El forense que pone nombres a la mayor tumba del Mediterráneo
"Es imposible dragar el mar pero hay que buscar un sistema para saber cuántos son y quiénes son"
Una investigación internacional con la participación del CICR trabaja para identificar a los 1.050 víctimas del mayor naufragio documentado hasta ahora en las rutas migratorias hacia Europa
En abril de 2015 solo 28 personas sobrevivieron al choque de un pesquero sobrecargado con un carguero chino. Fueron recuperados 24 cadáveres. En una operación sin precedentes, el pesquero fue reflotado en 2016, dos años después la investigación ha dado a conocer que viajaban 300 personas más de las previstas
El Comité Internacional de la Cruz Roja ha comenzado a tomar pruebas de ADN a familias de Mauritania y Senegal que han denunciado la desaparición de sus seres queridos
José Pablo Baraybar lidera este proyecto, que usa métodos nunca usados hasta ahora como algoritmos o programas identificación facial de los cadáveres, para consolidar un sistema definitivo para la búsqueda de víctimas de los naufragios
Madrid
Tidiane Fofana es uno de los 1.100 muertos de la mayor tumba del Mediterráneo. Han tenido que pasar dos años de investigación hasta poder saber cuántos eran definitivamente sus compañeros de travesía y para empezar a poner nombres a la mayor tragedia acontecida en las rutas migratorias hacia Europa.
Sucedió el 18 de abril de 2015 a 77 millas de las costas libias. Un viejo pesquero, en el que inicialmente se creía que viajaban unas 800 personas, chocaba con un portacontenedores chino en plena madrugada. El balance inicial fue de 24 cadáveres recuperados, 28 supervivientes y más de 700 desaparecidos, una tragedia que causó impacto mundial y que llevó al entonces primer ministro italiano, Matteo Renzi, a promover una investigación internacional sin precedentes, con el reflote del barco incluido en 2016. Ahora han dado a conocer que en realidad viajaban 300 personas más de las previstas.
El forense que pone nombres a la mayor tumba del Mediterráneo
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1.100 víctimas que tienen nombres e historias como las de Fofana, un joven senegalés al que ahora el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha confirmado a su padre, Cheikh, de 69 años, que su hijo Tidiane viajaba en aquel pesquero y que murió aquella madrugada del año record de cruces marítimos desde Libia hacia Italia y Malta.
Para llegar hasta saber cuántos y quiénes son se pusieron en marcha distintos institutos forenses italianos, universidades y finalmente el Comité Internacional de Cruz Roja, cuyo equipo lidera el forense peruano José Pablo Baraybar. Con presencia en todos los países, la Cruz Roja sería la llave para acceder a todas las familias que reclamaban a sus seres queridos en distintos puntos del Sahel y el Cuerno de África.
“Estamos usando técnicas que no se habían usado antes para esta labor, desde algoritmos, sistemas matemáticos y estadísticos, con la ayuda de físicos, el caso de Catania es muy complejo por el número de muertos y por nacionalidades” explica Baraybar en una entrevista concedida a la Cadena SER.
ADN, testigos, amuletos o las notas escolares de un niño de 14 años
“Es imposible dragar el mar pero hay que buscar un sistema para saber cuántos son y quiénes son, y este sistema que estamos creando nos está permitiendo averiguar cada vez más detalles. Dentro de lo que encuentran en el barco hay cuerpos, entre comillas, que están un poco más completos que otros, pero ciertamente en el fondo del barco son todos huesos mezclados por el tiempo que había pasado, la acción del mar y los animales marinos que se habían comido todos los restos orgánicos. El problema es que aun el proceso de análisis y demás de esos restos todavía continúa, no se ha logrado determinar el número mínimo de individuos, cuántas personas están representadas en esos restos” explica el investigador del CICR.
El pesquero fue llevado a una base militar italiana en Italia y el trabajo de los forenses continúa. Si todavía se están terminando las investigaciones sobre los restos encontrados a más de 300 metros de profundidad para llegar a reflejar fielmente el número de víctimas e iniciar su identificación han tenido que crear un método nuevo e interdisciplinar.
