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José Sacristán: el actor que sigue jugando como un niño

El protagonista de 'Asignatura pendiente' recibe el Goya de Honor por toda su carrera

El actor José Sacristán durante una tertulia con el público asistente, este lunes en la Academia del Cine, en Madrid. EFE/ Juanjo Martin / JUANJO MARTIN EFE

José Sacristán recuerda perfectamente la primera vez que entró en un cine y vio una película. “Se apagaron las luces. La pantalla se iluminó con unas imágenes y se produjo en mí algo parecido a lo que debieron sentir los pastorcillos de Lourdes o de Fátima”, dice.

También se acuerda cuándo sus pies pisaron las tablas de un escenario: “Fue en el parque móvil de los ministerios con La dama del armiño de Luis Fernández Ardavín. En el programa ponía Ronda de golillas y gente del pueblo. Yo era uno de la ronda de golillas… Y cuáles fueron sus primeras palabras ante el público: "En Pigmalión de George Bernard Shaw. Yo era El circunstante sarcástico, así se llamaba mi personaje".

Pero, si en algún momento le falla la memoria, tiene a mano los programas de las funciones en las que ha intervenido; las portadas de las revistas que le han dedicado; las críticas y artículos en los que alguna vez apareció su nombre y los cromos de las estrellas de cine que coleccionaba en su niñez y de las que acabó formando parte. “En aquel entorno social y familiar en el que yo vivía querer aspirar a ser Tyrone Power era una cosa bastante loca”, reconoce.

José Sacristán / Cadena SER

En sus comienzos teatrales, cuando apenas tenía dinero, José Sacristán comía los alimentos que llevaban de atrezo a los escenarios. Todo cambió a mediados de los sesenta, con su debut en el cine, haciendo un brevísimo papel en La familia y… uno más de Fernando Palacios junto a su admirado Alberto Closas. Desde entonces su nombre está indisolublemente unido a la historia del cine español. “Todas y cada una de las películas que he rodado forman parte de mi vida. Todas estuvieron ahí, no solamente para ayudarme a vivir sino para ayudarme a mantener la ilusión de ser actor”, reconoce.

Durante los años 60, Sacristán fue uno de los rostros más habituales de las comedias costumbristas españolas. Tenía un físico, además, con el que se podían identificar la mayoría de los espectadores. No era un galán sino un hombre común y corriente, con los problemas comunes de los españoles de los años 60 y 70. José Sacristán no reniega de aquellos títulos como Lo verde empieza en los pirineos, Los nuevos españoles o Vente a Alemania, Pepe, pero si que vivía una contradicción. Él era un hombre de izquierdas por biografía y convicción y trabajaba en el cine popular de la época franquista. “Lógicamente no iba a los rodajes cantando La Internacional, pero nunca he ocultado mi manera de pensar. Y debo decir que los primeros que confiaron en mí fueron gente muy próxima al régimen de Franco. Entre ellos José Luis Sáenz de Heredia, que era primo de José Antonio Primo de Rivera o Pedro Masó y Mariano Ozores. Sigo estando en la izquierda, pero delante de mí, en lo personal, que nadie le toque un pelo de la ropa a la memoria de José Luis Sáenz de Heredia, Pedro Masó o Mariano Ozores porque hay gente que se ha portado conmigo formidablemente”, recuerda.

ATRESMEDIA

Cuando España empezó a evolucionar, sus personajes también lo hicieron. En películas como Asignatura pendiente fue el rostro de una generación esperanzada durante la Transición. Ha tenido muy buenos momentos en el cine y en el teatro y grandísimos éxitos como los musicales El hombre de La Mancha y My Fair Lady con Paloma San Basilio. Lo que no ha tenido José Sacristán en el cine han sido muchos premios. Ganó la concha de plata como mejor actor por Un hombre llamado flor de otoño, un galardón que volvió a ganar en 2012 por El muerto y ser feliz. Y el Goya se le resistió hasta ese mismo año, 2012. “Se ha hecho de rogar Don Francisco, pero ha valido la pena esperar”, dijo cuando recogió la estatuilla. Era, además, su primera nominación a los Goya.

Ahora recibe este Goya de Honor y ahí sigue. En el teatro; en la televisión en el cine… Porque a sus 84 años José Sacristán sigue, como él dice, jugando, como si fuera un niño, viviendo sinfín de aventuras. “No pienso en la retirada. Antes me meto monja. No hay mayor seriedad que la del niño cuando juega. Esa es la prioridad para mí. No perder en absoluto el disfrute y el estremecimiento que produce la profunda seriedad del juego”.

 
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