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En ERTE todavía, dos años después del estado de alarma

Aún hoy, más de 100.000 trabajadores continúan en esa situación y con la incertidumbre de si su ERTE se convertirá en ERE. Hablamos con la empleada de una agencia de viajes, el dueño de un bar que lleva cerrado desde que empezó la pandemia y una peluquera que no ha vuelto a trabajar

Imagen de un bar cerrado / Cadena SER

Madrid

Este 14 de marzo se cumplen dos años del estado de alarma por la pandemia. Salvo los servicios esenciales, el resto se vieron obligados a cerrar, abocando a muchos trabajadores a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) del 100%. Muchas empresas pudieron sobrevivir con el teletrabajo pero también vieron reducidos sus ingresos por lo que también recurrieron a esa fórmula con distintos porcentajes de reducción de jornada y sueldo. La COVID-19 se consideró "causa de fuerza mayor" y 3,6 millones de trabajadores estuvieron en ERTE en mayo de 2020. No hemos vuelto a alcanzar esas cifras tan elevadas, pero a lo largo de estos dos años, uno de cada cinco trabajadores ha sufrido un ERTE. Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Seguridad Social, el pasado mes de febrero, 101.736 trabajadores seguían protegidos por este tipo de ERTE, lo que representa el 0,6% del total de afiliados. Ese número supone un descenso de cerca de 800.000 trabajadores respecto a justo un año antes y una caída en más de 33.000 personas respecto al pasado 31 de octubre. Curiosamente, la mitad de las personas que continúan en ERTE están en suspensión parcial de empleo (49.599) frente a los que no trabajan nada (52.137). Este ERTE de fuerza mayor acabará el próximo 31 de marzo, excepto en el caso de las agencias de viajes, y muchos trabajadores siguen temiendo por su puesto de trabajo. Aunque ahora las empresas deben volver a admitirles, podrían hacer Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) dentro de un tiempo.

"Comenzó la guerra y llevamos una semana parados"

Una de esas casi 50.000 personas que todavía no trabaja al 100% es Ana. Trabaja en una agencia de viajes y poco antes del confinamiento contaba en la SER cómo se había paralizado todo. Durante estos dos años, cada mes se ha enfrentado a distintas jornadas laborales: "Con el estado de alarma, se hizo un ERTE del 100% a toda la plantilla, salvo algunos compañeros que se quedaron gestionando todo lo que había previsto para ese año. En junio de 2020 ya se abrieron las oficinas y estuvimos trabajando al 50% pero de repente y en octubre de 2020, ante la previsión de un repunte de casos, reestructuraron todo y, como norma general, la red de ventas pasamos a estar al 80% de ERTE. Se cerraron multitud de oficinas y reubicaron las plantillas en otras. Por ejemplo, mi oficina pasó a incorporar la plantilla de otras dos delegaciones y con el 20% de jornada cada uno cubríamos la jornada completa de la oficina", recuerda. Estuvo trabajando solo un 20% hasta mayo de 2021 y a partir de ahí, de vuelta al baile: "En verano estuvimos al 60% de ERTE, en septiembre al 20%, luego pasamos al 25% y en diciembre subimos al 50% otra vez, y ahí sigo. La cosa estaba remotando mucho, había una explosión de venta tremenda pero comenzó la guerra [en Ucrania] y llevamos una semana parados", lamenta. Nadie quiere riesgos.

Ana lleva dos años ganando menos de la mitad que antes de la pandemia. Entre el ERTE y que obtiene los mismos variables por ventas que antes, sus ingresos han menguado de forma considerable. Afortunadamente, su pareja sí tiene un trabajo estable pero cuenta que muchos compañeros lo están pasando muy mal. "Sigues teniendo que venir a currar, ahora con la gasolina disparada, el IPC subiendo... vamos, ahogadísimos. Además, la empresa ha planteado un ERE y un nuevo ERTE hasta febrero 2023. Hay gente que ha estado currando esperando recuperar su jornada y, ahora, a la calle". El sector de las agencias de viaje es el que concentra un mayor porcentaje de ERTE por COVID y podrán acogerse durante un año más a este ERTE de fuerza mayor. En el caso de la empresa de Ana, casi 500 personas entrarán en un ERE. La compañía ha pedido voluntarios pero se reserva su derecho a denegarlo. Más de 1.000 personas, lo que supone un cuarto de la plantilla total, se ha presentado ya para optar a ese ERE ya que irse de forma voluntaria mejora las condiciones respecto a si salieran de forma forzosa. Cree que dónde más va a afectar es a las oficinas que trabajan para empresas: "Con tanto teletrabajo, hay mucho viaje que se ahorran. Este tema del COVID ha sufrido un cambio de paradigma en esa forma de trabajar. En el caso de planear vacaciones sigue habiendo trabajo".