En la operación de reflotamiento del barco, los robots submarinos recuperaron algunos restos cadavéricos alrededor del pesquero, y fueron después los forenses los que empezaron a sacar restos de ADN de lo que se encontraba dentro del casco del pesquero convertido en ataúd colectivo de 1100 personas. Pero no de todos se pudieron sacar restos orgánicos así que recurrieron a otras técnicas, “estamos combinando varios tipos de líneas de trabajo, explotando información directa e indirecta, básicamente en redes informativas, usamos una matemática estadística con un grupo de físicos de la Universidad Buenos Aires. Lo novedoso es eso, decidimos trabajar y explotar datos que habitualmente no son explotados, me refiero a todos los metadatos de alguna forma asociados a los cuerpos. Un cuerpo puede venir desnudo o con ropa o con un documento identidad, hasta puede venir con otro tipo de atributos esculturales desde una cruz, una pulsera, un collar, un gri gri (amuletos africanos) o lo que fuera y todos esos datos tienen un peso determinado y un valor determinado que nos ayudan a poder entender para empezar de dónde puede venir esta gente”, explica Baraybar a la SER.
Pero en este “trabajo detectivesco” se están usando sistemas de reconocimiento facial en el que cruzan fotos de los desaparecidos con las fotos de algunos de los cadáveres.
En el barco se encontraron casi un centenar de documentos de identidad “muchos descompuestos e ilegibles”. Otra forense italiana, Cristina Cattaneo, cuenta la historia de uno de los muertos en un libro “Náufragos sin un rostro” en el que narra el hallazgo de las notas escolares de un chico de Mali, de tan solo 14 años, “nos dimos cuenta enseguida de que era mucho más joven que el resto de las víctimas”, explica Cattaneo a la Agencia EFE. Examinaron los molares y concluyeron que tenía unos 14 años. “Al retirarle una especie de cazadora impermeable, encontraron cosidos en su interior algunos folios doblados y, con cuidado para no romperlos, pudieron leer la frase en francés: “Bulletin scolaire” (boletín escolar) y debajo las palabras “mathematiques, sciences physiques... Este adolescente de Mali había guardado con cuidado un documento valioso para su futuro que mostraba sus esfuerzos, sus capacidades para estudiar y que, pensaría, le habría abierto las puertas de cualquier colegio en Italia o Europa, y que ahora eran solo unas pocas páginas descoloridas mojadas”, cuenta la forense a la agencia española de noticias.
De unas familias a otras, redes que reconstruyen sus historias
“Empezamos a construir redes, a articular todas las variables de esos nombres y otras en redes, porque es como las redes sociales, hay mucha gente que tú no conoces pero que es amiga tus amigos y por lo tanto tu tienes relación no explícita con esas personas que son amigos de tus amigos. Y a través de esas redes hemos logrado encontrar a una gran cantidad de gente que no tiene pedidos de búsqueda de ningún tipo pero que sabemos que están dentro del barco, es el punto más importante” explica Baraybar sobre la cantidad de entrevistas que ha hecho a los supervivientes y a los familiares que han reclamado a los desaparecidos.
Fue precisamente el testimonio de los testigos en la playa libia donde embarcaron el que dio la clave para averiguar que el número de víctimas era sensiblemente superior al que se creía, “un testigo, que estaba ahí entre los 12 grupos de 100 personas cada uno que esperaban en la playa a subir al barco, distribuidos por nacionalidades, se encontraba en el tercer grupo si tú cuentas de derecha a izquierda y el embarque empezó de izquierda a derecha. Embarcaron solamente 9 grupos, ahí tienes ya 900 personas, pero antes de embarcar y eso es básicamente lo que ha sido corroborado por múltiples fuentes que no se conocen entre ellos, es que llega un camión, un camión refrigerado, no que el refrigerador estuviera prendido, pero ,era básicamente un camión cerrado como con un camión para transportar cosas frías, de dónde bajan entre 150 y 200 personas, todas del este, llamadas entre comillas somalíes, con una proporción importante de mujeres y de niños que son los primeros en subir al barco. Después suben los 900 de los 9 grupos que estaban en la playa, haciendo las cuentas salen ente 1050 y 1100” es decir, se quedaron en tierra otros 3 grupos, 300 personas, ante la imposibilidad de encontrar un solo metro cuadrado libre en el viejo pesquero explica José Pablo Baraybar.
