Historia
Memoria histórica

El museo de la Memoria Histórica que merece España está en Portugal

Ubicado en Lisboa, el Museo del Aljube de la Resistencia y la Libertad homenajea a mujer y hombres que lucharon contra la dictadura de Salazar y contra el fascismo

En España todavía ninguna institución ha creado un espacio artístico similar

Imagen del homenaje a la resistencia antifascista en el Museo Aljube de Portugal / Cadena SER

El Museo de Aljube de la Resistencia y la Libertad está en pleno centro turístico de Lisboa, en el barrio del Fado, Alfama. En una de sus cuestas emerge un edificio blanco, restaurado. Fue una antigua cárcel, un sitio donde la dictadura torturó a miles y miles de mujeres y hombres. A ellos está dedicado un museo que recuerda la historia reciente del país, pero también cómo fue la lucha en la resistencia.

Fue en 1928, durante la dictadura Militar, Aljube empezó a recibir presos políticos y sociales, convirtiéndose en una cárcel privada de la policía política. Estuvo en activo hasta 1965. El edificio ya fue una cárcel durante el periodo romano e islámico de Portugal. “Cumple con el deber de agradecimiento y memoria de la ciudad de Lisboa y del país a las víctimas de la cárcel y la tortura que, sacrificando su propia vida, lucharon por la libertad y la Democracia”, explica a la Cadena SER la directora del museo, Rita Rato Fonseca.

Se calcula que entre 15.000 y 20.000 personas fueron detenidas por la policía política portuguesa (PIDE) entre los años 1933 y 1974. El edificio cayó en el desuso y el olvido, pero principios de los 2000, coincidiendo con un intento de remodelación de la ciudad, hubo un intento de compra para convertirlo en casas de lujo. “Este museo comenzó a gestarse en 2013, cuando la resistencia antifascista, las organizaciones y colectivos de presos se movilizaron para presionar al ayuntamiento para pedirle que preservara el lugar como un espacio para la memoria”.

Entonces el ayuntamiento accedió y esta cárcel se convirtió en lo que es hoy, un museo que funciona como repositorio de la memoria de la época de la Dictadura y como un instrumento de construcción y aprendizaje de los valores democráticos. Fue inaugurado el 25 de abril de 2015. En él, la historia portuguesa se cuenta a través de imágenes de las luchas clandestinas, con documentos de aquel periodo de represión y detenciones, con recreaciones de cómo se publicaban panfletos o periodistas en la clandestinidad, con recortes de prensa donde hasta hay una alusión al pueblo español en plena guerra civil, con discursos de radio donde se escucha la voz del mismísimo Salazar y hasta canciones como el ‘Hino de Caxias’.

Imagen de la recreación de una de las celdas de la cárcel de Aljube en Lisboa, Portugal / CADENA SER

En sus cuatro plantas se atiende a distintos episodios de la historia de Portugal, un país que vivió 48 años con una dictadura. Fue entre las dos guerras mundiales cuando se instauró el Estado Novo, régimen liderado por Salazar y apoyado internamente por los militares y externamente por el fascismo italiano. Una historia similar a la de España, con la dictadura de Franco, también de corte militar y con elementos fascistas, con el apoyo de la Iglesia Católica. El funcionamiento de ambas dictaduras era similar.

Todo lo que se cuenta en este museo nos hace pensar en España. La censura, las torturas que se explican nos llevan a la Dirección General de Seguridad de Franco instalada en la Puerta del Sol de Madrid. En Aljube explican cómo eran esas cárceles privadas, con celdas llamadas “cajones”, por su diminuto tamaño, de uno por dos metros. También vemos cómo funcionaban los tribunales políticos. Como los nuestros. Sin juicios justos, con testigos falsos, con pruebas falsas. En un gran panel podemos observar las diferentes torturas que realizaba la policía política y una exposición de lo que serían las celdas del centro de detención.

Sin embargo, pese a las similitudes, la gran diferencia entre Portugal y España estriba en la manera en que se lidia con el pasado. Portugal no tiene miedo en contar el pasado, en mirarlo, revolverlo, en señalar a los culpables y en defender y homenajear a las víctimas. En España no existe ningún museo similar, que explique, que mire al pasado, que cuente cómo fue la resistencia antifascista, cómo fueron las torturas de la dictadura y cómo fue la limpieza que ejerció el franquismo sobre las españolas y los españoles.

