Ocio y cultura

Juan Cruz: "Reconstruir la memoria es una responsabilidad sentimental"

El escritor y periodista publica 'Primeras personas', un libro en el que retrata a decenas de grandes nombres de la literatura en un intento de reconstruir la memoria afectiva y emocional que compartió con todos ellos

Madrid

Si contara las miserias, los defectos imperdonables o las mezquindades de toda la gente que ha conocido y conoce, Juan Cruz sería trending topic. Pero el escritor y periodista dice que esa no es su opción, porque no es "malista", porque "dentro de todo sí hay un pequeño no y dentro de todo no hay un pequeño sí", porque entiende que la vanidad y la soledad van de la mano, y que para crear algo uno tenga que sentirse el rey del baile aunque no haya ni reino ni baile. Cruz publica 'Primeras personas', un libro de retratos de decenas de escritores como Gunter Grass, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez, un  libro en el que describe estados de ánimo -el suyo y los ajenos- para recomponer los cristales rotos de la memoria. 

¿Uno escribe un libro de retratos para autorretratarse?

"En este caso sí, es un autorretrato con otros, como si hubiera hecho un patchwork, una trapera que dicen en Canarias. Con muchas personas he ido haciendo mi personalidad, así ha sido toda mi vida. Yo soy de mi madre, de mis hermanos, de los chicos del barrio. Yo no tengo personalidad".

No es cierto...

"Tengo una personalidad sustanciada en otras experiencias, yo era muy imitativo de niño. Imitaba al que venía a cobrar el agua, la luz. Antes no venían los bancos, venían las personas a cobrar los recibos y yo los imitaba a todos".

En este libro huye de la anécdota para retratar un estado de ánimo, el de quienes han estado cerca de usted y el suyo propio

"Sin duda, porque de todos tengo una memoria muy diversa y a veces la memoria te engaña. Cuando fijo la memoria es cuando me pongo a escribir. Por ejemplo, a (Juan José) Millás lo conozco en muchas facetas, como a (Mario) Vargas Llosa o a (Julio) Llamazares. Cuando me fijo, me fijo también en el estado de ánimo en el que estoy yo y en el que estaban ellos en esos momentos que trato de retratar".

Detecto más nostalgia en 'Primeras personas' que en libros anteriores

"Yo soy una persona habitada por la nostalgia, desde la niñez. Tengo una complicada relación con el tiempo. Teno una enfermedad que entonces parecía incurable, que se ha atenuado con el tiempo, el asma. Entonces era más difícil de curar y por tanto parecía incurable, y siempre me daba la impresión de que podía ser el último día y así me lo transmitía la sociedad que vivía a mi alrededor. Hubo momentos muy graves en que en efecto parecía que iba a ser el último momento de mi vida. Y eso se transmite, la gente transmite sus sentimientos y uno los acoge según como esté. A lo mejor vas en el autobús, en metro, en el taxi, y alguien te dice algo accidental. Y en un momento determinado no te importa nada, pero si ese día estás triste o has recibido una mala noticia, eso te puede hundir. Yo, toda mi vida he sentido el impulso de lo que ocurre como parte de lo que me ocurre".

¿Por qué emplea la imagen de cristales rotos de forma recurrente a lo largo del libro?

"Primero, porque les tengo mucho miedo. Cuando yo era un adolescente o todavía un niño sentía que nada podía hacerme daño y un día fui a una carpintería y vi un clavo que sobresalía por la punta. Yo iba con unas lonas y dije qué me puede pasar si lo piso. Y me pasó. Era como si se rompiera el pie como un cristal. En este caso, estaba empezando a escribir el libro y de pronto una maleta que yo traía de Madrid a Tenerife se abalanza, no sé por qué, por una torpeza, y rompe el cristal que guarda una foto de Gunter Grass. Y me pareció un presagio, un símbolo de lo que pasa con el tiempo. El tiempo hace añicos la memoria. Reconstruir la memoria es una responsabilidad sentimental".

'Primeras personas' se abre con el retrato de Gunter Grass, de toda esa culpa que arrastraba, de cómo hablaba de 1914 y del miedo que tenía a que todo aquello volviera...

