultura

El Planeta de los vinos

El Casino de Madrid acogerá el 26 de marzo la décima edición de la Cata por Parejas de Vila Viniteca, organizada por el marchante y activista del vino Quim Vila y dotada con un premio de 40.000 euros para los ganadores

Quim Vila catando a 100 metros de altura. / RAMON IGLESIAS

Barcelona

Cuando hace 10 años Quim Vila, el gran marchante y activista vinícola, puso en marcha la cata por parejas, nunca imaginó que una década después anunciaría que aspira a convertir este concurso en "el premio Planeta de los vinos”. Quim lo cuenta con una copa de Château Mouton Rothschild del 2006 en la mano y a 110 metros de altura. En el Marea Alta, el restaurante que tiene a Barcelona y Cristóbal Colón a sus pies. El concurso abre la inscripción online la noche de Reyes de cada año y en poco más de 10 minutos solo queda una larga lista de espera.

La cata por parejas se celebra cada año, alternando Barcelona y Madrid. Las bodas de aluminio las celebra este año en la capital española. El 26 de marzo. En el Casino de Madrid. 240 catadores entrenan sus sentidos para hacerse con el premio Vila Viniteca de Cata por Parejas que, este año de efeméride, dispara su dotación hasta los 40.000 euros. Quim Vila tiene decididos algunos de los vinos. No todos. Se reserva seleccionar algunos el penúltimo día “porque ya sabes que los vinos se expresan de forma distinta cada día”. Seguro que habrá algún cava o un espumoso, algún vino nacional y sería muy raro que se saltase Francia. ¡Pero igual no! Lo que es seguro que no faltará es alguna rareza imposible de descifrar. Algún año ha sido en forma de dulce del Véneto. Otro, un rancio seco muy alejado de Andalucía o un cabernet sauvignon del Líbano.

No es fácil ganar. Ni tan siquiera acertar medio vino. En alguna de estas catas, grandes sumilleres o enólogos han sido incapaces de distinguir entre un cava y un champán o entre un chardonnay de la Bourgogne y un chardonnay del californiano valle de Napa. No han llegado al ‘tierra trágame’ del gran experto de La cata de Roald Dahl, pero a alguno poco le ha faltado.

El concurso está bajo supervisión presencial de notario, con un sistema de control del secreto de los vinos digno de cualquier agencia de inteligencia. Por la mañana, las 120 parejas prueban 7 vinos en la fase clasificatoria. Los vinos se sirven casi simultáneamente por camareros que desconocen el contenido de ninguna de los cientos de copas modelo Chianti de Riedel que sirven en formación. De cada vino, las parejas deben o pueden descubrir el país, la denominación la añada, el elaborador, la marca y la zona de origen. 14 puntos en juego en cada copa. Las parejas exploran colores, sensaciones, aromas, frio, calor, flores, taninos… Discuten, se apasionan, cierran los ojos y viajan por todo el globo asomando la nariz dentro de la copa convertida en una nave de tele transportación. Durante 90 minutos saltan de un vino a otro, apuntan notas de cata (fundamentales para desempatar). Terminada la hora, rápidamente la organización retira los sobres con las anotaciones de todas las parejas y un jurado formado por 8 sabios del vino dicta sentencia: diez parejas pasan a la gran final de la tarde.

Estas 10 parejas se enfrentan a siete vinos más en una hora de tensión y expectación. La cosa va en serio. Los profesionales se juegan su prestigio y los aficionados profesionales el estrellato en este apasionado mundillo de los vinos. Es muy difícil. Dificilísimo. Grandes expertos caen contra grandes aficionados. El año pasado la máxima distinción se la llevaron dos ingenieros industriales locos por el vino y por el camino cayeron grandes profesionales. Pero todos disfrutando de esta fantástica experiencia que consiste en poner en común sensaciones para consensuar una casi seguro error final.

 
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