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Museo del Prado

"Velázquez es el pintor de las apariencias"

A través de los ojos de Javier Portus, jefe de Conservación de Pintura Española del Museo del Prado, analizamos qué pensaría Velázquez de la España de hoy

BEA POLO

Madrid

Según Michel Foucault, Velázquez fue capaz de establecer un sentido crítico y político sobre la pintura y el retrato. Lo hizo en Las Meninas, uno de los cuadros más importantes del pintor sevillano. Uno de los más aclamados y también de los más versionados. Picasso, entre otros, lo distorsionó en múltiples versiones, par enfocar diferentes puntos de vista. Las Meninas se ha explicado de muchas maneras, pero lo cierto es que Velázquez ya tenía conciencia histórica de sí mismo, de su pintura, y ya se planteaba los problemas que encarnaba la representación.

En el año del bicentenario, Goya y Velázquez han sido los nombres más sobresalientes de un museo que permite, a través de sus obras ver la historia de España y de Europa. Sus cuadros no son pasado, son presente y son futuro. Por eso hablamos con Javier Portus, jefe de Conservación de Pintura Española del Museo del Prado, analizamos qué pensaría Velázquez de la España de hoy.

Defina a Velázquez

Velázquez son muchas cosas. Es una biografía, es una obra y también Velázquez es lo que se ha ido pensando de Velázquez, no solo en su tiempo, sino en los 300 años posteriores, transcurridos desde que murió. Biográficamente es una persona que nace en Sevilla, en un momento en el que era la ciudad más cosmopolita de la península ibérica. Aprende a pintar en Sevilla y desde muy joven da pruebas evidentes de afán de superación y originalidad que mantendrá en el resto de su carrera. Dotes, pero también una estrategia bien armada que hacen que acabe en la corte. Allí establece relación con Felipe IV y toda su carrera tiene como referencia al rey. Es una carrera que significa un paso adelante en la historia de la pintura, aunque es difícil hablar de evolución; pero sí significa un capítulo singular dentro de la Historia del Arte. Va a tener una gran repercusión después de la pintura posterior.

¿Qué aportó que estuviera tan pegado a la corte?

Velázquez no se entiende sin Felipe IV y sin la corte española. Si no hubiera abandonado Sevilla, la versatilidad temática de su catálogo se habría reducido. El mercado local solo le pedía pintura religiosa o bodegón. Su llegada a Madrid, al servicio del rey significó que se convirtió en un retratista, cerca del 80 por ciento de las obras de Madrid son retratos; pero, al mismo tiempo, se acercó a géneros muy vinculados con la corte, como la pintura mitológica, donde pudo innovar. Desde un punto de vista técnico, llegar a la corte significaba acercarse a una de las colecciones más importantes de pintura que hay en Europa, que en vida de Velázquez adquiriría un desarrollo extraordinario. El rey de España controlaba más de 30 reinos y su colección era cosmopolita. Así pudo entrar en contacto con Tiziano, Rafael... Tuvo el privilegio de conocer a Rubens personalmente, que vino a Madrid. Tuvo delante de sus ojos muchas de las obras maestras de la pintura occidental y buena parte de su obra se entienden como una respuesta a esos estímulos. Velázquez es un artista que hay que entender no tanto en términos locales como en términos internacionales.

¿Cuáles son esas virtudes como retratista?

En cuanto retratista del mundo cortesano que rodeaba a la familia real. Velázquez nos permite asomarnos a esa corte. De hecho, la presencia que tiene Felipe IV no sería tan grande sin los retratos de Velázquez. Esas pinturas han hecho que nos preguntemos por el rey. A través del pintor nos acercamos a un sistema cortesano muy peculiar y muy distinto. Es muy interesante mirar los retratos hoy y el rango de expresiones que está utilizando ahí. Retrata con la misma expresión, porque está retratando al Rey de España y al príncipe heredero, no a personas individuales, sino a alguien dotado de un valor institucional y lo que se les pedía no eran expresiones o sentimientos; sino algo más que humano, una expresión que se utiliza en esa época. Una colección de caras de palo en los retratos de la corte y cuando retrataba a los bufones es cuando se sentía más libre, porque no había que ajustarse a un protocolo. Ofrece ahí una variedad expresiva más grande. O por ejemplo Las Meninas, es de todo menos espontánea. Muestra cómo la sociedad del Antiguo Régimen es una sociedad extraordinariamente codificada y rígida en la que cada uno tenía un papel muy concreto y no podía salirse de ahí. En Las Meninas cada uno juega el papel que le corresponde, no el que quiere.