"Él estaba en ese momento muy preocupado por la situación en España, sobre todo en Cataluña. Consideraba que el libro que estaba leyendo podía ser de lectura obligatoria en España para que no ocurriera de nuevo lo mismo. Fíjate que años después ocurrió lo mismo en Rusia, en Yugoslavia y específicamente en Eslovenia, que ahora se ha puesto de actualidad porque el presidente de la Generalitat quiere que el proceso catalán derive hacia el proceso esloveno. Si uno busca lo que decían los periódicos hace veinte años y ve lo que pasaba en Eslovenia, probablemente tendría argumentos para tener miedo. En 2015, Gunter Grass tenía miedo, y lo que ocurrió con Gunter Grass, que es de lo que parte este relato que yo escribo, es que en 1956 él contó que había sido de las SS y lo contó de nuevo, otra vez, por escrito. Pero en aquel momento pasó desapercibido porque entonces nadie estaba ajustando cuentas. Ha pasado en España igual. En los años de la Transición, a Santiago Carrillo nadie le abucheaba por la calle. Ahora, a Carrillo y a sus contrarios, les abuchearían por la calle por lo mismo que entonces se quería olvidar, no olvidar pero sí sobrepasar. No sé si tú has tenido conflictos con compañeros o amigos, que luego restituyes. Por ejemplo, yo estuve distanciado con (Juan José) Millás y para mí es muy importante haberle recuperado. A mí no me gusta terminar el día enfadado con la persona con la que me enfadé por la mañana. La sociedad tendría que hacer un esfuerzo en eso".

Nos deberían enseñar a dialogar, a negociar y a pactar en el colegio, cuando somos pequeños

"Eso ocurre en Inglaterra, a los niños se les pone a debatir en contra de sus propios pareceres. Yo tengo un nieto de 7 años y está siempre solidarizándose con el que pierde y eso no solo se puede enseñar en la casa, se tiene que enseñar en la escuela".

Habla en este libro de tres grandes editores: Peter Mayer, Amaya Elezcano y Beatriz de Moura... ¿Qué aprendió de ellos?

"A respetar el resultado del esfuerzo. Los escritores hacen un esfuerzo enorme y muchas veces queda desapercibido. Pero el editor está obligado a atenderle y hacerle la vida lo suficientemente fácil como para que solo se tenga que preocupar de lo que le dicta su imaginación. La escritura no la puede tergiversar el malestar, sino el malestar íntimo, el humano. Pero si llegas a una editorial y te encuentras con que todo es difícil, todo es complicado o hay malas caras, probablemente no darás lo mejor de ti".

Señala la responsabilidad del editor, esa ecuación según la cual el éxito es del autor y el fracaso, de quien decide publicar

"Es un oficio extraordinario, se parece al que tienen ustedes en la radio. Ustedes obtienen del que habla una declaración y se sienten contentos de que eso haya ocurrido, pero eso no lo han hecho ustedes. El editor no hace un libro, lo manda imprimir, y cuando tiene éxito es como si tú lo hubieras escrito".

¿Cuántos libros no publicó en Alfaguara que le hubiera gustado publicar?

"Muchos, muchos. 'El extranjero', de Camus, me hubiera gustado publicarlo por primera vez. Lo iba a publicar una editorial de Argel pero no tenían papel y se lo pasaron a Gallimard. Es uno de los grandes éxitos del siglo XX. Me hubiera gustado ser el editor de Scott Fitzgerald y el de Unamuno, me hubiera gustado ser amigo de Virginia Woolf, pero conocí a Doris Lessing. He conocido a mucha gente que ha escrito libros formidables".

Le imagino conversando con escritores, aun sin conocerlos...

"(Risas) Bueno, soy muy buen conversador. Lo que pasa es que me ocupo mucho, quiero que estén felices, y eso crea en uno mismo un estrés formidable".

Hablemos de sus primeras personas... Carlos Fuentes: la vanidad, el querer estar en todos sitios, el querer ser inmortal

"El querer ser querido, querido y admirado, y requerido y readmirado. Él cultivó una personalidad que terminó siendo agobiante para sus propios editores. Escribía mucho y escribía con arrogancia, siempre parecía que no se le podía tocar ni una coma. En eso era como Susan Sontag, el engreimiento le hace mucho daño al libro".

A Sontag la dibuja como la peor enemiga de sí misma...

"Sí, siempre estaba, siempre que yo la vi, estaba tratando de recibir parabienes, considerándose la reina del baile. Y, claro, uno no es el rey del baile. Sobre todo porque a veces no hay baile".

¿Ha conocido a algún escritor o escritora que no se creyera el rey o la reina del baile?

"Algunos he conocido, pero si hurgas un poco, todos, para poder escribir, tienen que sentirse un poco el rey del baile".

¿Más que un cirujano o un neurólogo?

