Visita a la universidad que Daesh quiso destruir en Mosul
Las flores inundan todos los rincones de la zona. Pero presidiendo esta plaza se levanta una mole de hormigón destrozada por el fuego y los proyectiles. Es la biblioteca central de la Universidad de Mosul, cuya quema fue un símbolo del nihilismo de Daesh para provocar la indignación internacional
Mosul
Un grupo de estudiantes celebra su graduación sacándose fotos en la pradera de césped de la plaza central del campus. A la izquierda está el edificio de los comedores, con una terraza llena de gente comiendo y bebiendo en un día de primavera. Las flores inundan todos los rincones de la zona. Pero presidiendo esta plaza se levanta una mole de hormigón destrozada por el fuego y los proyectiles. Es la biblioteca central de la Universidad de Mosul, cuya quema fue un símbolo del nihilismo de Daesh para provocar la indignación internacional.
Millones de documentos perdidos para siempre. “Cuando volví y contemplé la escena fue horrible. Hubiera preferido que bombardearan mi casa antes que la biblioteca”, nos dice su director Mohamed Yas Mohamed. Este hombre jovial nos recibe en un edificio provisional cerca de las ruinas de la sede destruida. Calcula que se perdió un millón de libros, incluyendo varias bibliotecas privadas donadas a la universidad y miles de colecciones de publicaciones periódicas, manuscritos, libros raros, y documentos públicos desde la fundación del Estado moderno de Irak en 1921. “Cuando supimos que había sido quemada y bombardeada no pude imaginar que la situación fuera esta, pero desgraciadamente la biblioteca lo ha perdido todo”.
Aunque especialmente simbólica porque además era la mayor biblioteca de Irak y entre las más importantes de Oriente Próximo, no es el único edificio que ha quedado destruido. En el campus conviven escenas de absoluta normalidad con edificios destruidos por los bombardeos contra Daesh. La enorme facultad de Odontología es un fantasma medio destruido en mitad de la desolación. “El 70% de los edificios ha sufrido daños y más de 125 laboratorios fueron todos destruidos”, enumera el rector de la universidad Obay Said al Dewachi. “Pero estamos muy contentos de haber podido volver a nuestro campus principal y hemos insistido en volver a pesar de todos los problemas que tenemos por delante”.
Y no son pocos. Por un lado tienen que volver todavía estudiantes que se marcharon de Mosul cuando entró Daesh. Y aunque el rector dice estar gratamente sorprendido por la rapidez con que se ha recuperado el número de matrículas, hay quienes se han ido del país, quienes siguen en la zona del Kurdistán o estudiantes de minorías que no se sienten seguros de volver.
El otro problema es que para reconstruir los edificios hace falta dinero. El rector se queja de que promesas han tenido muchas, “pero hasta ahora el 90% han sido donaciones de palabra, que no han llegado”. Agradece un generador eléctrico donado desde Alemania y un acuerdo firmado entre los gobiernos de Irak y Francia para la reconstrucción, pero se lamenta: “la mayor parte del presupuesto se lo ha llevado la guerra y la bajada del petróleo ha reducido la capacidad de gasto del gobierno. Y eso nos afecta”.
Mohamed Yas, el director de la biblioteca, tampoco es complaciente con las promesas de ayuda. “Al principio nadie nos apoyó cuando volvimos –se queja incluyendo al gobierno-. Las cosas salían de nuestro bolsillo porque pensábamos que si la universidad reabría, significaba que 50.000 estudiantes volverían, que 50.000 familias volverían y con ellos la vida”.
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Pero no sólo se queja de la falta de dinero. La destrucción causada por Daesh provocó indignación internacional, y eso llevó a muchas instituciones a hacer donaciones sin pensar en las verdaderas necesidades. “Los donantes quieren sentirse bien con lo que hacen –dice Yas- y nosotros necesitamos lo que necesitamos. No queremos acabar saturados con libros que nadie quiere y nosotros no necesitamos”.
La prioridad es recibir donaciones de publicaciones electrónicas, a las que los estudiantes puedan acceder ante la falta de bibliotecas. Estudiantes como Khalima, que cuenta que ha perdido tres años de sus estudios de ciencias- “Estamos aquí, muchos hemos vuelto, nos faltan muchas cosas, nos faltan edificios, pero intentamos irnos recuperando” dice con una indisimulada alegría.
Pasó tres años en un campo de desplazados internos en Kirkuk que define como una experiencia miserable. Y ahora quiere recuperar el tiempo perdido. Al preguntarle por las elecciones dice que son siempre lo mismo y nunca cambia nada. Pero no se resiste a añadir que tiene mucha esperanza en que esta vez sirvan para algo. Ambas ideas, la de desconfianza y necesidad de creer en que esta vez sean diferentes, se repiten entre muchos mosulíes.
Khaled, un estudiante de Turismo, confía tanto en eso que no ve el momento en que ‘la ciudad de las dos primaveras’, como la conocen los iraquíes, reciba de nuevo visitas desde fuera.