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La ingeniosa respuesta del dueño de un restaurante ante una reseña negativa en Internet: "Algún día el mundo será nuestro"

"Cuando un ser humano posa sus nalgas en la silla de un bar, cada microsegundo que pasa sin tener una bebida en la mano le va hirviendo más la sangre y colmando su paciencia"

Reseña en Google. / Google, captura de pantalla

Madrid

La paciencia es un don con el que no todo el mundo ha sido agraciado y la espera, como dice el refrán, a menudo desespera. En incontables ocasiones este descontento se traduce después en críticas, quejas o reseñas negativas cuando se trata de establecimientos que pueden ser evaluados a través de Internet.

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Esta historia es, precisamente, fruto de la impaciencia de un comensal insatisfecho y del ingenio de la persona que regentaba el restaurante al que el primero acudió. Un internauta que iba buscando un lugar para almorzar durante las vacaciones Semana Santa en el Valle del Jerte con su "señora esposa y sus churumbeles" ha sido quien "ha encontrado esta maravilla".

“Decepcionante en todos los aspectos. Hoy teníamos reserva a las 15:00 y nos han sentado a las 16:00", comenzaba la queja del comensal en cuestión. "Y porque nosotros nos hemos enfado", aclaraba a continuación.

"Mala gestión del restaurante, comida regulera y el dueño un impresentable, cobrando una ronda que supuestamente era gratis. Nos ha subido el precio de la carta cobrando de más una botella de vino. No volveré”, concluía la reseña, que otorgaba al restaurante la puntuación más baja en el sistema de calificación: una estrella de cinco.

Lo que esa persona no imaginaba era que el dueño del local leería su comentario. Menos aún esperaría la contundente e ingeniosa contestación dada por el hostelero.

"Algún día el mundo será nuestro"

El propietario del restaurante comenzaba así su respuesta: “Te levantas una buena mañana, y vas al médico. Te sientas pacientemente a esperar tu turno, y los pacientes van pasando a consulta de uno en uno. Sales del médico y te acercas a la oficina de Correos a recoger un paquete. Coges tu número en la maquinita y esperas pacientemente a que te llegue el turno. La chica de la oficina los atiende por orden, de uno en uno. Luego te pasas por la carnicería a hacer unas compras, pides la vez y haces cola sin rechistar y resignándote a esperar quince minutos a que te atiendan, pues el carnicero no puede atender a más de una persona al mismo tiempo. Después al supermercado, y lo mismo. De uno en uno. En el Ayuntamiento. En la papelería. En la taquilla del cine. Llamas a atención al cliente de tu compañía telefónica y resulta que no pueden atender más de una llamada al mismo tiempo.

Tras esta rutinaria descripción continuaba, denunciando cómo esta concepción se ve alterada en determinadas profesiones como la hostelería. "Luego te toca acudir a tu puesto de trabajo. Aquí la cosa cambia. Da igual que lleguen ocho, veinte, un autobús del inserso (sic) o las legiones del ejército imperial de Marco Ulpio Trajano. Debes apañártelas para servirlos a todos al mismo tiempo".

"Porque cuando un ser humano posa sus nalgas en la silla de un bar, cada microsegundo que pasa sin tener una bebida en la mano le va hirviendo más la sangre y colmando su paciencia”, apostillaba notablemente molesto, pero sin perder la compostura.

Lejos de terminar aquí su alegato, el mensaje continuaba: “Porque conocen nuestra naturaleza superior. Porque cuando el resto de los simples mortales solo son capaces de atender a las personas de una en una, nosotros tenemos la capacidad de clonarnos en el espacio-tiempo y estar en varias mesas simultáneamente. Porque si nuestra habilidad nos falla y la gente espera una fracción de segundo más de lo debido, se esfuman como una fragancia en la brisa”.

“Algún día compañeros, usaremos este don virtuoso en nuestro beneficio y doblegaremos a las mentes más débiles. Algún día, el mundo será nuestro”, ha concluido el dueño del negocio, que cuenta con una calificación de tres y medio sobre cinco en Google.

 
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