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"Estamos en una época de afirmaciones identitarias a menudo agresivas"

Entrevista con Amin Maalouf por la publicación de su nueva obra 'El naufragio de las civilizaciones'

El autor de 'El naufragio de las civilizaciones' posa a la entrada de Casa Árabe en Madrid / Alianza Editorial

El autor de 'El naufragio de las civilizaciones' posa a la entrada de Casa Árabe en Madrid

Madrid

“Las tempestades identitarias han emponzoñado el ambiente del planeta entero, y de todas y cada una de las sociedades”. Es difícil no sentirse identificado con esta frase que el libanés Amin Maalouf escribe en El naufragio de las civilizaciones. Da igual si se mira a España, a Europa, al mundo árabe o a casi cualquier parte del planeta.

Es verdad que estamos en una época de afirmación identitaria a menudo agresiva, y la característica de estas afirmaciones identitarias agresivas es que generan como respuesta otras afirmaciones identitarias agresivas. ¡Estas afirmaciones identitarias agresivas se responden unas a otras y se alimentan unas a otras!

Si ‘El naufragio de las civilizaciones’ no estuviera ya en imprenta, pararía usted las máquinas para incluir un capítulo sobre lo que está pasando en Líbano, su país, o en Irak?

Creo que es muy interesante lo que está pasando en varios países árabes desde hace no mucho tiempo. Pero no se si hubiera hablado de esto en el libro, porque necesito un poco de perspectiva antes de contar lo que está pasando. Pero si es muy interesante lo que está pasando en cuatro países árabes: Irak, Argelia, Sudán y Líbano. Son fenómenos que nos recuerdan a las primaveras árabes de hace ocho años, pero son menos espectaculares. Da la sensación de que las sociedades han aprendido del pasado, y quieren avanzar con más prudencia y seguridad. Eso sí, con los mismos ideales y convicciones de entonces.

¿Ve las características para que se supere ese ciclo de decadencia en las sociedades árabes que describe en el libro y cuyo origen sitúa, simbólicamente, en la derrota en la guerra frente a Israel en el 67?

Creo que todavía no. Estos acontecimientos marcan una toma de conciencia, una voluntad de cambio y un malestar ante la realidad actual. Pero no veo en el mundo árabe un movimiento capaz de abrir una página nueva. Seguimos en la lógica de las postrimerías de la derrota del 67. No creo que podamos decir que se haya superado el trauma de ese año. Podremos decirlo cuando veamos a sociedades árabes construyendo algo sólido, mediante instituciones modernas. Y eso no se ve estos días. Nuestras sociedades -y digo nuestras porque yo vengo de esa región- siguen tanteando, avanzan dubitativas y ninguna ofrece un modelo convincente para el futuro.

La estructura de la obra me recuerda un poco a una caracola: empieza usted con el pequeño mundo de su madre y su padre, de su infancia, en Egipto y Líbano y lo va ampliando, primero a todo Oriente Próximo, y luego al planeta entero. Incluso acaba con reflexiones sobre el cambio climático o los desafíos de la inteligencia artificial. ¡Es como si así reflejara que todos somos partícipes de esta Historia Universal!

En el libro he adoptado una estructura en la que parto de mi experiencia personal, de mi infancia y de lo que veía en el mundo que me rodeaba. De contar las cosas a medida que las descubría. De lo más cercano a lo más alejado. Yo sentí, y eso ha sostenido todo mi trabajo, que había problemas que estaban presentes en mi infancia en Levante, y de alguna manera han crecido conmigo: como si según creciera yo crecían ellos. Y te das cuenta de que se han extendido al mundo entero.

Hace llamadas constantes a preguntarse y dudar, a entender que en el ‘otro’ siempre hay razones para que sostenga su postura ¿Cuantas acusaciones le han llovido de falta de compromiso, de tibieza de equidistancia?

