20 años de la Trilogía de la Juventud, retrato épico de la clase obrera
Se cumplen 20 años del estreno de la 'Trilogía de la Juventud', escrita por Javier García Yagüe, Yolanda Pallín y José Ramón Fernández, una radiografía de la clase trabajadora en el siglo XX que publica en un solo volumen la editorial Cátedra
Madrid
Era 1997 y tres dramaturgos -Yolanda Pallín, Javier García Yagüe y José Ramón Fernández- empezaron a reunirse una vez por semana en un bar que hacía esquina con la calle Ercilla, en Madrid, para hablar de teatro. "Yo recuerdo esa primera reunión", cuenta José Ramón Fernández, "en la que Javier dijo que se había sorprendido diciendo 'hay que apagar esa luz', como decían nuestros padres'. Javier explica que en aquella época se preguntaba, igual que se preguntaban sus padres cuando él era un chaval, "qué hacían los jóvenes tantas horas cuando llegaban a casa por la mañana después de una noche de juerga".
A partir de esa sensación de estar dejando ya de ser joven nació hace 20 años la Trilogía de la Juventud, compuesta por las obras Las manos, Imagina y 24/7, una radiografía coral de la juventud española del siglo XX, desde los años de la posguerra hasta el año 2000, que supuso un cambio en la percepción que existía sobre el teatro alternativo. Los 20 años de la trilogía coinciden, además, con la publicación de los tres textos en un solo volumen, en la editorial Cátedra.
"Esto empieza porque yo me estaba acercando a los 40 años y de repente me daba cuenta de que estaba teniendo pensamientos parecidos a los de mis padres y dije ‘esto de ser joven empieza a quedarme lejos’ y comencé a pensar en qué era ser jóvenes, en qué nos parecíamos a nuestros padres, a nuestros abuelos, a comparar generaciones y ligar aquello a los jóvenes de los pueblos de los años 40 (nuestros abuelos), a la generación que luego emigró a los cinturones industriales de las ciudades (nuestros padres) y luego, a los jóvenes de ese momento, el año 2000", explica Javier, que admite que entonces "no sabíamos en qué nos estábamos metiendo y nos salió una trilogía".
Las manos, la primera obra de la trilogía, se estrenó en la sala Cuarta Pared el 23 de febrero de 1999, una historia situada en la España rural de los años 40 y 50, en un lugar indeterminado que podría ser un pueblo de Castilla en plena posguerra, antes de la despoblación, mucho antes de que la llamáramos la España vacía, con personajes marcados por el hambre, la pobreza y el trabajo agotador en el campo. Pallín, Fernández y García Yagüe eran lo que se entiende por jóvenes dramaturgos, los tres rondaban los 40, y escribieron juntos, en un proceso de creación colectiva. "Al principio nos reuníamos y Javier nos planteaba escenas, íbamos escribiendo, nos las pasábamos, le echamos muchas horas, pero si nos preguntan quién escribió cada cosa, no me acuerdo", explica José Ramón Fernández. El autor recuerda que se pasaban la pelota "sin mirarnos, y el encuentro con Javier y Yolanda fue tan magnífico que siempre lo pongo como referencia".
En el proceso de escritura, los tres hablaron con mucha gente y usaron testimonios de sus padres, sus abuelos, sus tíos y de jóvenes que entonces tenían 18 años. "Pretendíamos que hubiera temas comunes en las tres obras, fundamentalmente el mundo del trabajo, cómo había ido cambiando desde los campesinos, a las reivindicaciones sindicales y después, las guerras de cada uno por su lado", explica Javier, para quien la Trilogía de la Juventud mostraba "una mirada desde dentro pero, más allá de las circunstancias históricas, había en las tres obras algo común sobre el hecho de ser joven, la ilusión por el futuro y las ganas de cambiar las cosas".
