Muxes y apsarás: el tercer género en los ojos de la fotógrafa Susana Casarin
El Instituto de México en España expone una muestra de Realidades y deseos, un trabajo fotográfico de la mexicana Susana Casarin sobre la mujer transexual en México y la India
Madrid
Dos viajes, una intérprete, un burdel y una cámara. Un proyecto que comenzó hace catorce años. Una muestra que empieza con una carta. Su firmante es Erica, y la última frase: “quiero estar contigo, mamá. Y no ser esta paria en la que se ha convertido tu hija”.
Muxes y apsarás: el tercer género en los ojos de la fotógrafa Susana Casarin | Fotografía
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Erica vive en la ciudad de Nezahualcoyotl, un océano de viviendas dispuestas en cuadriláteros perfectos construidas al calor del despegue económico hecho por migrantes de otras partes del país. Como toda ciudad que nace abrazada a una gran metrópoli - especialmente cuando esa metrópoli es Ciudad de México -, este territorio con nombre de monarca azteca es un fotograma fiel de la polis americana: un hormiguero en constante movimiento, una carrera de sálvese quién pueda que al caer la noche se convierte en un desierto negro y graso. Ahí, en esta ciudad que significa “coyote que ayuna”, Erica se hizo mujer.
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“No me interesan los personajes glamurosos. Me gusta la gente humilde, la historia de las mujeres de estas ciudades. Y no me interesa fotografiarlas en la calle, sino en sus casas; con su familia y amigas”, dice Susana Casarin (1954) asomada a la cámara de su ordenador desde Ciudad de México. Susana menciona a Erica y repite su historia de memoria: el cambio de vestimenta, la hormonación, la muerte de su madre. Ella es uno de los primeros personajes que Susana explora en Realidades y deseos, un ambicioso proyecto que comenzó en 2007 y que se resume así: Susana, cámara en mano, recorre México en busca de la feminidad de mujeres transgénero que viven con los insultos de una legión de hombres y mujeres añosos. Así, la feminidad que atrapa su objetivo es hermandad entre amigas, supervivencia, orgullo y paria. Porque todas - mujeres transgénero de Veracruz, travestis de Nezahualcoyotl - son una idea viviente de paria. Como Erica, a quien Susana ofreció trabajo cuando ésta se quedó sin madre y, por tanto, sin ingresos. “En México, las mujeres transgéneros a veces sí tienen el respeto de sus madres. Casi nunca de los padres. Sus madres les ayudan a sobrevivir. Aunque, a pesar de su formación, como ocurrió con Erica, nadie las contrata. Se ven obligadas a ejercer la prostitución”.
La serie realidades y deseos explora el mundo de las mujeres transgénero en México -sus ritos, intimidades, sus días y sus madrugadas- en un trabajo de fotografía documental que se interroga por la flexibilidad del género en un país que las convierte en paria pero que un día sí las respetó. Y es este uno de los puntos más interesantes de la muestra que se expone estos días en Madrid. Susana nos enseña otra identidad, también femenina, que gozó de un lugar en el mundo prehispánico y que las hermana con otras mujeres de la India. Porque Susana avanza en su investigación con dos viajes durante meses al enorme país surasiático. Y allí descubre que, como en México, existe un tercer género que gozó de espacio y peso en su tradición y que hoy sobrevive a los golpes y a las miradas inquisitivas: en India, las apsarás; en México, las muxes. Ni hombres ni mujeres.
Las apsarás son ninfas acuáticas de la mitología hindú. Hoy son mujeres transgénero que gozan de cierto respeto entre amigas y mujeres de la familia. Algo similar ocurre con las muxes, mujeres transgénero del estado de Oaxaca que disfrutan de una relativa aceptación social que viene de la cultura indígena. Susana vive con ellas y se cuela en sus casas, en sus fiestas y en sus trabajos. Pasa días, semanas y meses viviendo, trabajando y bebiendo con ellas. Uno de los resultados es la exposición Apsaras. Dancers from heaven, que se expone estos días en el Instituto Cultural de México en España, en Madrid. “A pesar de la distancia, hay enormes similitudes en sus vestimentas y en su forma de vida”, responde Susana sobre las semejanzas entre estas mujeres de los dos continentes. “Aprendí con ellas que cuando dejamos atrás nuestra mirada occidental, hay muchas formas de entender el sexo o la identidad de género”.
La exposición es una muestra con 18 fotografías de mediano formato que alternan escenas íntimas de las comunidades transgénero de Oaxaca y de Bombay y Delhi. “¿Por qué cambian los cuerpos con el tiempo y por qué hay quienes deciden habitar otras geografías corporales en vez de quedarse con la propia?, pregunto después de observar a las personas que Susana Casarin retrató para retratarse y para retratarnos. Nos retrata para salir del propio cuerpo, para entender otras realidades, para tocar otras almas”, escribe Arnoldo Kraus en un texto que sirve de prefacio de la exposición. “El cuerpo como casa es la historia de la propia vida. Dentro de su piel todo sucede. Esa piel, la que alberga los muebles de la existencia, la que escucha y arriesga es porosa al lenguaje interno. Para muchos travestis, abrir el alma significa atender el ritmo interno del propio cuerpo. Eso dicen los retratos de Casarin. Quizás por eso Kafka hablaba de los espantosos límites del cuerpo humano. Quizás, por lo mismo, el lector debe hurgar detrás de las fotografías: ahí escriben los huesos de sus personajes, ahí habita el deseo de ser como se es. Eso revelan las fotografías: todos son ellas”.
Enrique García
(Sevilla, 1994) Corresponsal en Bruselas, siguiendo y explicando la política comunitaria. Antes, redactor...