Toshiharu Onoda, diez generaciones de alfarería devastadas por el accidente de Fukushima
El alfarero japonés vuelve una década después a la ciudad en la que su familia ejerció la profesión durante más de 100 años
Madrid
Esta es la historia de Toshiharu Onoda, un alfarero de decimotercera generación que vive en un pueblo cercano a la planta nuclear de Fukushima Daiichi. Cuando se produjo la tragedia el 11 de marzo de 2011, Onoda acababa de cargar su horno cuando un terremoto masivo sacudió su estudio. Aferrado a la pared, el alfarero observaba atónito como su horno de dos toneladas comenzaba a moverse por el suelo mientras el polvo asfixiante llenaba la habitación.
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“Las cosas se estaban rompiendo por todas partes, el horno hacía mucho ruido, todo el interior se hizo simplemente añicos”, explica Onoda en las ruinas de lo que era su estudio en Namie, construido hace ya más de un siglo. "Al principio pensé que volvería al día siguiente para recoger los destrozos del terremoto", afirma Onoda, “no imaginaba que nunca volvería a trabajar allí”.
Un nuevo comienzo
Tanto Thosiharu como otros alfareros de la zona, se vieron obligados a evacuar la zona pocas horas después de la explosión de los edificios del reactor en la planta propiedad de Tokyo Electric Power Company (TEPCO). La radiación se extendía por el área donde los alfareros habían trabajado durante más de 300 años.
Ahora que las restricciones están algo más relajadas, Onoda, junto con los alfareros del grupo que dirige, han podido regresar al centro de Namie a una nueva sala de exposición y espacio de trabajo con hornos que abrirá en 10 días. Un resquicio de lo que un día fue su puesto de trabajo habitual.
Secuelas de la tragedia
“Si no lo hacemos en Namie, no es realmente Oborisoma-yaki”, explica Onoda. Mismo nombre, pero distinto proceso. Namie es muy distinta a lo que acostumbraba antes de la explosión. Alrededor del 80% de la ciudad de la prefectura de Fukushima aún está fuera de ellos límites debido a su alta radiación. La mitad de los alfareros de Namie se han marchado y el valle que fue su base permanece fuera de los límites.
Los cambios no son solo esos, la arcilla y el esmalte que se solían utilizar para dar a los productos ese matiz azul verdoso tan distintivo, ya no están disponibles. Los materiales con los que se realizaban los trabajos de alfarería ya no se pueden recolectar del valle y procesar allí. “No es exactamente lo mismo”, afirma Onada sobre la arcilla que utilizan actualmente. El esmalte ha intentado recrearse a través de más de 100 experimentos por científicos de Fukushima pero sigue sin ser exactamente el mismo color.
La nueva Namie, un mensaje de esperanza
Onoda ha podido regresar y visitar su casa y su antiguo estudio. Los edificios están muy dañados por el clima lo que imposibilita su reparación. La esperanza es lo último que se pierde, y así lo afirma el grupo de alfareros, quienes depositan toda su fe en el nuevo edificio del centro de Namie que recogerá los productos de los trabajadores y les permitirá vender, mostrar y encender su trabajo en los hornos. “Es esencial tener un lugar para que los alfareros mantengan su conexión y comunidad”, explica Yuichi Konno, funcionario de la ciudad.
Onoda ve este nuevo centro como una forma de mantener viva la tradición, pero aún sueña con volver a tener su propio estudio en Namie como hace una década. “Quiero estar en algún lugar aquí en Namie, de alguna manera. Esta cerámica es una parte importante del corazón de la ciudad”, expresa Onoda, "me gustaría pasar mi oficio de más de 300 años a la siguiente generación. Ese es mi objetivo", señala el alfarero, dispuesto a seguir trabajando el barro con sus manos.