Es verdad que es una actitud que he tenido desde pequeño. De toda la vida he escuchado opiniones diferentes y he querido escuchar voces distintas. Cuando era niño, mi padre era director de un periódico. Y recibía en casa todos los periódicos del país, porque existía la cortesía de que cada director mandaba al resto su periódico. En casa cada día llegaba toda la prensa, y tomé la costumbre de al menos ojearla toda. Hablando con mi padre sobre cómo buscarla verdad con aproximaciones tan contradictorias, él me respondió: “ningún periódico detenta la verdad, sino su aproximación a la verdad. Si los lees todos, tendrás una idea aproximada de la verdad”. Y siempre he intentado mantener esa actitud, ver las cosas desde distintos ángulos. Mi primer libro, hace ya 40 años, Las cruzadas vistas por los árabes, intentaba precisamente equilibrar el punto de vista que se había dado siempre, que era el de quienes habían hecho las cruzadas. No existe nadie que pueda tener una idea completamente clara de cómo son las cosas y es verdad que esta actitud no siempre es comprendida, especialmente en los países de los que yo vengo, donde siempre un árabe te dirá que la culpa es de un israelí, un israelí que de un árabe, un suní que de un chií, etc. La única manera de tener la cabeza un poco fría en medio de todo esto es escuchar a todo el mundo, no creer del todo a nadie y tener en cuenta lo que dice cada uno.

En lo que usted sí es muy duro es respecto a la revolución conservadora, a la que responsabiliza de muchos de los problemas de nuestra época y que sitúa usted en 1979, con las llegadas al poder de Thatcher y Jomeini

Esa revolución conservadora del año 79 no fue completamente negativa. Aceleró el desarrollo tecnológico y probablemente permitió racionalizar la manera de gobernar, el comportamiento de los estados, por ejemplo reduciendo la burocracia. Y ha contribuido al desarrollo de los países que entonces llamábamos del Tercer Mundo. Así que del todo negativa, no fue. Pero sí que ha tenido algo muy negativo, y es que con la desconfianza hacia el Estado ha reducido las ayudas públicas, y con eso ha dado paso a lo que vemos tanto en el norte como en países emergentes con grandes capas sociales que se sienten marginadas. Lo hemos visto en Francia con los ‘chalecos amarillos’, pero también en Irán, en Chile, Ecuador o Líbano, donde la política económica no tiene en cuenta la dimensión social.

Si leemos ‘el naufragio de las civilizaciones’ como un manual de Historia Contemporánea, déjeme decirle que incluye valoraciones un poco provocadoras, osadas en el mejor sentido de la palabra, como la defensa que hace del marxismo desde su perspectiva más humanista.

El marxismo tiene un aspecto que me parece muy interesante y es cómo ese movimiento permitió a ciertos grupos de la población, las minorías, participar en la vida pública de una manera que no permite ningún otro movimiento. Pongo el ejemplo de Irak, donde el movimiento comunista permitió que alguien de la minoría cristiana o judía pudiera participar en la vida pública y liderar el Partido Comunista de Irak. Y al desaparecer ese movimiento, algo así ha pasado a ser totalmente imposible. Hay un papel específico que han podido desempeñar los movimientos marxistas, que cuando estos han desaparecido nadie ha retomado. Podían haberlo cogido otros grupos, pero ninguno lo ha hecho. Lo hemos visto otra vez en las últimas elecciones en Israel, donde el único partido en que judíos y palestinos han podido ir juntos ha sido en las listas del partido comunista. Nada de todo esto justifica los pecados del comunismo, los gulag, etc. Pero es una especificidad que merece reflexión, porque tenemos que encontrar la manera de que toda la población participe en la vida pública. En el momento en que en una sociedad eso no pasa, es que algo está podrido en el sistema.

Otro planteamiento osado es el de unir a personajes tan dispares como Thatcher, Jomeini, Reagan y Deng Xiaoping en una especie de revolución conservadora global…

Jajaja… bueno lo que une a Thatcher, Jomeini, Reagan y Deng Xiaoping es que todos participan en una revolución de tipo conservador, que es respuesta al fracaso del movimiento comunista. Esa es la característica común de sus revoluciones conservadoras, a la que podríamos unir también la de Juan Pablo II, que como le había pasado a Deng Xiaoping, perseguido en la época de Mao, habían sufrido durante tanto tiempo bajo ese sistema que hicieron lo posible por acabar con él.

El naufragio de las civilizaciones, de Amin Maalouf, está publicado en España por Alianza Editorial

 
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