Portugueses: la geringonça ha muerto
No habrá una reedición de la alianza de la izquierda lusa que Pedro Sánchez intentó recrear en España
Lisboa
Era la solución de gobierno menos anticipada, la que nadie esperaba que duraría, y cuyo éxito final terminó por generar titulares por todo el mundo. Era la vía mágica que Pedro Sánchez pretendía recrear en España. Era la 'geringonça', la improbable alianza que la izquierda portuguesa que sostenía al Gobierno minoritario del socialista António Costa en Portugal desde 2015.
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Este viernes ese pacto que fue tan alabado por su pragmatismo progresista ha llegado a su fin oficial en tierras lusas: a través de un comunicado, el gobernante Partido Socialista (PS) ha aclarado que en esta nueva legislatura no habrá una reedición de la geringonça, y que aunque el primer ministro volverá a gobernar en minoría y en solitario, lo hará sin el apoyo fijo del resto de la izquierda portuguesa.
Las formaciones progresistas se han negado a cerrar un pacto formal con Costa, cuya formación fue la más votada en las elecciones del pasado domingo, pero que no alcanzó la mayoría absoluta. En vez, sólo se muestran dispuestas a llegar a “entendimientos puntuales”, situación que obligará al primer ministro negociar los apoyos de cada proyecto legislativo para conseguir su aprobación en la Asamblea de la República, donde controla 106 de los 230 escaños.
Una alianza admirada, pero imperfecta
La alianza siempre fue concebida como algo temporal, una serie de pactos firmados entre los socialistas lusos, los marxistas del Bloque de Izquierda (BI) y el Partido Comunista Portugués (PCP). Surgió hace cuatro años, cuando estas fuerzas se unieron para tumbar al Gobierno minoritario del conservador Pedro Passos Coelho; a cambio de la promulgación de una larga lista de medidas sociales, la izquierda parlamentaria se comprometía a aupar a Costa al poder. Aunque muchos pensaron que la unión de los partidos tradicionalmente enemistados acabaría en un desastre, al final resultó ser una de las legislaturas más estables y prósperas de la historia reciente de Portugal.
El éxito relativo de la solución gobernativa hizo que muchos se fijaran en ella desde el extranjero. Ya en 2016, cuando todavía quedaban dos años de Ejecutivo de Mariano Rajoy en España, Sánchez se desplazó hasta Lisboa para reunirse con Costa y preguntarle sobre cómo funcionaba su alianza. Mientras estaba en la oposición habló de la “vía portuguesa” en repetidas ocasiones, y desde el pasado mes de abril el presidente en funciones han intentado conseguir que Unidas Podemos acepte sumarse a una fórmula gobernativa similar.
Hasta ahora, la formación de Pablo Iglesias se ha resistido a aceptar esta opción, probablemente porque es consciente de las limitaciones de la alianza, una fórmula gobernativa que favorece al partido gobernante de manera desproporcionada. Si bien la geringonça ha servido para tumbar un Gobierno conservador y poner en marcha algunas medidas progresistas, también ha consolidado el poder de los socialistas lusos, quienes han pasado la segunda mitad de la legislatura ninguneando a sus socios parlamentarios y presumiendo de los éxitos conseguidos para pedir la mayoría absoluta en las últimas elecciones. Aunque la formación de Costa no ha logrado ese objetivo, sí ha sido la única de la alianza que ha visto su representación parlamentaria aumentar en estos comicios: los bloquistas se han quedado estancados con los mismos 19 diputados que tenían en 2015, mientras que los comunistas lusos han perdido 5 de sus 17 escaños.
Una legislatura con poca estabilidad
Si bien hubo alguna esperanza que la geringonça fuese reeditada, al final la opción ha sido rechazada prácticamente todos los partidos de la izquierda, los cuales rehúsan ser irrelevantes durante la próxima legislatura.
El miércoles la única diputada de la formación ecosocialista Livre, los cuatro animalistas del Partido de las Personas, los Animales y la Naturaleza (PAN) y los comunistas lusos dejaron claro que apenas están dispuestos a llegar a “entendimientos puntuales” con los socialistas. Los bloquistas sí se mostraron abiertos a una alianza formal, pero a cambio exigían concesiones que resultaban demasiado caras a los socialistas lusos. Al final Costa se ha resignado a una legislatura en la que se verá obligado a negociar los apoyos de cada proyecto de ley que quiera ver aprobada.
El primer ministro admite que la situación en la que se encuentra puede llevar a una legislatura con poca estabilidad política. Al no contar con una alianza formal, el primer ministro queda expuesto a los ataques de todos los partidos en el hemiciclo. Aunque la derecha lusa es débil –apenas controla 82 escaños en la Asamblea de la República–, en el pasado la izquierda se ha unido con los conservadores para desafiar a Costa, y todo indica que las fuerzas parlamentarias podrían enfrentarse al Ejecutivo en el futuro.
No obstante, la ventaja de gobernar en solitario y sin aliados es que puedes pactar con quien quieras. Con 106 escaños, Costa sólo necesita contar con uno de los grandes partidos de la izquierda para conseguir la aprobación de sus proyectos legislativos, y no hay nada que le impida llegar a acuerdos puntuales con la derecha lusa. Durante la última legislatura el primer ministro socialista cerró un pacto temporario con el conservador Partido Social Demócrata (PSD) para sacar adelante la venta del banco Banif y la aprobación de su reforma laboral que mantenía en pie gran parte de las medidas impuestas por la Troika.
El líder de los socialdemócratas lusos, Rui Rio, ya ha tendido la mano a Costa y afirmado que está su disposición para negociar las reformas estructurales que pide la Comisión Europea. Las dos formaciones también podrían llegar a acuerdos en el ámbito de la descentralización del Estado luso. Rio, un ex alcalde de Oporto, es un norteño que siente especial simpatía con los olvidados residentes del interior de Portugal, y es posible que él y el primer ministro puedan pactar legislación que tenga un impacto favorable en esas regiones.