Mali, Gambia, Costa de Marfil, Senegal y Eritrea las nacionalidades mayoritarias
Después de reflotar el barco el equipo de forenses italiano identificó restos cadavéricos de al menos 500 personas y llegaba el momento de ponerles nombre, para ello había que buscar a sus familias y acudieron al forense del Comité Internacional de la Cruz Roja para que les ayudara y ahí empezó el recorrido del equipo de Baraybar por media África en busca de esas identidades.
“Estos grupos estaban organizados principalmente por nacionalidades, siendo la mayor la más abundante, empezando por África Occidental, probablemente la gente de Mali. La gente de Mauritania se hace pasar por gente de Mali simplemente por tema de asilo al estar ese país en conflicto, son gente de la misma frontera. La segunda nacionalidad sería la gente de Gambia, algo que no se ha reflejado en los documentos de identidad que se encontraron, donde hay que solo uno. La tercera nacionalidad sería Costa de Marfil y luego Senegal. Otro bloque de gente serían los eritreos, conocidos como los famosos somalíes pero que en realidad eran en mayor parte de Eritrea” detalla el experto peruano.
La Cruz Roja trabaja históricamente en la búsqueda de desaparecidos en conflictos, así nació la organización tras la batalla de Solferino hace ahora 160 años, y esa presencia en todos los países del mundo es lo que le está permitiendo acceder a las aldeas más remotas de donde procedían algunas de las víctimas del gran naufragio.
Guidimakha, la aldea de los desaparecidos
Así llega Baraybar a Guidimakha, situada en la región del Gorgol, la región del hambre crónica en el sudeste de Mauritania, una población situada en el cruce de caminos que la separa de las fronteras de Senegal y Mali, una zona fronteriza con Selibaby, Kaye y Tambacunda como ejes. Una región sometida a la ley que dictan las lluvias, donde las cosechas dependen exclusivamente de los ciclos de sequía y donde históricamente trabajan ONG para salvar las vidas de los niños más pequeños en los períodos de carencias, allí por ejemplo lleva más de 10 años Acción Contra el Hambre, atendiendo niños desnutridos crónicos y agudos y de allí algunos de sus hermanos o padres salieron para subirse al barco de la muerte en 2015.
EL CICR llegó a Guidimakha de la mano de los trabajadores locales de la Media Luna Roja mauritana, buscaban a personas cercanas a 27 de los ahogados, eran los familiares que los habían reclamado, pero acabaron encontrando testimonios que acreditaban que fueron 67 personas de este pueblo los que estaban dentro del barco.
En una publicación del propio CICR se puede escuchar el testimonio de Dembo Thiaye, el alcalde de Guidimaka,“ aquí teníamos 27 desparecidos en ese barco del 18 de abril de 2015. Una madre perdió dos hijos ese mismo día, es doloroso. Otro padre 4 hijos que iban juntos, ha sido un shock, familias enteras traumatizadas por esas muertes”. De hecho uno de los padres cuenta como está siendo la incertidumbre que padece desde entonces, “es mi hijo que quería llegar a Italia. Estamos esperando la respuesta de la Cruz Roja con estas pruebas (ADN), vamos a ver, no podemos elegir, veremos si esa información nos dice si está vivo o muerto, si finalmente es así, será el destino” explica.
