González Laya viaja Jerusalén en plena incertidumbre por la transición en la Casa Blanca
Tendrá encuentros con sus homólogos palestino e israelí para defender la necesidad de un proceso de paz en Oriente Próximo que acabe con la ocupación militar
Madrid
Los caprichos del calendario han querido que un viaje previsto hace meses, dentro de la ronda habitual a países vecinos del Mediterráneo, se haya convertido en una visita en un momento de gran incertidumbre en Oriente Próximo.
La ministra de exteriores Arancha González Laya viaja a Jerusalén para reunirse con sus homólogos palestino (Riyad Al Maliki) e israelí (Gabi Ashkenazi), en un momento en que considera que el conflicto por Palestina ha vuelto plenamente a la agenda internacional. “No debemos desaprovechar este aniversario [de la Cumbre de Paz de Madrid] para darle un impulso decidido al proceso de paz”, explicaba la ministra esta misma semana entrevista en la Cadena SER.
España considera que es una prioridad política impulsar este proceso, como clave para la estabilidad política y social en toda la zona. Y para apuntalarlo, además de la iniciativa puramente política, el gobierno español considera que debe acompañarse de un esfuerzo en la Cooperación al Desarrollo, que tuvo en Gaza y Cisjordania algunos de sus mejores ejemplos, pero que desde la crisis financiera de 2011 apenas se ha recuperado.
Y eso cuando las necesidades son mayores para la población palestina: descenso de la ayuda internacional, boicot de Trump a esa ayuda a través de organismos de la ONU como UNRWA, la pobreza en una Gaza que sigue asediada desde hace más de una década, y las dificultades para el desarrollo económico en Cisjordania bajo una ocupación militar.
El hecho de que el director de la AECID Magdy Martínez viaje con la ministra es, según detalla Exteriores, una muestra de la importancia que el Gobierno da al tema. Tampoco son ajenos a la importancia que tiene en este momento la delicada situación en Palestina por la COVID, donde diferentes organismos internacionales y no gubernamentales advierten de las serias consecuencias sobre todo en Gaza, donde los hospitales están al límite, y donde esta misma semana se han acabado los test para detectar esta enfermedad.
La crisis por la pandemia llevó a retrasar este viaje, previsto para hace meses. Pero los caprichos del calendario lo han situado en uno de esos momentos en que las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo crecen por la incertidumbre. En este caso la que se vive siempre que hay cambio de poder en la Casa Blanca, acrecentada por la crisis política en la coalición de gobierno en Israel.
Las calles de varias ciudades israelíes se han llenado de manifestantes contra el primer ministro Netanyahu, en un momento en que sus maniobras contra su propio socio de gobierno de coalición pueden precipitar una caída del gobierno. El veterano político israelí ha perdido una votación parlamentaria propiciada por Benny Gantz, el socio al que debería ceder el puesto de primer ministro a mitad de legislatura, según el pacto de gobierno.
Las cosas no mejoran en el lado de la Autoridad Nacional Palestina, donde Abbas intenta recuperar algo de iniciativa ante la ruptura del frente de países árabes, al firmar varios de ellos acuerdos de paz con Israel. Sólo la coincidencia de Trump en la Casa Blanca y el giro hacia una política exterior temeraria en Arabia Saudí y Emiratos explican la sucesión de acuerdos en apenas meses para establecer relaciones diplomáticas y económicas entre Israel y varios países árabes, a pesar del total estancamiento en el proceso de paz con los palestinos (la postura tradicional en los países árabes era la de supeditar los acercamientos con Israel a los avances en la solución a la cuestión de Palestina y el fin de la ocupación militar).
Pero el alineamiento de Netanyahu con saudíes y emiratíes ante el otro gran poder regional, el iraní, ha pesado más que la solidaridad con los palestinos. Precisamente es en este escenario en el que más preocupa lo que pueda pasar en un momento de cierto vacío de poder en Washington.
El asesinato de un científico nuclear iraní hace unas semanas ha disparado las alarmas, ante la posibilidad de que se aprovechen estas semanas para algún tipo de ataque a Irán. Trump coincide por completo con Netanyahu en su enemistad a Irán y su rechazo a un acuerdo internacional pactado con Obama en la presidencia. Biden -que respecto al tema de Palestina difícilmente va a alejarse de la postura tradicional en Washington-, si que ha defendido claramente la necesidad de volver al acuerdo. De ahí el temor a que quienes se oponen a Irán puedan aprovechar estas semanas para ‘marcarle’ el camino al nuevo presidente de Estados Unidos.
La posición de España es clara en esto, y así lo hará saber González Laya a su homólogo israelí: España defiende el pacto nuclear como algo bueno para la región y para el resto del mundo.