La cinta sobre el lodazal

Madrid

Quizá el Gobierno pensó la última semana que lo peor ya había pasado, porque era difícil que se diera una sucesión tan sostenida de escándalos que no es que toque a un partido, sino que compromete el crédito de algunas de las instituciones más importantes del Estado. Pero la sucesión se sucede y el escándalo por la Operación Lezo no lo calma ni la tercera dimisión de Esperanza Aguirre, por mucho que aliviara al PP de Cifuentes y al de Rajoy. A la semana negra para el Gobierno le ha seguido otra aún más difícil, con los mensajes del ministro Catalá, las noticias que la Guardia Civil obtenía con micrófono oculto, la cuenta en Suiza de Ignacio González que el PP ya conocía o el mismísimo secretario de Estado de Seguridad diciéndose víctima de una cacería.

Cualquiera de esos titulares sacudiría a cualquier Gobierno, pero a Mariano Rajoy le distingue una estrategia: la impasibilidad, que no le ha fallado nunca. Cuando más dura era la tormenta, el presidente del Gobierno tuiteó una foto en la que se le veía andar sobre una cinta estática, con las que se puede caminar sin moverse del sitio. Sobre esa cinta espera el presidente cruzar el lodazal, pese a la amenaza de una moción de censura que ya sabe que no prosperará.

La fotografía de Rajoy en la cinta está entre las más elocuentes de la semana. La imagen se tomó en Brasil, donde el presidente fue a hacer lo que lleva haciendo en esta legislatura: buscar apoyo y proyección fuera, presentar a España como el alumno aventajado de la austeridad europea, ejemplo de recuperación, que tendrá presupuestos y que preserva cierta estabilidad en la Europa incierta con auges populistas. Observen la última reunión del Consejo de Ministros, en la que el Gobierno quiso instalar el dato del paro que prevé para 2020 (el 11%) y donde desplegó optimismo porque el PNV está a punto de asegurar las cuentas del año en curso.

El Gobierno fía su estabilidad a la economía, ahora que el PIB casi llega al nivel que tuvo antes de la crisis y se mandan a Bruselas buenos augurios económicos. Rajoy irá esta próxima semana al Congreso de los Diputados pero se evitará el trago de la sesión de control. Cuando acabe el pleno, sus presupuestos habrán superado el primer examen con una mayoría a la que no le hace falta el PSOE. Y así es como el Ejecutivo intenta cruzar el lodazal de escándalos, con apelaciones a la estabilidad, la normalidad y la tranquilidad, que son las tres palabras mágicas, la santísima trinidad en sus argumentarios.

Pero todo el mensaje económico queda sepultado en cada novedad de Lezo o de otra causa –como la Gurtel, que llevará a Rajoy a declarar como testigo– y el presidente lo afronta con la frase con la que intentó calmar a su ministro de Justicia, que se dijo harto de "las barbaridades" que se publicaban. "Son cosas que pasan", le escribió Rajoy. Esa es la estrategia del presidente, que ya le funcionó otras veces y según la cual las cosas que pasan sin que puedan evitarse. Para Rajoy, la corrupción es un fenómeno.

Con ese espíritu, en el PP interpretan que pueden salir hasta reforzados de la moción de censura que Podemos plantea sin haber buscado consenso previo y que pretende forzar a la oposición a retratarse, significativamente al PSOE, en plena batalla por el liderazgo. La moción fracasará, aunque ha permitido a Pablo Iglesias pasar del autobús -cuestionado en su propio partido- a la iniciativa parlamentaria. "Es una moción contra el PSOE, no contra Rajoy", se oyó decir en el Congreso, donde PSOE, Podemos y Ciudadanos rivalizan por pedir cuentas al Gobierno y liderar la oposición. Sobre esa rivalidad gira la cinta en la que Rajoy anda sin moverse.