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Vox insiste en llamar "vicepresidente" a Carmen Calvo basándose en argumentos lingüísticos obsoletos

"Pregúntese el lector", dice la Fundéu, "por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino 'sirvienta'"

Madrid

El Congreso de los Diputados ha vuelto a albergar este miércoles un rifirrafe lingüístico causado por el empeño de Vox en referirse a Carmen Calvo como "vicepresidente", en vez de "vicepresidenta". Un asunto al que el portadoz de la formación ultraderechista, Iván Espinosa de los Monteros, le ha dedicado varios minutos de argumentación.

"Quisiera refrescar algún concepto", ha dicho en el inicio de una perorata sobre "el participio activo, ese gran desconocido", que le ha llevado a asegurar que "la persona que influye es influyente, ni influyenta ni influyento", y que, del mismo modo, "la persona que intelige, es inteligente; ni inteligenta, ni inteligento".

El portavoz de Vox ha ironizado también sobre el lenguaje inclusivo: "Si quieren que lo use, lo usaré. Así que señores socialistas y socialistos, altos cargas y altas cargas, la persona que preside es presidente y la que vicepreside, vicepresidente".

"Lo que me dé la gana"

Espinosa de los Monteros ha reconocido haber usado la palabra "vicepresidenta" porque que la RAE también la admite, por lo que ha asegurado que, "al poder elegir entre la forma correcta y la admitida", en el futuro usara la que le "dé la gana".

Carmen Calvo ha evitado la discusión lingüística, pero ha respondido aludiendo a la "circunstancia bochornosa e indigna" de este pasado martes, cuando "se tuvo que debatir si existe la violencia de género". Vox, de hecho, fue la única formación que no aplaudió la lectura del nombre de las mujeres asesinadas.

La Fundación del Español Urgente (Fundéu), sin embargo, se ha referido en varias ocasiones a las dudas acerca del término presidenta y sus conclusiones no dejan lugar a dudas: las explicaciones esgrimidas por Espinosa de los Monteros serían válidas en el siglo XVIII, pero en 2021 resultan obsoletas. Correctas, quizá, pero también un tanto anacrónicas.

Desde 1803

"La Gramática académica explica que la voz presidenta es un femenino válido en el que se ha cambiado la e final por a, al igual que ocurre con asistenta, dependienta, infanta o intendenta. Puesto que, además, presidenta ya tiene registro académico desde el Diccionario de 1803, se emplea desde mucho antes y es la forma mayoritaria según el Diccionario panhispánico de dudas, no parece que haya motivo para no usar o incluso para no preferir esta forma cuando el referente es una mujer", señalaba en un artículo publicado en 2014.

Respondiendo a la duda planteada por un usuario, incluso fue más allá: "Tiene uso, como poco, desde hace cuatro siglos. Por otra parte, y tal como explica la Gramática académica, presidente no se ha formado a partir de presidir, ya que se incorporó un siglo antes que el verbo".

Y sigue: "Por aquí (en la Fundación del Español Urgente) pensamos que hay que favorecer el uso del femenino y hacer visibles a las personas que han estado tantos años invisibles en nuestra lengua: las mujeres".

El uso del femenino 'sirvienta'

Los expertos de la Fundéu, de hecho, no reparan en ejemplos y explicaciones: "Ya hay algunos participios de ese tipo que llevan años funcionando en español: presidenta, clienta, asistenta, gobernanta, parienta, tenienta, penitenta, practicanta, ayudanta, comedianta, principianta, postulanta, almiranta, danzanta, intendenta, sargenta, vicepresidenta… (datos tomados del Diccionario inverso de la lengua española, de Ignacio Bosque y Manuel Pérez Fernández. Madrid: Gredos, 1987), y es de esperar que cada vez sean más".

"No se trata, como verá, de forzar la lengua cambiando adjetivos [...] sino de simples sustantivos que tienen formas femeninas en la lengua española. Y no creemos que presidenta sea una forma peligrosa para el idioma, sino más bien consideramos que es muy beneficiosa. Y respecto a la proliferación de esa palabra se nos ocurre que se debe únicamente a que cada vez hay más mujeres que ocupan ese cargo y gracias a ello nuestra lengua va siendo, poco a poco, menos sexista".

La argumentación de un tercer artículo dedicado a este asunto —y plagado de explicaciones lingüísticas— zanja el asunto con un argumento irrebatible: "Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta)".

 
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