Óliver Laxe: "Comparto con Angélica Liddell heridas y cicatrices similares"
El director de cine debuta como actor de teatro en la obra 'Padre', de Angélica Liddell, en la que interpreta a Jesucristo
Madrid
El director de cine Óliver Laxe compartirá escenario con Angélica Liddell en su obra Padre, un texto en el que la directora, actriz y dramaturga vomita su dolor y su duelo por la muerte de su padre, perteneciente a su libro Una costilla sobre la mesa. Padre se estrenará el 10 de enero en el Théâtre National de La Colline de París y en mayo -junto con su otra obra, Madre- llegará a los Teatros del Canal de Madrid.
Laxe, director de las películas Todos vosotros sois capitanes, Mimosas y O que arde, -esta última con 4 nominaciones a los Premios Goya- explica a la SER cómo nació esta colaboración con Angélica Liddell: "Ella me escribe un mail y me pide que actúe en su obra Padre y me comenta que conoce mi cine, que vio Mimosas y se sintió identificada con ese anhelo de sagrado. Creo que detectó que nuestras cicatrices, nuestras heridas o nuestros gemidos de orfandad eran similares".
Aunque Óliver Laxe ha actuado en películas de amigos, admite que es la primera vez que se sube a un escenario: "Nunca he hecho teatro, es la primera vez, pero estoy acostumbrado a salir de mis zonas de confort". Dice el director gallego que está descubriendo "zonas de mi ser que intuía que estaban ahí pero no las tenía exploradas".
Laxe, que vivió durante años en Francia, interpretará a su personaje en francés, también en la gira española de la obra: "Soy Jesucristo, un Jesucristo con una pinta bastante idiota, llevo un traje como de contable de pueblo, un hombre aparentemente anodino, y paso por distintos estados: el niño, la dulzura, el psycho killer..." El director explica que su personaje es "ese hombre frustrado que anhela trascendencia, lo sagrado y el éxtasis, pero esos zapatos feos que tiene le hacen estar demasiado con los pies en el suelo y en esa modernidad atroz y decadente en la que vivimos".
El actor cuenta que lleva semanas en Madrid ensayando él solo con Angélica Liddell, aunque en Padre también participa el actor Camilo Silva. Los tres dibujan en escena "el triángulo" sobre el que se apoya la dramaturgia: "el padre de Angélica, ese luto que está viviendo, Dios y el arte". Sobre los símbolos que aparecen en la obra, marca y sello del trabajo de Liddell, que emplea elementos de extrema belleza en sus montajes, Laxe cuenta que en la puesta en escena están presentes "Baltasar, el burro de Bresson, con el que tengo un diálogo; hay diez mujeres de formas muy redondas a las que les está dando mucha belleza con unas coreografías muy litúrgicas, muy rituales; y después, el hospital donde su padre languidece".
Y a esos símbolos se une el de la costilla sobre la mesa que titula su libro y el espectáculo: "Es decir, la rabia, el desarraigo, el gemido de orfandad, qué pequeños somos, qué anhelos más grandes tenemos y la paradoja de vivir en este siglo que ella sufre, que yo sufro y que, al mismo tiempo, saboreamos".
Sobre el nivel de exigencia con el que trabaja la directora, Laxe explica que, "como artista, me parezco bastante a ella, soy muy purista, perfeccionista y obsesivo, lo que me ayuda a ayudarla, a servirla". El actor considera que, "cuando es un perfeccionismo excesivo o pasado de vueltas puedo decírselo y, al mismo tiempo, puedo entender que ella me exija tanto". "Por eso la respeto", añade, "porque yo siento que es necesario para Angélica hacer su trabajo y es lo que yo no encuentro en otros artistas, que sí, hacen sus películas o sus obras, pero no es esencialmente necesario (para ellos) hacer esos procesos creativos".
Al contrario que Laxe, Angélica Liddell lleva años sin conceder entrevistas, pero escribe lo siguiente sobre su obra: "Vengo de quemar a mis padres, con tres meses de diferencia entre un cuerpo y otro cuerpo. Ya nunca más podré volver de otro sitio. No quiero recordarlos vivos. Quiero que me acompañen sus cuerpos sin vida, sus rostros marmorizados como máscaras del Sinsentido y de la Sinrazón, su descanso al fin, ese misterio glaciar, y el dolor inmenso que sentí al tocar la carne ya fría. Quiero guardar la imagen de sus cadáveres como un medallón de oro en mi memoria para que me haga llorar siempre, y así tener siempre dentro de mí la imagen que falta, lo irrepresentable de la imagen que siempre nos faltará".