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Los republicanos diseñan la Justicia para mantener el poder más allá de las elecciones

Los demócratas piden a los estadounidenses que no olviden la maniobra de la mayoría republicana en el senado para ratificar a la tercera jueza nombrada por Donald Trump para el Supremo, a sólo ocho días de las presidenciales

Los republicanos se preparan para confirmar a Amy Coney Barrett para el Tribunal Supremo

Los republicanos se preparan para confirmar a Amy Coney Barrett para el Tribunal Supremo

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Madrid

Quedan ocho días para las elecciones presidenciales que, de hecho ya están en marcha, sesenta millones de estadounidenses han votado anticipadamente. Ni esto, ni la presión de los demócratas ni las protestas ciudadanas van a evitar el principal objetivo de los republicanos en el Senado: consolidar la mayoría conservadora del Tribunal Supremo durante la próxima generación.

Si no hay sorpresas, los senadores republicanos ratificarán esta noche a Amy Coney Barrett, la tercera jueza propuesta por el presidente Donald Trump. Un movimiento políticamente estratégico para garantizar el avance de su agenda conservadora en el Alto Tribunal, sobre todo en temas sociales.

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El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, incapaz de detener la votación, pide a los estadounidenses que no olviden “esta mancha imborrable” que dejan los republicanos. Los mismos que, en 2016, bloquearon la nominación del presidente Obama para ocupar la vacante que dejó el juez Antonin Scalia por estar, precisamente, en año electoral. La diferencia es que Obama tenía ocho meses para nombrar a un nuevo magistrado antes de las elecciones y esta nominación exprés se culminará a ocho días de la votación.

Protestas contra la nominación de Amy Coney Barrett antes de las elecciones

Protestas contra la nominación de Amy Coney Barrett antes de las elecciones.

Protestas contra la nominación de Amy Coney Barrett antes de las elecciones. / MARTA DEL VADO

La misma noche que murió la icónica jueza Ruth Bader Ginsburg, los republicanos confirmaron que ocuparían su vacante antes de las elecciones. Esa misma noche empezaron las protestas.

Han sido constantes desde entonces en la capital. En la última a la que fui, hace nueve días, una veintena de mujeres con túnicas rojas y cofias blancas se ponían en fila ante las escaleras de la Corte. El gorro las obligaba a dirigir la mirada al suelo. Las mascarillas, que llevaban religiosamente por la pandemia, retrataba todavía mejor el simbolismo.

Me acerco a hablar con una de ellas. “¿Has visto El Cuento de la criada?”, me pregunta. “Pues esto es así. Poco a poco nos están quitando nuestros derechos y, si no hacemos nada, va a llegar un día en el que nos despertemos en un país que no vamos a reconocer”. Se llama Kathy Anderson, dice que nunca ha votado republicano pero sí independiente. Esto no es una cuestión de partidos. “Trump está creando una división en la sociedad como no hemos visto en mi generación. Está jugando a ser presidente no para todo el país sino para sus seguidores y eso es muy peligroso”.

A su lado, otra mujer que parece salida de la misma serie, sujeta un cartel naranja en el que se lee: Trump, Pence, fuera ya. “No podemos dejar que nos quiten nuestros derechos, los derechos por los que han luchado las mujeres de este país durante los últimos 100 años”, dice India Stephanie. “Amy Coney Barrett va a arrasar con el derecho al aborto, va a tener el poder de derogarlo”.

No hay sólo mujeres en esta protesta. Me fijo en Bill Wood. Bueno, más bien en el retrete que lleva al hombro, hecho de cartón, por el que se cuela una cabeza con la foto de Trump. En la frente lleva escrito la palabra “traidor” y un cartel que dice: por favor, tira de la cadena.

Obviamente, no le gusta Trump. “Vengo de una familia militar, en mi estado, Maryland, voto al gobernador republicano” explica. “Pero este presidente está traicionando los valores estadounidenses. La nominación de Amy Coney Barrett es un ejemplo, además de ser la mayor hipocresía de los republicanos en el Senado”.

En ese momento, irrumpe en la protesta un grupo de mujeres anti-aborto, con grandes carteles de fetos y gritando, megáfono en mano, que los jueces tienen que derogar Roe contra Wade, la histórica ley que legalizó el aborto en todo el país en 1973.

El espacio se convierte en una guerra de megáfonos ininteligible. Y las mujeres de un bando tratando de tapar con sus carteles los carteles que llevan las del otro bando y al revés.

Una pequeña estampa que retrata una de las grandes heridas que tiene abiertas este país y que la polarización no hace más que poner en evidencia.

Un objetivo electoral

El nombramiento de jueces conservadores es, para los republicanos, uno de sus principales objetivos políticos desde hace décadas, sino el que más.

En estas elecciones también lo es para el presidente. “Donald Trump contó en 2016 con el apoyo de la clase trabajadora, blanca, incluso con demócratas en estados clave como Pensilvania, Michigan o Wisconsin, y pasó de puntillas sobre asuntos que le podían provocar conflicto entre ese perfil de votantes, como el aborto o el matrimonio homosexual”, dice David Wasserman, editor de The Cook Political Report, analista invitado por la Fundación Alternativas. “El problema para Trump es que la renovación del Supremo pone el foco en esos temas, y en la ley sanitaria que aprobó Obama, y parte de esos votantes no quiere renunciar a esos derechos”. Y Trump, que en pasado se ha declarado a favor del derecho a decidir de las mujeres, ahora está eligiendo de qué lado ponerse.

¿Qué derechos están en juego con la nueva mayoría conservadora?

La nueva composición del Supremo va a tener consecuencias inmediatas: justo después de las elecciones –a mediados de noviembre- van a tener que decidir sobre la constitucionalidad de la ley conocida popularmente como Obamacare, que garantiza atención médica para millones de personas de bajos recursos.

Danyelle Solomon, experta en etnicidad en el Center for American Progress, calcula que si la derogan más de 21 millones de personas perderían automáticamente su cobertura sanitaria en mitad de una pandemia. Se sumarían a los diez millones que la han perdido ya tras quedarse sin trabajo en los últimos meses. El cúmulo de crisis que enfrentan los estadounidenses, sanitaria y económica, “está afectando desproporcionadamente a las minorías étnicas y derogar el Obamacare sólo agravará más esa inequidad”, asegura.

Otro de los grandes temas que se coloca en el centro de la diana es Roe contra Wade, la ley que garantiza el aborto legal en todo el país desde hace 47 años.

“Durante la última década, los estados conservadores han aprobado más de 400 leyes para restringir el derecho al aborto”, explica Leana Wen, exdirectora de la organización Planned Parenthood. “Hay decenas de litigios en tribunales inferiores que pueden llegar al Supremo en 2021” y que, con la confirmación de Barrett, tendrá la mayoría conservadora suficiente como para prohibir el aborto.

En jaque también quedan el matrimonio homosexual o las leyes que regulan los derechos de los migrantes, entre otros.

 
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