"Es que el neurólogo trabaja con algo muy específico, lo toca, lo siente revivir. El escritor, el artista, trabaja con algo que no es evidente. Su éxito no es evidente. Y la soledad del escritor proviene de que no sabe qué va a pasar. Sin embargo, tú tienes un cuerpo humano que sufre y de pronto lo ves feliz, y eso es extraordinario. El que hace un cuadro, ve el cuadro al final. El escritor está delante de una máquina, ante un papel en blanco y no sabe qué va a pasar. Yo escribo modestamente todas las mañanas lo que emite la SER y muchas veces me levanto y no sé qué voy a escribir".

Hombres en guerra consigo mismos: Gabriel García Márquez, que parecía vivir en un carnaval permanente pero se encontraba mucho más cómodo en el silencio y en la soledad... Un hombre que a usted le provocaba tristeza...

"En los últimos tiempos fue en aumento. Le gustaba mucho estar con otros, pero no era efusivo, se notaba que estaba cómodo con otros, le gustaba escuchar a los otros y que hablaran de él. Y poco a poco se fue despegando, por razones de su enfermedad, de los demás. Al final, era alguien que se veía desde fuera y no se reconocía".

¿Se olvidó de quién era?

"Yo creo que sí. No tenía mucha conciencia de ser quien era. Pero eso no es literatura, eso fue así".

Juan Marsé: el último superviviente

"Sí, es el huérfano de todos. Fue huérfano de sus propios padres, huérfano de sus padres adoptivos, fue huérfano de sus amigos. Hoy es el superviviente de todos".

¿Cómo está Marsé?

"Bien, me llamó porque leyó el libro y me estuvo comentando. Está bien, enfadado con la vida, con lo que ocurre en Cataluña, con que el Barça juegue mal. Tiene mucha capacidad de enfado y de ternura".

Mario Benedetti era un tipo triste, ¿verdad?

"Era triste e inseguro, y esa inseguridad le impidió el sentido del humor. Siempre veía fantasmas por todas partes y tenía motivos porque era un hombre perseguido por la dictadura, vivió exilios y vivió pobremente, y eso se queda".

Y esa imagen demoledora que describe en este libro, cuando Benedetti y su mujer se están marchando de su casa en Madrid y suena el teléfono en mitad del pasillo y al otro lado no hay nadie...

"Casualmente yo estaba allí. La mayor parte de las cosas, todo, lo viví. Puedo estar equivocado, pero lo viví y lo cuento por primera vez".

¿Por qué no cuenta las miserias de todos ellos, por qué no es mezquino con esos recuerdos?

"Porque no soy malista".

Podría tener muchas portadas y titulares si contara las miserias del personal

"Sí, pero prefiero esto. Fernando Aramburu escribió un artículo en su blog sobre este libro en el que dice: conoció a todos, quiso a muchos. Yo los quiero a todos, a algunos más que a otros. Pero no malquiero, me encuentro con gente que no me saluda, que no me quiere y daría parte de lo que soy por recuperar el saludo. Pero hay momentos en que ya es imposible. Contra lo que no puedo luchar es contra la mezquindad, la maldad y la envidia".

Me viene a la cabeza la frase de Belén Gopegui en Lo real, eso de que hay que luchar para que la bondad nos pertenezca

"Sí, pero es un trabajo, no solo lo tienes que decir, lo tienes que hacer. La maldad está bien vista, este tío tiene agallas, pero no es preciso, no es imprescindible ser brutal".

Carmen Balcells lo era y usted lo cuenta en este libro...

"Sí. Balcells era eso y lo contrario: una vez me hizo poner en movimiento los helicópteros de la vuelta ciclista de la SER para salvar de un alud de nieve a su amiga Nélida Piñón. Hay de todo. En todos los corazones hay otro corazón porque si no, a los malvados no los querría nadie y también hay amor para los malvados".

En casos como el de Gunter Grass o Woody Allen, ¿usted separa entre el autor y su obra?

"Yo he leído no solo los diarios, sino las cartas de Kafka a su editor o las de Thomas Bernhard, las cartas y confesiones de Virginia Woolf, sé cosas de Baroja y de Pérez Galdós, de Concha Alós, de Ana María Matute, conozco a mucha gente y he escuchado y he leído sobre mucha gente. Si aplicáramos lo que sabemos de la gente que conocemos al resumen de su vida y lo hiciéramos solo de lo que no nos gusta, transmitiremos la idea de que hemos estado rodeados de víboras. Y yo creo que dentro de todo sí hay un pequeño no y dentro de todo no hay un pequeño sí".

Ya sé que no le gustan los espejos, pero colóquese frente a uno y dígame qué ve

"Veo a una persona que no se acostumbra a tener la edad que tiene, un ser humano inseguro que quisiera hacer más cosas que las que hace y que cuando las termina de hacer, cualquiera que sea esta, siente un segundo de satisfacción que de inmediato se convierte en inseguridad".

 
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