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El hombre del papa Francisco que se saltó la ley por los 'sintecho'

El limosnero oficial del Vaticano, el cardenal Konrad Krajewski, devolvió la luz a un edificio okupado de Roma donde viven 450 personas, 98 de ellos, menores

El cardenal Konrad Krajewski, en el centro de la fotografía, en una imagen de 2013 / TONY GENTILE Reuters

Roma

En los pasillos del inmueble okupado de la Vía di Santa Croce in Gerusalemme de Roma no sólo se ve ahora la luz eléctrica, sino la de los cámaras de televisión que se acumulan para contar la historia. Los 450 inquilinos, entre los que hay 98 menores, estuvieron una semana sin electricidad hasta que llegó el limosnero oficial del papa, el cardenal Konrad Krajewski, para subsanarlo. Rompió el precinto, entró en el cuarto de contadores y subió los plomos. Una acción sencilla, pero a la que nadie se había atrevido por miedo a las consecuencias. El cardenal se enfrenta ahora a una investigación por robo de energía.

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El gesto lo enfrentó con el ministro del Interior italiano, el ultraderechista Matteo Salvini, que respondió sorprendido que se había cometido una “ilegalidad” y que esperaba que el Vaticano asumiera los 300.000 euros de facturas impagadas que tiene la comunidad. En una entrevista en el Corriere della Sera, Krajewski respondió que desde este momento él se hará cargo de los gastos, aunque rechazó que hubiera motivos políticos en una reacción que califica simplemente como un acto de “humanidad”.

La polémica, sin embargo, es una más entre el papa y Salvini. La defensa de la dignidad de los inmigrantes en la que insiste Bergoglio ya lo ha llevado a enfrentarse con la política de puertos cerrados del ministro del Interior italiano. La semana pasada, Francisco recibió a una familia de etnia gitana -otro de los colectivos señalados por el líder ultraderechista- que había sido acosada por un colectivo neofascista después de ser realojada en edificio de viviendas de Roma. En el ideario de la extrema derecha de la que suele rodearse Salvini, la condena al papa argentino es una de las consignas.

Mientras tanto, en los siete pisos del edificio okupado de Roma todo eran palabras de agradecimiento para el cardenal Krajewski. Hiwot, una etíope que vive aquí desde hace seis años, celebraba que por fin podía poner la lavadora para lavar la ropa de los niños. Tras una semana sin luz ni agua caliente habían tenido que empezar a tirar la comida. Sólo la ayuda del cardenal, que era asiduo de este centro y al que se le conoce por salir de madrugada para dar comida y asistencia médica a los sintecho de Roma, podía cambiar las cosas.

El inmueble había sido propiedad de un ente público italiano, hasta que en 2004 fue vendido a un banco de inversión. Permaneció tal cual durante casi una década, hasta que un colectivo que se dedica a pedir la construcción de casas de protección oficial decidió okuparlo. Actualmente no sólo dan cobijo a personas de 18 nacionalidades, sino que cuentan con biblioteca, una sala de conciertos, teatro, un restaurante y acaban de abrir un periódico.

Sus portavoces dicen que llevan todos estos años intentado regularizar su situación, pero que nadie ha atendido sus demandas. De ahí que se acumularan facturas de la compañía de la luz por valor de 300.000 euros. Los inquilinos no quieren que el Vaticano pague la cuenta, aunque confían en que su presión sirva para renegociar las condiciones de habitabilidad del centro.

 
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