Otra de las cosas que ha notado Ana en este tiempo es cómo se ha transformado su trabajo. "He pasado de ser interiorista a desbrozar campos", dice como metáfora. Mientras antes se sentaba la gente en su mesa y juntos planeaban el viaje de sus sueños, ahora todo son temores, restricciones, formularios, reclamaciones y un certificado COVID que caduca y causa muchos estragos. "Siempre ha sido un trabajo socialmente poco valorado y mal pagado, pero antes teníamos salario emocional, podíamos viajar, ahora ni eso. Además, mi empresa ha aprovechado que estábamos de ERTE para cambiar el horario de mi oficina a horario partido y me he pedido reducción de jornada, y reducir mi sueldo aún más, para poder estar un par de tardes en mi casa con mi hijo. He pasado de estar en mi casa todos los días a apenas verle".

"Yo me tengo que quitar esa preocupación"

Santi lleva dedicándose a la hostelería más de 50 años. Es el propietario del bar Virginia, en Logroño, que no ha vuelto a abrir sus puertas desde el estado de alarma. Sus cuatro empleados (dos cocineros y dos camareras) siguen en ERTE: "Si antes de la pandemia ya íbamos justitos con esto ni te cuento cómo sería. Abrir para perder me parece una tontería. Pero ya a principios de abril voy a abrir porque no podemos seguir así. O funciona o se cierra definitivamente, hacemos ERE o bancarrota, pero yo me tengo que quitar esa preocupación", confiesa.

Cuando pasa por delante de otros bares, se fija en la gente que hay y siempre piensa que no es normal que haya tan pocos clientes a esa hora: "Mientras no quiten las mascarillas en interiores, la gente no quiere entrar en los bares", sentencia. Su bar cuenta con una terracita pequeña que ahora se la ha cedido al bar de al lado. Más allá de eso, no espera hacer nada especial para amortiguar los daños del virus. Él, al menos, tiene "un colchón" después de tantos años de trabajo que le ha ayudado a pasar estos dos años sin ingresos del bar.

Altibajos ante la incertidumbre

Encarna lleva más de 20 años trabajando como peluquera para la misma cadena. Una empresa líder en el sector que cuenta con muchos salones por todo el país. Alrededor de 40 ya no volverán a abrir sus puertas. Cuando llegó la pandemia, Encarna se fue a su casa sin imaginar que estaría dos años sin volver a peinar y justo este lunes le han dicho que a principios de abril se incorpora en otra peluquería. Durante este tiempo ha hecho malabares con la economía familiar: "Mi marido es autónomo y trabaja todo el día y, al estar yo en casa, saqué del colegio a los niños y eso que nos ahorramos, y tampoco gasto en el abono transporte", cuenta, recordando también de las "propinillas" que le daban las clientas y con las que cubría algún que otro pequeño gasto.

Ahora está aprovechando el tiempo haciendo un curso de peluquería y entre sus compañeros, nota cierto nerviosismo: "No sabemos qué pasará dentro de unos meses. Yo no me quiero preocupar antes de tiempo. Si nos despiden, ya me preocuparé pero ahora sólo son rumores". Sí reconoce que la incertidumbre durante este tiempo le ha pasado factura a nivel anímico: "He tenido muchos altibajos. Momentos de pasarlo muy mal. Y me he dado cuenta de que vivíamos muy rápido. Me ha venido bien este parón para descansar".

Elisa Muñoz

Periodista en Cadena SER desde 2008. Primero...