“¿Para qué están aquí? Yo sé que está vivo, sigo soñando con él”
Una de las madres de esa aldea se negó directamente a reconocer ante Baraybar que su hijo fuera uno de los muertos,” esa mamá de la persona que fuimos a buscar nos dijo “¿para que están aquí? yo sé que él está vivo, yo sueño con él” y pensé qué le digo ahora. La conversación evolucionó a decirle bueno, tienes razón, si usted cree que él está vivo, porque yo no puedo decir lo contrario en este momento, al menos si quiere una respuesta de si está vivo acepte que haga algunas cosas, requiero su ayuda y ella finalmente acepta hasta que incluso logramos tomar la muestra genética de ella y de sus otros hijos” relata el forense de su visita a este rincón mauritano.
La negación de la muerte hasta que haya pruebas científicas es algo bastante habitual entre las familias de los desaparecidos. “Estoy dudando. Si finalmente está muerto es la decisión del gran dios. Un día, un jueves me llamó por teléfono y me dijo los traficantes nos van a embarcar, cada mes le decían que había que esperar. Sabía del riesgo, que en Libia los trataban como esclavos, que los torturaban, que les pegaban con palos y de todo, pero no se aun cuál es su destino, solo que iba en el barco”, explica a la agencia americana AP Cheikh Fofana, el padre de Tidiane , a la espera definitiva también de la investigación de la Cruz Roja. AP en una labor de investigación periodística de gran envergadura no solo ofreció los resultados del trabajo de estos forenses, sino que en una estimación propia, en la que participaron muchos de sus periodistas por todo el mundo, desvelaron que desde 2014 el número de inmigrantes muertos y desaparecidos era de 62.284 migrantes, el doble de lo que había estimado la Organización Internacional para las migraciones, 30500 en los últimos 5 años, según esta agencia de la ONU.
Solo se ha recuperado el 30% de los cadáveres en tres décadas de naufragios
“La cantidad de cuerpos recuperados en todos estos años es de solo el 30 por ciento” afirma Baraybar con la perspectiva de estos 30 años de muertes en el Mediterráneo. Una de las pocas fuentes fiables para proyectar esa cifra data de 2013, de un proyecto de la Universidad de Amsterdam, que recoge los datos del número de nichos o de cuerpos sin identificar de inmigrantes que existen en los cementerios de Italia, Malta, Grecia y España entre 1990 a 2013, “poco más de 1000, pero después de 2013 el número de víctimas aumentó mucho y ahora vamos a ampliar esa investigación y actualizar los datos” explica a la SER el forense peruano.
“Este es un caso de estudio pero la idea es establecer un sistema de identificación que funcione por sí solo, con Estados, organizaciones etc para el futuro” es el gran objetivo de uno de los forenses de este grupo de investigadores que quiere demostrar que si se quiere es posible saber exactamente cuántas y quiénes son las víctimas de este sistema de fronteras, aunque los Estados no parezcan muy interesados en ello. Le preguntamos a Baraybar si será porque esos gobernantes acabarán al menos sonrojados ante la dimensión real y científica del drama, él responde que “más que sonrojar a gobernantes, o del poco interés institucional, el objetivo es el afán humanitario que mueve al CICR. Los vivos tienen derecho y los muertos también, es importante hacer esto por los vivos y acabar con su incertidumbre, y esos muertos, aun sin saber su nombre, tienen derecho a ser tratados como seres humanos, llámale derechos póstumos. Es necesario hacer memoria, pero no solamente también es preservar la memoria para otros ¿Quién piensa en esa mamá? ¿O en ese papá o en ese hermano en esos lugares remotos? ¿Quién se acuerda? Es defender la memoria de otros, es también una pelea por la memoria de los demás, porque sería muy fácil voltear la página y decir están bueno están muertos, nada qué pena y ahí quedó. Pero cuando te colocas tú en la posición del individuo y te pones a pensar en esa persona en particular a ver cómo se dan su días, sus noches, es complicado. La memoria es un ejercicio y creo que hay que ser también un poquito como el garante la memoria de otro, en el nombre la humanidad” concluye Baraybar en una apasionada conversación de casi una hora sobre su labor.
Él y sus compañeros han demostrado que es posible reconstruir la memoria de los 1100 del pesquero de Catania y por qué no pensar que algún día pondrán cifras y nombre a todas las víctimas de unas fronteras contra las que se siguen estrellando miles de vidas.