En Portugal fue fácil, no hubo oposición al museo. “Nuestra dictadura duró 48 años, pero nosotros tenemos 48 años también de resistencia y solidaridad. Y eso ha sido también muy importante para la movilización social, De ahí la importancia de este museo”, señala la gestora. Las trabajadoras del museo reconocen que son muchos los visitantes españoles, turistas que se topan por casualidad con él paseando por Alfama, los que se emocionan viendo las fotos de las miles de víctimas de la dictadura en las paredes del edificio.

“Hemos tenido muchos visitantes españoles que han dejado mensajes en el libro para firmar que tenemos a la entrada del museo y todos esos mensajes dicen que ojalá España tuviera también un museo dedicado a las víctimas y a los luchadores contra el fascismo en España”.

El Aljube habla también de una cuestión clave para Portugal y que España también ha olvidado: el colonialismo. A finales de los 50, los vientos de descolonización avanzan en África. Entre el 61 y el 74 se desarrolló la guerra de Angola, Guinea Bisáu y Mozambique. 13 años después la dictadura no supo o no pudo encontrar una solución política a aquello. Toda una planta del museo está dedicada a la lucha anticolonial, a lo que supuso para los africanos y para Portugal el colonialismo. En España apenas recordamos que hubo una Guinea española o que Franco dio la independencia al pueblo saharaui en los últimos minutos de la dictadura, lo que provocó un gran sufrimiento en los españoles saharauis.

El museo cuenta con apoyo gubernamental, también con el apoyo de la universidad de Coímbra, con el apoyo de las asociaciones de memoria del país, de la Asociación de Profesores de Historia, de estudiosos del patrimonio, de la asociación de antifascistas portugueses y del centro de estudios del Partido Comunista portugués. No hay miedo en Portugal a destacar la lucha y el trabajo que hizo este partido durante la dictadura, algo que también difiere de España.

“En Portugal el antifascista es más fuerte que el anticomunismo”, señala la gestora.

Como todo museo que se precie, tiene su tienda. Hay libros, camisetas con la letra de Grândola Vila Morena, la canción que mejor refleja la Revolución de los Claveles. Hay lápices, cuadernos, imanes. Además, hay un centro de documentación con libros y manuscritos de la época de la dictadura de Salazar. Entre los libros destaca la reedición de una publicación que fue clave para hacer caer la dictadura: Novas Cartas Portuguesas. Publicado en 1971, es un libro escrito por tres mujeres, María Isabel Barreno, María Teresa Horta y María Velho da Costa, conocidas como las Tres Marías, que fue inmediatamente censurado. La defensa de este libro y el proceso de solidaridad que tuvo lugar hacia las autoras en la sociedad portuguesa fue clave para entender que cuatro años más tarde se produjera la Revolución de los Claveles. El museo dedica un espacio también a la lucha de las mujeres en este periodo, la lucha por la igualdad y la libertad.

La idea de los organizadores es mantener un museo moderno, que hable de la historia, pero que relacione lo ocurrido con el presente. De hecho, reconoce la directora que ahora hay opositores a esta iniciativa “En los últimos años también han surgido fuerzas populistas neofascistas. Pero podemos presumir que la escuela pública, las asociaciones por la memoria y este museo tenemos un papel fundamental para reflejar la importancia de la resistencia y la solidaridad en ese momento tan duro de analfabetismo, de precariedad, de pobreza que generó la dictadura. Con la construcción de este museo la sociedad portuguesa homenajea a todas estas personas, las más conocidas y las anónimas y a sus familiares. Pero también a esa sociedad que durante la dictadura se organizó para resistir y para fomentar los valores de la libertad”.

Espacio del Museo Aljube dedicado a la lucha de las mujeres durante la dictadura con lemas contra el divorcio / CADENA SER

Además de Portugal, en países como Alemania hay centros y museos dedicados a la memoria del exterminio y el Holocausto. También en Varsovia existe un museo parecido al luso, un museo interactivo que conmemora lo que fuera el mayor despliegue de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial en una Europa bajo la ocupación nazi: el alzamiento de 1944. Incluso en Argentina con el ESMA. Es el Museo Sitio de Memoria, monumento histórico nacional, evidencia del accionar del terrorismo de Estado y prueba judicial en las causas por crímenes de lesa humanidad en Argentina.

