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Olaf Scholz, canciller contra todo pronóstico

Alemania cierra la era Merkel con la elección de Scholz como nuevo canciller

El nuevo canciller de Alemania, Olaf Scholz. / DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Berlín

Contra todo pronóstico, Olaf Scholz se ha convertido este miércoles en el nuevo canciller alemán. Periodistas y políticos todavía se pellizcan de lo miopes que fueron al no ponderar en su justa medida a este hombre de 63 años, cuando en agosto de 2020 anunció que presentaba su candidatura a la Cancillería por el Partido Socialdemócrata (SPD). Muchos lo consideraban un suicidio político, pues en aquel momento al SPD se le atribuía sólo el 15% de los votos, mientras que los conservadores (CDU-CSU) se acercaban al 40% y los Verdes ya sumaban el 20%.

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Pero Scholz es uno de esos políticos resilientes que alcanza sus objetivos a base de grandes dosis de discreción y paciencia. Asertivo, fiable, maestro del compromiso, pero también aburrido y frágil son algunos de los calificativos que le aplican en Alemania. Scholz nació el 14 de junio de 1958 en Osnabrück, aunque sus padres se trasladaron a Hamburgo, ciudad donde pasó su juventud junto a sus hermanos menores y de la que llegó a ser alcalde.

Abogado especializado en derecho laboral, con despacho propio hasta que entró en el Bundestag, empezó muy joven en política. En 1975, incluso antes de terminar el instituto, se unió a los Jusos, la organización juvenil del SPD. Scholz ascendió en la organización del partido, convirtiéndose en su presidente nacional siete años después, e hizo carrera en el partido.

Alcalde de Hamburgo y ministro

Scholz fue miembro del Bundestag alemán de 1998 a 2001 y de 2002 a 2011. De 2001 a 2019 fue miembro de la ejecutiva del partido SPD en diversas funciones, y en 2002 se convirtió en secretario general del partido, tras perder las elecciones de 2001 como senador de Interior en Hamburgo.

Sin embargo, en 2004 tuvo que dimitir tras sólo 18 meses por las críticas internas del partido a las reformas de la Agenda 21. Volvió a abrirse paso en el partido. En 2007 se convirtió en ministro federal de Trabajo y en 2011 en primer alcalde de Hamburgo. Allí pasó dos legislaturas hasta que se convirtió en vicecanciller en 2018 y en ministro de Finanzas del Gobierno de coalición de Angela Merkel.

Quiso ser presidente del SPD a finales de 2019, pero los delegados del partido se decantaron por otros candidatos más izquierdistas, como Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans, quienes de forma sorprendente lo propusieron como candidato a canciller.

"Mi mujer es una gran política"

Hombre de círculos reducidos, entre sus confidentes se encuentran Wolfgang Schmidt, que se convertirá en Ministro de la Cancillería y, sobre todo, Britta Ernst, su esposa, a la que conoció a finales de los 80 y con la que se casó en 1998.

La pareja no tiene hijos. Britta nació en Hamburgo, es ministra de Educación de los socialdemócratas en Brandeburgo desde 2017, y anteriormente ocupó el mismo cargo en Schleswig-Holstein. Durante la campaña electoral le preguntaron si su mujer seguiría trabajando si él ganaba las elecciones, cuestión que le indignó. "Mi mujer es una gran política", respondió. "Creo que sería una persona completamente diferente si no estuviera casado con Britta Ernst", ha comentado en alguna ocasión. Scholz practica footing y comparte con su mujer el gusto por el ciclismo.

Las sombras de su carrera

Su dilatada carrera política no está exenta de sombras. Una de ellas es el ‘caso Wirecard’. Como ministro federal de Finanzas tuvo que declarar ante una comisión especial porque la autoridad de supervisión, subordinada a su ministerio, apoyó a la empresa haciendo caso omiso a las acusaciones contra Wirecard que ya circulaban en ese momento. Incluso presentó cargos contra los periodistas que informaron sobre los indicios de fraude de la antigua empresa del Dax.

Otra es su participación en el escándalo de los impuestos Cum-Ex, el mayor de la historia de Alemania. Ha tenido que declarar en una comisión de investigación para explicar por qué se entrevistó varias veces con un banquero local que se encontraba en serios problemas con la Hacienda de Hamburgo y que al final se libró de una reclamación de 47 millones de euros que supuestamente procedían de operaciones ilegales de Cum-Ex.

 
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