Bernie sí, Bernie no
Las primarias demócratas se convierten en un referéndum sobre Bernie Sanders mientras Joe Biden intenta resucitar en Carolina del Sur, a cinco días del supermartes
Charleston
En una tienda de vinilos en el centro de Charleston, un hombre de pelo blanco busca un disco de Ranky Tanky, uno de sus grupos locales favoritos, mientras hace tiempo para que empiece el acto que Elisabeth Warren, precandidata presidencial, celebra en esta ciudad sureña. Se llama Phil, tiene 70 años, semblante de antiguo rockero y sonrisa amable. "Yo lo tengo claro, quiero que gane Bernie", dice. "¿Pero va al acto de Warren?", pregunto. "Sí, es lo único bueno de ser viejo, que tengo tiempo libre para hacer lo que me apetezca, escuchar música, ir a una charla... ¡ah! y Medicare".
Madicare es un programa federal que da atención médica gratuita a los mayores de 65 años. Carolina del Sur es uno de los ocho estados con peores servicios médicos de todo el país. Por eso, quien lo tiene, lo valora como un tesoro.
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La promesa estrella de Bernie Sanders es crear un sistema público de salud, al que puedan acceder los 30 millones de estadounidenses que actualmente no tienen ningún tipo de cobertura; bien porque no pueden pagar un seguro médico, o porque no cumplen los requisitos mínimos para acceder a los programas federales Medicare y MedicAid.
El plan de Sanders sonaba a utopía cuando lo propuso en 2016. Igual que el aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora o matrículas universitarias gratuitas. Cuatro años después la gente debate sobre ello: hay quien lo cuestiona, incluso teme todo el parecido que pueda tener a "socialismo"; hay quien lo defiende a ultranza y es su razón principal para votar este sábado en las primarias del estado.
Sanders va segundo en las encuestas en Carolina del Sur. En los últimos días ha ido recortando la distancia con el primero, Joe Biden. El exvicepresidente se está jugando el todo o nada en este estado, el primero en votar con un porcentaje importante de votantes afroamericanos. Ganar le daría un balón de oxígeno hasta el supermartes pero, aun así, llegaría muy tocado por la falta de fondos, de personal promoviendo su candidatura en los estados que votarán el próximo martes, y porque lleva casi un mes sin hacer campaña por ningún de ellos.
Todo lo contrario a Sanders, que ha estado recorriendo Texas en la última semana impulsado por su base, que es la más activa, diversa y sólida comparada con la de sus contrincantes.
Sanders es el primer candidato de la historia, demócrata o republicano, que ha ganado el voto popular en los tres primeros estados en celebrar primarias, Iowa, New Hampshire y Nevada.
El gran apoyo que tuvo en Nevada (consiguió más votos que Biden, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar juntos), ha hecho sonar las alarmas dentro del establishment del partido. Por primera vez, el senador independiente de Vermont, que se autodenomina socialdemócrata, tiene oportunidades claras de proclamarse candidato del Partido Demócrata.
Según los datos obtenidos en lo que va de carrera electoral, los votantes de Sanders representan el abanico más amplio de todos los candidatos. Arrasa entre los jóvenes y gana en todas las franjas de edad menores de 65 años; con estudios y sin ellos, gana entre los latinos y, hasta ahora, le ha ido bien con el voto afroamericano. Uno de sus mantras es construir "una coalición multirracial, multigeneracional y multirreligiosa", y lo está consiguiendo.
A nivel nacional, Sanders saca 15 puntos de ventaja a Biden, según las encuestas. Y le dan la victoria ante Donald Trump, incluso en los estados clave del llamado "cinturón industrial", le gana en Michigan, Wisconsin y Pennsylvania.
Los cambios demográficos que están transformando el país benefician a Sanders en estos momentos. Un tercio del electorado en 2020 son ciudadanos no blancos; mayoría, por primera vez en la historia, de latinos (32 millones, que representan 13.3%), seguidos por negros (30 millones, el 12,5%) y asiáticos (11 millones, el 4,7%).
A la vez, uno de cada diez votantes pertenece a la Generación Z (tienen entre 18 y 23 años), son 24 millones de votantes nuevos. Sumados a los milenials, representan el 37% del electorado en 2020.
Sanders tiene en este momento la mejor perspectiva que ha tenido hasta ahora para ganar la carrera electoral. Y esto, al establishment demócrata y a muchos votantes moderados, les preocupa.
En una entrevista en el programa 60 Minutes, Sanders no solo no supo responder cuánto cuestan las reformas que promete, sino que no supo explicar cómo piensa financiarlas. Horas después publicó un informe con las cuentas. Un documento escueto en el que algunos casos no cuadran los ingresos que pretende recaudar con el costo del plan.
La poca claridad del coste económico de su plan, y la etiqueta de socialdemócrata que sus opositores retuercen para presentarla como comunismo, provoca dudas en la viabilidad de su programa.
El próximo martes, el supermartes, votan la mitad de los estados del país, que van a determinar el 40% del total de los delegados. Pero antes, es el turno de Carolina del Sur, uno de los estados más pobres, que puede determinar el futuro inmediato de más de un candidato.
Phil encuentra el vinilo de Ranky Tanky. Está nuevo, pero se empeña en probarlo. Quiere que lo escuche. "Creo que no has oído nada así en la vida", dice interesante. Tiene razón, me delata mi cara de turista. "Basan sus canciones en la cultura gullah, deberías buscarlos".
La cultura gullah se desarrolló entre los esclavos africanos y sus descendientes en las costas de Carolina del Sur. Freedom es uno de sus temas principales. "Escucha", me dice. Me acerco con disimulo al altavoz para intentar entender cada frase: "nos quitan el pan, nos quitan las escuelas, nos quitan la tierra, nos quitan nuestros derechos, pero nunca tendrán conocerán nuestro poder, y es que nosotros peleamos".
"¿Entiendes?, dice el hombre mientras se apunta la oreja con el dedo índice. "¿Entiendes?, insiste. "Nosotros peleamos".