En España, un país aliado con el nazismo y el fascismo y con una dictadura criminal como la de Franco, no existe un espacio de memoria democrática que hable de estas cosas. "No entendemos por qué de los dos grandes sucesos violentos que ha vivido España en las últimas décadas, solo se musealiza uno de ellos", explica Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica. Se refiere a los museos que distintas instituciones están abriendo en el País Vasco en honor y reparación de las víctimas del terrorismo. "¿Para cuándo uno de las víctimas del franquismo?", se pregunta este nieto de desaparecidos.

imagen del Museo Aljube / CEDIDA

Ha habido algún intento, sobre todo en los momentos en que se aprobaron las dos leyes de memoria. La primera en 2008 con Zapatero en el poder, una ley que se quedaba a medias, según las víctimas e historiadores, y que no tuvo casi financió para su desarrollo. La ley tuvo el revuelo de la derecha y hasta un juez, Garzón, fue juzgado por abrir las fosas. Precisamente en ese año, en 2008, se derribó uno de los lugares que pudo haber acogido un museo similar al portugués, la cárcel de Carabanchel. Meses antes la Plataforma por un Centro de Memoria en la Cárcel de Carabanchel envió una carta certificada al Ministerio del Interior para solicitar ese espacio. Lo mismo pasó con la Plaza de Toros de Badajoz, uno de los lugares donde se asesinó a los presos republicanos, que fue derribada por el gobierno del socialista Rodríguez Ibarra. Ni siquiera la Comunidad de Madrid ha permitido a la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica poner una placa en su sede de la Puerta del Sol, donde Billy el Niño y otros policías franquistas torturaban con impunidad.

Después de la exhumación de los restos de Franco, se ha hablado de convertir el Valle de los Caídos en un lugar de homenaje a las víctimas. Sin embargo, hay diferencias con el museo portugués, ya que se trata de una Basílica y de un monumento construido para la gloria del dictador por presos republicanos. "A mí no me convence el proyecto que hay sobre la mesa. Me parece que el Valle de los Caídos debe quedar como lo que fue y lo que es, pero no sé si tiene sentido hacer algo más artístico", señala Emilio Silva. "Nosotros nos hemos ofrecido al gobierno a hacer un cartel que al menos explique la historia del sitio, donde todavía la narrativa no ha cambiado. Los bancos de la basílica siguen manteniendo el escudo personal de Franco", añade.

Hace unos meses en Elda, Alicante, se abrió por primera vez la Posición Yuste. Es la casa donde el gobierno republicano, presidido por Juan Negrín, estuvo refugiado los últimos días de la Guerra Civil y desde donde salió al exilio. Allí Negrín sufrió un golpe de estado perpetrado por su propio partido, el PSOE. Esa casa era de un particular que la ha legado a Cáritas. El Gobierno Valenciano la convirtió en un bien de protección cultural, con lo que no podrá destruirse, ni derribarse. Ahora falta ver si se convierte en museo o memorial. También en Teruel existe un proyecto para hacer un museo que ya cuenta con financiación, según anuncia Silva. En Morata de Tajuña está el Museo de la Batalla el Jarama. Ubicado dentro de un mesón, en él se encuentran objetos como cartillas de racionamiento, mapas, fotografías, octavillas, armas, cañones, botellas, periódicos de la época, monedas o billetes que Gregorio Salcedo fue rescatando del olvido de los campos de labranza y olivares cercanos.

El Poblet, última sede del gobierno republicano en Elda-Petrer (Alicante) / IÑAKI PEREZ

Suele decir Paul Preston, hispanista, historiador y uno de los mayores expertos en la historia reciente de nuestro país, que recuperar la memoria histórica no es recordar, sino conocer la verdad. Eso es la labor de un museo como Aljibe en Portugal. No solo señala los crímenes del pasado, sino que cuenta cómo ocurrieron, con cifras, con datos, con testimonios íntimos y públicos. No es baladí que los visitantes españoles sean los que más se emocionan en este museo. “Ven en él lo que a ellos les falta. Para nosotros también es importante que en estos países también hagan un ejercicio de memoria para luchar contra los movimientos conservadores actuales”, señala la directora del Museo de la Resistencia y la Libertad.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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