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Análisis

¡Ojo! 'OT 2018' es más 'OT 2002' de lo que debería

Un parecido más que razonable

Los 16 concursantes de 'OT 2018' / TVE

Madrid

Construir un fenómeno en televisión es complicado, repetirlo es prácticamente imposible. 'OT 2017' calló bocas, le dio valor a la marca 'Operación triunfo' y traspasó la pequeña pantalla hacía lo viral, conquistando masas y colocando al programa en un estrato superior. Esto ya pasó con 'Operación triunfo 2001', pero sin todo el bullicio de las redes sociales.

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Cuando TVE dio luz verde a 'OT 2018' no se hicieron de rogar las voces más escépticas, convencidas de que esta nueva edición buscaría el éxito replicando el modelo de la anterior. Pero ya lo avisó Tinet Rubira, Director de Gestmusic: "Que nadie busque a la nueva Amaia, ni a la nueva Aitana. Es gente genuina, nueva y fresca que está dispuesta a enamorarnos". Razón no le faltaba.

'OT 2018' tiene muy poco de 'OT 2017', pero sí mucho de 'OT 2002'. Tras el estratosférico éxito del primer 'Operación triunfo', la pública buscó perfiles perfeccionados, tanto física como vocalmente. Un casting diferente en el que nadie pudiese encontrar la mínima referencia a una época pasada. Y lo mismo han hecho con 'Operación triunfo 2018'.

Los concursantes que regentan actualmente la Academia superan con creces a los de la temporada anterior y lo hacen en todos los aspectos que les atañen: voz, presencia escénica y perfil reality. Solo hay que coger la Gala 0 de una y la Gala 0 de otra para darse cuenta.

Sin embargo, gran parte del éxito de 'OT 2017' se debió precisamente a ese desastroso debut. Los espectadores supieron ver los matices que hacían especiales a cada uno de los concursantes, y se sentaron cómodamente en el sofá para disfrutar de la evolución profesional y personal de esas jóvenes promesas.

Ainhoa, Beth y Manuel Carrasco, finalistas de 'OT 2002'

Ainhoa, Beth y Manuel Carrasco, finalistas de 'OT 2002' / TVE

Lo que está pasando con 'OT 2018' es exactamente lo mismo que pasó con 'OT 2002'. Los concursantes son más solventes y perfectamente capaces desde el minuto uno. En consecuencia, no hay factor sorpresa ni margen para la improvisación y, por lo tanto, no se transmite lo más importante: la emoción.

'Operación triunfo' vuelve a ser un mero producto televisivo, uno bueno, uno que está a la altura de las circunstancias, pero que pierde ese brilló especial con el que se construye fenómenos.

 
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