Las meninas, Velázquez

Las meninas, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

Las meninas, Velázquez

Las meninas, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

¿Cuál diría que es su relación con Goya?

Las hilanderas, Velázquez

Las hilanderas, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

Las hilanderas, Velázquez

Las hilanderas, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

Las hilanderas es una obra de plena madurez. Él no lo sabía, pero le quedaban unos años de vida. Está hablando de sí mismo y de su lugar dentro de la tradición. Es una obra que culmina en un tapiz que representa una pintura de Tiziano, que había sido copiada por Rubens en su visita a Madrid. Velázquez asistió a esa copia. Rubens se la llevó a su casa de Amberes y cuando murió, Felipe IV compró esa copia. En Las hilanderas, Velázquez incorpora esa referencia al final de su cuadro. Todo esto nos habla de tradición y de, hasta que punto, la pintura es una materia infinita. Era uno de los tópicos de la pintura en aquella época, la de que era un arte liberal. Nunca se podía llegar a su perfección y, de todo esto, nos habla en Las hilanderas solo con esas referencias a Tiziano y Rubens. Velázquez es el tercer eslabón de esa tradición. Y hay un cuarto eslabón que es Goya. Cuando Goya llega a Madrid lo que hace es copiar a Velázquez. Su primera serie de estampas reproduce los cuadros de Velázquez. Goya se consideraba a sí mismo como un continuador del pintor sevillano. Esto nos habla de lo que ha sido el arte occidental: un arte de respuesta y de tradición

¿Tenían miradas de España diferentes?

Tenían dos miradas muy distintas proque viven en épocas en las que de los artistas se esperan cosas diferentes. La de Goya está dentro del dominio de la expresión artística, está la expresión subjetiva, reflejar tu propio entorno y que el artista mire hacia dentro de sí y que de esa mirada salgan obras de arte. En la época de Velázquez era rarísimo que los pintores se plantearan esto, desde este punto de vista. En cambio, Goya, en el contexto español, es el primer artista que dedica una parte importante de su obra a reflejar su entorno familiar y amistoso y a una labor introspectiva, mirar a sí mismo, identificar sus demonios y expresar esas inquietudes. En ese sentido, Goya tiene más de ventana abierta que el que refleja Velázquez.

¿Tenía ego?

No lo llamaría ego, lo llamaría conciencia histórica. Él sabía que formaba parte de una tradición. Las hilanderas lo deja claro. Y sabía también que, como parte de esa tradición, en el futuro sería estudiado, sería visto y sería fuente de varios estímulos para las distintas generaciones de artistas. Sino no se entiende una obra como Las Meninas, de ese tamaño, de esa complejidad. Cuando está pintando Las Meninas no solo está haciendo un cuadro para su mecenas, el rey; sino que estaba pensando en que sería la obra principal a través de la que el futuro se asomaría. Esa idea de conciencia histórica está adherida a la misma idea de artista desde el Renacimiento y Velázquez la tenía interiorizada.

El bufón Don Juan de Austria, Velázquez

El bufón Don Juan de Austria, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

El bufón Don Juan de Austria, Velázquez

El bufón Don Juan de Austria, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

¿Cómo vería la España de hoy, la división, los extremismos...?

El bufón Barbarroja, Velázquez

El bufón Barbarroja, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

El bufón Barbarroja, Velázquez

El bufón Barbarroja, Velázquez / MUSEO DEL PRADO

De Velázquez hay muchas visiones. Para empezar la de alguien que miraba y pensaba de manera diferente. Es alguien con un afán de singularidad tremendo. Y dentro de ese pensar diferente que tiene hasta que se muere, hay una cosa interesante para hoy mismo. Es uno de los artistas que reflexionan en mayor número de ocasiones y con mayor profundidas, sobre la relación entre la realidad, las apariencias y la representación. Ahí están los ejemplos de Dos Juan de Austria y Barbarroja. Dos cuadros que muestran dos personas distintas. Pero ni son el héroe de Lepanto, ni el pirata, son dos bufones que interpretan dos papeles históricos. Esa idea de lo que uno representa, lo que se espera de uno, es un tipo de reflexión que conviene hacer siempre y que ahora viene muy al pelo.

 
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