"Analizar lo que ocurre en Argelia a través del prisma de la seguridad para Europa es distorsionador"
El país norteafricano, vital para la seguridad energética española, vive un periodo de inestabilidad política, caracterizado por el pacifismo de las movilizaciones y el derrocamiento del presidente Bouteflika que llevaba desde 1999 en el cargo
Madrid
Argelia consiguió en 2011 no verse inmiscuida, como sí ocurrió con sus vecinas Túnez, Libia o Egipto, en las esperanzadoras revueltas árabes que acabaron en eso, esperanza, salvo en el caso tunecino. Ese año, el Gobierno argelino cortó de raíz la posibilidad de surgimiento de una primavera árabe en su territorio poniendo, mediante aplicación de una ley, ciertas trabas a la libre asociación.
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Pero no solo la aplicación de leyes para trabar la libre asociación consiguió erradicar la revolución en el país norteafricano. Algunos analistas señalaban que el reciente recuerdo de guerra civil, unido a las intervenciones internacionales en Libia o Siria, pudieron ser motivos para que la gente sintiera temor de un regreso al pasado. Además, desde el gobierno se apostó por medidas sociales que acallaran a la población. Unas medidas, que, en un país fuertemente dependiente de las exportaciones de hidrocarburos, podían acarrear problemas futuros, como se ha demostrado en este inicio de año.
A finales de 2018, España era el cuarto proveedor de Argelia, quien, históricamente hablando, era y es uno de los principales socios de nuestro país en el continente africano.
No obstante al disminuir las rentas del petróleo, el país se ha tenido que poner en un modo más proteccionista para conseguir reequilibrar su balanza comercial, lo que ha llevado a que en los últimos años las exportaciones españolas hayan bajado. Una reducción de las transacciones exteriores que ha ido a más en los últimos meses, coincidiendo con las protestas en el país, pues el comercio se ha paralizado. De cara al futuro, Gonzalo Escribano, investigador y director del Programa de Energía y Cambio Climático en el Real Instituto Elcano, considera que pueden seguir cayendo, "más que por cuestión económica e institucional, porque nadie quiere firmar un papel".
Sin embargo, las inversiones y los contratos que las empresas españolas en Argelia, principalmente relacionadas con el sector energético, no parecen correr excesivo peligro ya que son contratos firmados a largo plazo. "Ellos viven de las exportaciones de gas" explica Escribano, quien no cree que un cambio de régimen afectaría a las empresas de nuestro país.
A pesar de las previsiones de un posible declive de la producción de gas, Escribano no se muestra "ni alarmista ni catastrofista", aunque no duda de que una bajada de abastecimiento desde Argelia encarecería el producto y plantearía problemas "económicos y logísticos". “En toda la historia que tenemos de importaciones españolas de gas de Argelia, nunca jamás han fallado, ni si quiera durante los 10 años de guerra civil horrible que tuvieron”, zanja.
A los ojos de Laurence Thieux, doctora en estudios internacionales mediterráneos por la Universidad Autónoma de Madrid, son algunos de los grupos de empresarios argelinos que se han enriquecido "a la sombra del clan presidencial" en el sector de la importación de bienes los que se pueden ver afectados. "En estos negocios también participan empresas europeas y sus intereses pueden verse amenazados", explica Thieux en esta línea económica, quien, como Gonzalo Escribano, recuerda que en la década de inestabilidad en el país norteafricano de los 90 no afectó al suministro.
Una oportunidad "para establecer vínculos"
La proximidad entre Argelia y España (poco más de 150 kilómetros por mar desde la costa de Almería hasta Oran) “no deberían verse como una amenaza” según la experta en estudios árabes e islámicos, sino como una oportunidad "para establecer vínculos con una sociedad emergente con aspiraciones democráticas".
Thieux incide en que analizar lo que ocurre en Argelia desde el prisma de la seguridad en Europa en términos de inmigración o terrorismo es "distorsionador", pues si algo han generado estas protestas ha sido un halo de esperanza y un “freno poderoso a la voluntad de salir del país” por parte de la juventud (los menores de 25 años representaban en 2018 en torno al 45% de la población).
En cambio, Escribano, a pesar de ver complicado un cambio de tendencia hacia la violencia en Argelia, afirma que "un escenario de caos tiene unas repercusiones económicas enormes" pero que previamente se harían notar los "elementos geopolíticos de seguridad".
Precisamente, en ese aspecto la Unión Europea podría jugar un papel protagonista y erigirse al fin como el gran apoyo hacia los países de la región que inician procesos de democratización. Ante esto, las expectativas de la doctora Thieux no son las más positivas a la vista de lo sucedido en el pasado: "La respuesta de la UE ha sido decepcionante y el apoyo a los procesos de transición en la región muy por debajo de las necesidades y expectativas", comenta.
Para Claudia Finotelli, vicedecana de Relaciones Internacionales, Cooperación y Movilidad en la Universidad Complutense de Madrid, el papel del organismo europeo es también clave. Cree que en caso de una importante desestabilización de la región "debería mostrar una coordinación más efectiva a la hora de gestionar una posible crisis migratoria", y afirma que "el cierre de los puertos no es una solución viable".
Una Unión Europea a la que pilla centrada en otro objetivo como son las elecciones del próximo 26 de mayo, posiblemente las más importantes en su historia. El auge de la extrema derecha en gran parte de los estados miembros hace que esta transición en un aliado histórico esté pasando desapercibida entre la opinión pública.
Dos meses de protestas pacíficas que han conseguido derrocar a Bouteflika
Todo comenzó el pasado 10 de febrero de 2019. Bouteflika, presidente de Argelia, anunciaba su candidatura para tratar de prolongar su mandato por quinta vez.
Rápidamente, el 22 de febrero, las calles respondían y se llenaban de jóvenes que, de manera espontánea, protestaban contra este anuncio del líder argelino. Las principales ciudades argelinas han acogido movilizaciones sociales que han destacado por su pacifismo y su sostenimiento en el tiempo con mensajes que clamaban "Viva el nacimiento de la Segunda República", "Sistema márchate. Llega el pueblo".
Finalmente, consiguieron el logro de acabar con el mandato de Bouteflika. El pasado 11 de marzo, el presidente argelino renunciaba a presentarse y pospuso las elecciones. El 2 de abril el veterano presidente anunciaba su dimisión antes de las elecciones y una renovación en su gobierno.
Sin embargo, las movilizaciones han continuado durante los últimos días contra una transición tutelada por el ejército y el régimen heredado de Bouteflika, siendo incluso, la del pasado 12 de abril reprimida por la fuerza.
Tras la cruenta guerra civil que asoló al país norteafricano en la década de los 90, Abdelaziz se alzó con la presidencia en 1999 y comenzó una era de reconciliación y reconstrucción que, 20 años después, aún no ha concluido.
Envuelto durante todos sus mandatos por presunta corrupción y por supuestos fraudes electorales, denunciado por sus rivales políticos, el presidente argelino sufrió en 2013 un accidente cardiovascular.
Desde entonces apenas ha hecho apariciones públicas más allá de imágenes retransmitidas por la televisión estatal, se desplaza en silla de ruedas y sus únicas salidas del país han sido para viajar a Europa para realizar tratamientos.