En la segunda obra, Imagina, los tres dramaturgos situaron la acción en los barrios obreros de los años del desarrollismo industrial en España. En el Madrid de los años 60 y principios de los 70, con jóvenes que iban del barrio a la fábrica, que convivían con las ganas de libertad y modernidad al mismo tiempo que sufrían la opresión del franquismo. Los jóvenes de Imagina, unidos por la música de Janis Joplin o Víctor Jara, por el penalti de Guruceta, o por la imagen de El abrazo de Juan Genovés anhelaban un futuro mejor que no acababa de llegar. Los autores no eligieron a cualquier tipo de jóvenes como protagonistas de las tres obras, sus personajes eran jóvenes de clase trabajadora, de clase obrera. "Fuimos muy conscientes de eso desde el principio, queríamos escribir la historia de gente que tenía que luchar todos los días por salir adelante", explica Javier, que reconoce que uno de los personajes, Juan, se alimenta de la historia de su padre: "era campesino, y fue a la mili, allí estudió mecánica y no volvió al pueblo, se marchó a la ciudad y fue de esa generación de gente que se tuvo que buscar la vida, con más o menos conciencia política".
En el prólogo de la edición de Cátedra que reúne los tres textos, el editor Fernando Doménech recuerda cómo hubo quien definió la Trilogía de la Juventud como “un relato épico de la clase obrera”. Yagüe añade que también hubo un crítico que habló de ella como una trilogía sobre "la épica de lo cotidiano".
Los jóvenes protagonistas de la tercera y última obra, 24/7. Veinticuatro horas al día siete días a la semana habían nacido a finales de los 70, no iban al teatro y apenas hablaban de libros, pero les gustaba el cine y la música, y trabajaban pegados a la pantalla del ordenador, sin contacto real con ningún compañero. No tenían redes sociales ni habían llegado la crisis y los desahucios, pero los autores dibujaron a jóvenes sin esperanza, sin expectativas y en un callejón de salida.
“Yo tengo un abuelo. A veces no me reconoce o me confunde con su hermano pequeño (…) Yo soy mi abuelo, y mis padres, y mi hermana y mi gente, y otra gente a la que no he conocido nunca, pero que formaron parte de mi abuelo y de mis padres. Yo estoy aquí porque ellos tomaron decisiones. Y yo voy a tomar decisiones que tendrán que ver con otros“. Así terminaba 24/7, cerrando una trilogía que fue un éxito de crítica y también de público que, reconocen, ninguno de ellos esperaba. José Ramón recuerda que, después de 20 años, "todavía se nos acerca gente para darnos las gracias por haber contado la historia de su familia".
Yagüe cree que la Trilogía funcionó como un lugar de "encuentro generacional: con Las Manos yo decía 'estamos haciendo una obra sobre el campo, sobre campesinos, y esto no va a venir a verlo nadie', pero se dio algo maravilloso porque al principio vino la gente más joven y luego esos jóvenes trajeron a sus padres y a sus abuelos". Fernández recuerda cómo se quedaba escuchando al público que hablaba de la obra en la puerta del teatro, una vez terminada la función y "había chicos que salían diciendo: voy a llamar a mi abuelo".
La Trilogía también provocó un cambio en la percepción que tenía el público acerca del teatro que se hacía en las salas alternativas. Las manos, dice Javier, "fue la carta de presentación para un público mayoritario, ya no era un público underground que veía cosas raras, la obra demostraba que se podía hacer un teatro contemporáneo que formalmente era arriesgado pero que podía interesarle a cualquier tipo de gente, y eso fue un cambio". Además, dice Jose Ramón, "la dramaturgia contemporánea española no existía como ahora, que hay dramaturgos de 30 o 40 años maravillosos". Explica que recibieron un aluvión de críticas estupendas y que la trilogía viajó por media España. Las manos se pudo ver en el Teatre Lliure de Barcelona "y después de las (buenas) críticas en la prensa catalana yo decía 'a Barcelona no voy, necesito olvidarme' porque estábamos escribiendo la segunda parte y teníamos que escribir desde cero".
El próximo lunes, en la sala Cuarta Pared, en esa calle Ercilla donde nació todo, los tres dramaturgos reunirán al reparto original de la Trilogía de la Juventud, a actores como Luis Bermejo, Marta Poveda o Esperanza Elipe y llevarán a escena "algo medio leído, medio representado, algo que nos refresque la memoria". "Tiempo habrá", dice José Ramón Fernández, cuando le preguntamos si en algún momento se han planteado escribir una cuarta obra acerca de la juventud en el siglo XXI.